Una ecuación, un resumen de una serie de procesos estaba a
punto de plasmar en un papel, iba por trazar una recta entre 0 y f(x+y), estaba
en la cocina de la que siempre fue mi casa en la ciudad de Chía, justo al lado
del espacio que quedaba junto a la nevera blanca, cuando un papel empezó a
caminar solito, una hoja tamaño carta cuadriculada, si, de esas mismas, y
cuando se escondió detrás del cable de la nevera sentí que yo no estaba solo en
ese lugar, sentí un poco de miedo, pero insistí en continuar con la ecuación.
No podía pasar de 0, hasta f(x+y) sin saber dónde estaba x o donde estaba y,
entonces tuve que retroceder hacer cálculos inútiles, hasta que me cansé, pasé
por el cuarto de mi hermano, su luz estaba prendida, abrí la puerta para que se
me quitara el miedo, pero la luz estaba apagada.
domingo, 6 de julio de 2014
Para que tanta educación si tenemos la navaja de MacGyver.
En una de tantas conferencias magistrales que dio en la Universidad de Mullumbimby, el profesor Aurelio Gallo dijo que el
exceso de educación es perjudicial para el sano razonar. Pero como así? Le
preguntó ese auditorio de inquietos estudiantes que pasan horas sentados tras
una mesa, recibiendo la tan valiosa información que algún profesor les imparte.
“Pues si, así es” prosiguió el maestro Aurelio Gallo, y no era para menos
llegar a estas polémicas conclusiones cuando precisamente en el país donde se
encontraba, el 1% del PIB era gastado en asuntos de investigación, posgrados y
doctorados. “¿Cuáles son las razones para que un sistema educativo necesite
tener una proporción importante de la población joven enrolada en procesos de
educación superior?” Aurelio Gallo varias veces ha mostrado una cierta
desconfianza hacia aquellos discursos que al unísono predican a la educación
como el camino de salvación de la humanidad, como si todo se tratase de
una esquizofrénica carrera por producir conocimiento y más control sobre todo
lo que se conoce como vivo. “Retrograda medieval, nos quiere llevar a la época
del oscurantismo otra vez!!!” le gritaba un entusiasta auditorio que ya veía al
profe Gallo como un representante del retroceso de la ilustración. “Que hace un
estudiante actual en un aula de clases la mayor parte del tiempo? Poner
atención a su profesor activamente y participar constructivamente de la clase? Algunos
si lo hacen”, decía Gallo, “pero la verdad es que desde que los salones de los
posgrados son un punto wi fi, 4g, y no se que mas autopistas de la información,
es poca la información que fluye y son más los cerebros que duermen viendo las
ultimas noticias del facebu, o quien sabe qué otra cosa más. Si la información está
toda en la red, ya no se necesitan maestros, si el saber está en la web, para
que carajos pasar tanto tiempo en un salón?” Estas y muchas otras preguntas le
hacia el maestro Gallo a su auditorio que poco a poco empezó a cogerle el
chiste a lo que este controvertido personaje les traía, y como no iba a ser así?,
si cuando lo decía ellos precisamente estaban poniendo “me gusta” a algún
comentario venido por la red. “Vamos a demandar al Estado por exceso de
educación” grito un activista de repente, tomándose muy a pecho estas nuevas
ideas que llegaban a su revolucionario proceder. “No que no se trata de eso, no
que no” decía el profe Gallo, “si tan solo la hora de estudiar fuera la hora de
estudiar, si tan solo la hora de escuchar fuera la hora de escuchar, si tan
solo la concentración volviera a ser esa navaja de MacGyver que todo lo hace
comprender. Pero eso cada vez es más escaso, el mundo obnubila tanto los
sentidos que los duerme tras tras la farándula personal y sus noticias, y su menú de la virtualidad. No soy viejo ni estoy cansado” replicó, “no me estoy despidiendo, y si vivo un día
más, seguro tendré que ver más el internet, pero por favor, este es un grito de
desesperación, de independencia ante ese herramienta que mucho lo puede, pero
mucho lo frustra, para que el cerebro vuelva a pensar, para que hablar sea
volver hablar”.
