Respirar
tranquilo, darme cuenta que la historia que escribo es la que sale de este
mismo escribiente, que no pudiendo ser otra sino la misma, puede desgastarse en
vericuetos sin destino, pero lo cierto es que son la mismísima dirección de la
Luz que hay en uno. La linterna pa’ donde apunta alumbra ¿quién puede desviar
el calor del sol? Soy la Luz que alumbro mi oscuridad, Yo soy abundancia, Yo
soy amor, me lo digo porque me las creo, porque así es y así mismo es el
destino. Bendiciones y protección sobre mi familia, sobre Tomás y Paulis, mi
espíritu los acompaña, y están en mis pensamientos todo el tiempo, ya ha sido
un mes desde que nos vimos, con la ayuda Divina, estaremos viéndonos pronto,
aunque el destino es tuyo Dios y solo tú sabes cuándo es que viene el Game
Over.
Por lo pronto, más
vale escribir con ahínco, sin esas distracciones chiquitas que se asoman al
cerebro y lo distraen, cuando además no se ha concluido la idea que se está
tratando de insertar, no sé qué pasa, como paradas intermitentes, como un
semáforo que titila diciendo “pare, pero siga”. Pueden ser los saltos de nivel
de los cuales necesitaba para lograr una verdadera escritura de recochología, género
que en su madurez se vio altamente narrativo y poético, además de su
inconfundible estructura de parecencias. Lo anterior, porque resultase que en
esas cosas de la vida nos vimos nuevamente en los fluidos del cuento,
acordándonos que podemos decir sin temor, que debemos decir la verdad. Una
terapia de escritura así lo sentí yo, el jolgorio del cuento es una explosión
de sin sentidos.
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