En antropología es difícil encontrar un consenso
sobre que es etnografía, se habla de teoría etnográfica, y de métodos
etnográficos, están las versiones clásicas que lo definen como una descripción
e interpretación sistemática sobre las condiciones particulares de vida de un
grupo, o los que la presentan como un conjunto de métodos. Sin ahondar mucho en
estas discusiones, aquí se enfatiza en como se hace la etnografía, y cuáles son
los materiales y provocaciones que como investigadores introducimos durante
nuestro trabajo de campo. Para esto distingo dos tipos de etnografía, la que se
deja llevar por el curso de los acontecimientos y simplemente los sigue, y la
que introduce estímulos sistemáticos.
La diferencia entre estas es sencilla, la
primera es mas adecuada cuando se comienza un trabajo de campo y la siguiente
hace parte de una fase mas experimentada del mismo, cuando dejamos de ser
investigadores, foráneos, estudiosos, funcionarios, y nos volvemos personas con
un nombre, es decir, parte de algo ocurrencial. Según lo que entendí de Ingold,
la etnografía es lo que sucede después de algo que esta atrás, o al menos así
lo presentamos. Lo que se hace en el trabajo de campo no es etnografía sino
observación participante, y mas que etnógrafos realmente somos es antropólogos,
y yo le agregaría sociólogos. Esto es un apunte importante para mi artículo
porque si pretendo hablar de etnografías experimentales es porque lo que
precisamente quiero dejar es una forma sencilla de entender, pero capaz de
transmitir concejos sobre algo de la vida. Y algo asi decía Ingold, cuando
asociaba la antropología a la educación, porque es un hacer y aprender juntos,
coproducir conocimientos, el conocimento no está en los libros como nos decían
nuestros padres y madres, “este conocimiento no consiste en proposiciones sobre
el mundo sino en las habilidades de percepción y en las capacidades de juicio
que se desarrollan en el curso del involucramiento directo, práctico y sensual
con los entornos que nos rodean”.
La separación entre el ser y el conocer es un
absurdo en la antropología, por lo tanto no es cierto que observemos y no
participemos, por eso a Ingold le gusta hablar de observación participante como
algo diferente a la etnografía, de antropólogos y no de etnógrafos. La
etnografía es la escritura de un entrelazamiento de sucesos, experiencias, y
opiniones sobre lo que es la vida con los otros ¿Pero como es la vida con los
otros? ¿Qué se puede decir de quienes tenemos un oficio que se basa en “generar
conocimientos”? ¿Lo que hacemos es conocimientos o simplemente formas aceptadas
de hablar sobre lo que se construye como realidad? ¿Cuál es el apuro que
sentimos cuando reflexionamos sobre nuestro quehacer como sociólogos y
antropólogos con las personas que trabajamos, estudiamos, interactuamos, y
convivimos? Gran parte de los dilemas están siempre en esa relación entre
observado y observante, el antropólogo y lo exótico, una ilusión dicotómica, proyección
de nuestras particularidades, historia, dramas, y recuerdos que suceden, tal
como suceden.
Las cosas pasan por algo, y la pretensiosa
distancia de la objetivación se torna algo innecesario, un embeleco del cual se
puede prescindir. Vivimos como personas y tenemos influencia en lo que hacemos,
no estamos viendo todo como el gran hermano, existimos en este mundo de la
misma manera que existen los otros, coexistimos diría Santos. En eso consiste gran
parte del trabajo de los antropólogos y sociólogos, en estar en el lugar
dispuesto a que la vida pase como tenga que pasar y simplemente dejarnos llevar
por ella. Y mientras eso sucede, darse a la tarea de pensar sobre un posible
destino para todos, la antropología y la sociología no existirían sino fuera
porque hacen lo que dicen que hacen, darse el poder de decir decía Miguel
Ángel, de tener una voz propia, neutral, crítica y propositiva.
Dentro de todo lo que se pueda hacer como
sociólogos o antropólogo cuando estamos en el trabajo de campo a mi me gusta
jugar. No solo por jugar, sino porque realmente jugar es parte de mi vida, también
me dedico al teatro, a la comedia, al clown, tengo un grupo que se llama Los
Mozzarella. Lo único que realmente he aprendido en estos oficios es a jugar,
probar, entregarme a una serie de dinámicas que se plantean con el ánimo de distorsionar
el momento, llevarlo a través de una lúdica. Es un oficio parecido al de
recreacionista, presentador de programa de televisión, físico cuántico o algo
así. El juego nos gusta a todos, es una metáfora muy poderosa, para Geertz es
una de las más potentes analogías en la refiguración del pensamiento social.
El mismo
Geertz nos alerta que la potencia de esta metáfora del juego, cada vez más
popular en la teoría social contemporánea, necesita cada vez más un examen
crítico. Geertz señala las críticas en el sentido puramente antropológico, como
los límites de su pertinencia para contribuir a una antropología. En fin,
Geertz deja la cosa de alguna manera en el terreno de los intelectuales, y lo
que quiero es sacarlo de ahí, de ver el juego si como una metáfora pero no como
una metáfora solo de papel, sino mas parecida a los juegos de los niños, a una
antropologíá que se hace intencionalmente jugando. ¿Que es un juego? Un juego
es teatro, se debe performar, sino se performa no es un juego, no es nada, es
en esencia una quinésica, por medio del juego se pueden hacer muchas cosas,
entre ellas sentirse feliz, distencionado, para Huizinga, [1944](1980) jugar es una actividad
voluntaria, realizada dentro de ciertos límites fijos de tiempo y lugar, según
reglas libremente aceptadas pero absolutamente vinculantes, teniendo su fin en
sí mismo y acompañado de un sentimiento de tensión, de alegría y conciencia de
que es "diferente" de la "vida ordinaria".
Este juego al que me refiero y que difiere del
que plantea Geertz es el que he llamado como experimental, es un juego como un
experimento, a diferencia del juego como una metáfora, aunque este por supuesto
que es importante a la hora de presentar una etnografía experimental. Se
experimenta a la manera de los científicos, con unos objetivos trazados de
antemano, o de manera espontánea, sucede simplemente. La experimentalidad es
una práctica que trasciende la conciencia, es como aprendemos muchas cosas, y
nos desenvolvemos en la vida. El famoso ensayo y error, es una metáfora de la
experimentalidad. Cuando planteo el trabajo de campo a través de un juego se
espera siempre recorrer sobre estos dos sentidos de la experimentalidad, del
ser y el conocer, de esperar que el juego pase de la manera más natural posible
así tengamos objetivos trazados de antemano. Estos objetivos por supuesto son
oscuros en la medida que las personas que participan los desconocen en el
momento, un experimento sorpresa, o pueden ser claros cuando las personas
alcanzan a conectar de manera intuitiva el propósito del mismo.