Del chatiamento como amenizador de la pachequidad.
Desnudo o vestido, amarra el corbatín y luego se pone el
camisín, quien le dice que eso no es vestir? Madrugado o trasnochado, con algo
o mucho de sueño sobre sus hombros se sienta el escritor a trabajar. Al frente
una pantalla, un cuaderno o un papel, la materia prima no cambia, ni el
resultado de lo que le pueda ocurrir. De repente y sin pensar, siempre prefiere
dar un merodeo metodológico por las cosas del considere, para que todo lo que
emplee en su nueva referencia no se quede sin lo que de verdad considere
importante. Y así va calentando, navegando por los laberintos palabrísticos,
sin aun decir nada que valga la pena, inspirado en ese tema de Gabo que hablaba
sobre la falta de tema. Una anécdota para recordar? De donde la he de sacar? De
la memoria de la fantasía, o de los estrechos lugares que por momentos se
recorren y que a veces me pregunto porque estoy yo adentro de ello, como sino
tuviese ni cinco de confianza en lo que pudiera hacer por mimismo, y tuviese la
necesidad de pertenecer a una comunidad de voces para que avalen y
digan si, a las cosas que se me
ocurriesen. O que fuera más espectacular, que dijeran no y me rechasesiesen,
por no tener estilo, por inventar palabras, por ir en contra de la gramática y
porque no se a conoce nadie. Lo he intentado? Poco lo he intentado. O más bien,
es poco lo que me reconozco a mi mismo a la hora de producir en literatura. Que palabra mas fea esa, producir, la maquina puesta hasta al servicio
de quien escribe con retórica, de nada y para nadie, y aun así busca su
industriosidad. Que tal levantarse todos los días a hacer esto, y que por eso
algo llegue a la cuenta bancaria? Será mucho pedir, o es más bien presumir?. En
fin, esta mañana vino acompañada de una biografía de Gabriel García Márquez,
desde finales de los años 30 ya estaba él escribiendo y andando pa lado y lado,
conociendo gente y compartiendo su verbalidad. Las herramientas de esa época
eran escasas aunque ya harto lo desarrolladas, no me imagino como era escribir,
a mano y luego en una imprenta. Hoy en día es más fácil, abro mi computador y ya
lo tengo todo, tengo el internet con mucha información y se puede navegar hasta
donde uno quiera y sin consultar a nadie de qué. Pero que desgracia es ver que
todo eso también es nada, y aun peor, la muerte de la imaginación por estar
pendiente de lo más banal que el Facebook pueda dar. Ahí estamos, pero antes de despacharnos en
impomperios ante la propia vagabundería de hacer uso de lo que nos gusta pero
no nos gusta, recordemos ese arte verbal que el profesor Aurelio Gallo alguna
vez mencionaba como chatiamento. El Chatiamento, es un género
literario en el cual se producen actualmente la mayor cantidad de letras, pero
poco es lo que se le reconoce como literatura de verdad. Cuenta Aurelio Gallo,
que eso se le vino a la cabeza alguna vez que su amiga Chela le echo todo un
rollo por el messenger sobre una trifulca con el ESMAD en el centro de Bogotá a propósito de la
visita de GW Bush. Entonces fue tal el relato que se hizo de manera simple y
sin adornos, con sinceridad y narrativa, que Aurelio lo tomó desde la ventana
del Messenger, lo copió, borró sus anotaciones, y dejó solo las de chela, dando
como resultado un Chatiamento con la
chela, (http://pedelacruzn.blogspot.mx/2008/11/chatiamnto-con-la-chela.html).
Quizá estas letras universales no fueron, ni serán revolucionarias. Este
absurdo género, solo servía para perder el tiempo, y pasar sabrosas las horas
de pachequidad en terrenos de la informática y las comunicaciones ilimitadas, para
el profe Gallo, el chatiamento no
podría ser revolucionario, hasta que estas letras no fueran escazas, mientras
tanto serían únicamente una espécimen mas del amplio género de la chismografía.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)