sábado, 13 de septiembre de 2025

Menos corrección mas alegria

Lo que duele cuando, por alguna razón, somos objeto de la corrección, se llama orgullo? Posiblemente sí, pero eso no explica por qué duele. A veces el orgullo surge cuando sentimos que debemos tomar una decisión. Mark Jane, profesor de improvisación, decía que para tomar una decisión algo tiene que morir: una idea, un proyecto, un plan, una esperanza. Solo en ese momento llega el poder y el poder decide. Pues bien, ayer mi orgullo me dijo que algo tenía que morir. Que no valía mucho la pena gastarle tiempo a ponerse en bandeja para ser presa de la corrección discursiva, representando a uno u otro. Eso siento que es perder el tiempo. El tiempo que me queda lo quiero vivir de otra manera. Quiero únicamente vibrar en espacios donde el sonido mortuorio de la corrección política espiritual no suene para mí. Esos lugares deben ser alegres, deben ser edificantes del espíritu y transmitir energía positiva.

Cuando recibí los comentarios de un artículo sobre juegos y métodos performativos, el revisor escribió sobre cómo la alegría contribuye de alguna manera a afianzar la confianza y el respeto. La alegría puede constituirse en una manera genuina para dinamizar un proceso de investigación participativa. La alegría no siempre está riendo; también reflexiona, instruye, acompaña, consuela, y si corrige, lo hace pero sin que el corregido se dé cuenta de ello. El show de decirle a los otros cómo son las cosas, así sea en una negociación, no puede ser a costa del vanaglorismo vanidoso, de ser fino en la palabra displicente.

Ahora, para este escribiente que es muy sensible, estas cosas son importantes no para tratar de cambiar esos espacios, sino para no volver a estos. Buscar los que son propios de lo que quiero que suceda. Y quiero a la alegría como vehículo que me lleve por la vida.