miércoles, 12 de noviembre de 2025

Wallmapu

Cuando el norte se vuelve el sur, los polos se invierten, el mapa se revela. He llegado a Chile o mas bien a Wallmapu, doy una mirada al presente, doy al tiempo su pasado. Escarbo en la memoria, veo tiempos conocidos, observo y acepto lo que se revele en este paso. El mismo lugar será reconocido, un mismo olor me habrá también sorprendido. Aterrizo en las tierras de los lonkos, de las machis y ofrezco guillatun. Que el fruto sepa bueno que otras semillas se esparsan.

domingo, 9 de noviembre de 2025

Del mapa a la descolonialidá

Así como cuando un día Roberto Franco me reveló que la historia de Perdido en el Amazonas, libro de German Castro que lei en 1995, había ocurrido por ahí, cerca de Tarapacá. Algo similar sentí hoy, cuando buscando una imagen con inteligencia artificial encontré este mapa, una representación pictórica de los indígenas que viven y vivían es una "Colombia" que antes no era Colombia. Sin embargo, el afiche se llama Comunidades Indígenas de Colombia, como si acaso los indigenas no fueran de ellxs mismos, sino de Colombia. En cualquier caso, eso no es lo importante de esta historia, sino que este afiche estuvo colgado muchos años detrás de la puerta del cuarto grande de la casa de Chía. Fue un póster de 1992, para conmemorar o lamentar los 500 años después de la llegada de los ibéricos a este lugar, que quizá tenía muchos otros nombres diferentes a América y al Abya Yala, ahora dibujado así. Los afiches que rodearon mi infancia fueron importantes en su momento: cada uno tenía su propio color, como el de los Beatles, Angie Cepeda, Millonarios, este mapa, entre otros.

Destino de alguna manera puesto, por algún espíritu sobre mi camino, quehaceres que aún me ocupan y conciernen a pueblos originarios. Pronto saldré hacia Chile para asistir a un seminario de urbanismo y planificación centrado en temáticas indígenas. Canalizo mi Newen, fortalezco mi voluntad para lanzarme hacia el Wallmapu. Es un camino de sueños que no quiero reforzar con ideas de colonialidá ni descolonialidá, a las que, como escritor de cosas sin importancia, prefiero no referirme salvo en muy pocas ocasiones, no sea que me convierta en un escritor de la descolonialidá.  

 

Sueños: la casa de Chía

 Uno de los temas recurrentes en mis sueños, o más bien en los de mi inconsciente, es la casa de Chía. Anoche volví a soñar con ella. Estábamos mi hermano, Abril y yo (yo soy todo el sueño) dentro de una carpa en el patio de la casa; Abril estaba durmiendo. Acabábamos de llegar y nos acostamos boca abajo, mirando por la puerta hacia la casa. No había nadie dentro; de hecho, el sueño insinuaba que nadie había estado en la casa desde que nos fuimos. La mirábamos esperando encontrar a alguien; tenía las luces encendidas y parecía más ancha. Era de noche. De pronto, escuchamos que alguien llegaba. Sentimos nervios por si nos veían y pensamos en salir. Abril seguía durmiendo y nos preocupaba que esas personas quisieran hacernos daño con una niña dormida dentro de la carpa. Sentimos un poco de angustia. Entonces entraron y nos dijeron que estuviéramos tranquilos, que ellos también usaban esa carpa para descansar. Ese fue todo el sueño, o al menos eso es lo que recuerdo. Otros sueños que he tenido relacionados con la casa de Chía transcurren, por lo general, en el interior; este ha sido en el patio, algo nuevo. Hay una sensación constante en todos ellos: la idea de que aún queda algo nuestro, o algo mío, y que, de alguna manera, a pesar del tiempo, se mantiene como un referente importante en mi memoria. Y, como no, yo soy de Chía y crecí en esa casa que ya no existe, como dice mi Facebook. Siento que algo mío, o que creo mío, sigue estando allí. Ahí crecí con mi hermano, mi madre y mi padre. En la casa familiar hay muchas historias, algunas bonitas y otras no tanto, pero gracias a Dios todas han sido edificantes y de las cuales he aprendido. Es extraño llegar al punto en que la misma escritura lleva a uno a sincerarse, a dejar rodar el cerebro para desentrañar una situación pasada o quién sabe qué otra cosa, porque, de momento, no se enciende el recordador y la descripción de las imágenes se vuelve evocación, una sensación que dice que todo en la vida está para agradecerse. Agradezco la vida que escogí.

 

El despeluque por poetizar

En estos días, en las nubes y en el frío, en lo imperante y lo radiante, todo así transcurre en Bonn. Un paisaje parecido a un día gris en Bogotá, que resulta hermoso con el cielo oscuro. Hay muchas cosas que siento y vivo aquí en este continente. A pesar de lo asombroso, también hay algo que está más allá y sufre, quizá por los niveles de opulencia en los que se vive. Lo cierto es que estos días se celebra el lanzamiento oficial del laboratorio de metodologías performativas de la Universidad de Bonn, para el que se necesita un patrocinador que lo financie y me permita co-crearlo. ¿Qué haría ese laboratorio? Yo creo que acompañaría a estudiantes, investigadores y programas de la Universidad de Bonn que quieran trabajar alguna metodología performativa de investigación participativa. 

No debo detener mi búsqueda de grupos de teatro e improvisación. Jugar al oficio también es divertido, como quedó demostrado esa noche en los escenarios de Montreal, donde este escribiente se lanzó a improvisar para que el ser pudiera respirar y dejar salir al poeta que se despeluca por poetizar. 

Papá

 Papá, te fuiste a una aurora boreal, quizá a una supernova o a un agujero negro, a través de un paso dimensional. Tienes el privilegio de percibir, no sé qué eres, ni siquiera si se puede pensar, pero intento recordarte por lo que fuiste: un gran ser amoroso y servicial. Como siempre, debo procesar y liberar lo que deba, hablo contigo y con mi mamá, están en mi corazón. 

Los proyectos

Cuesta creerlo, pero así es: el escribiente vive en la contradicción más pura, lo que hace que el camino sea altamente interesante y sorprendente. Trato de encontrar mi lugar en los proyectos en los que participo, pero a veces me cuesta verlo. Cuando los pagos se demoran, no trabajo con la misma intensidad. ¿Por qué desconfío? Las cosas tienen que salir, por supuesto, si se ha hablado de ello y si todo esto es serio, también con el escribiente, a quien no le vendrían mal los millones que entraran en las arcas familiares. Me cuestan muchas cosas: tener paciencia, entrar en acción, tomar la iniciativa, liderar... En cambio, se me da bien ser paciente, sabio, tranquilo y activo a la vez. La vida que vivo es mi experiencia y la valoro; pido la mayor pertinencia en mi acción: que todos estos proyectos de sistemas de información prosperen para bien de los territorios indígenas. Para ello, debo inclinarme más hacia la práctica de la investigación performativa, ser más firme con esto, lo que me ayudará a no ser presa de nadie. Debo ser preciso en mis palabras, sorprendente y gracioso, serio y analítico, resuelto y abierto. Con el tiempo, pido que las metodologías performativas me guíen, pues es lo que siento y lo voy a hacer. Lo otro tendrá que llegar a no ser tan importante, aunque no signifique que no lo sea ni que no pueda aportar algo. Trato de ordenar mi pensamiento para ver por dónde coge los caminos de este gracioso, interesante y ejemplificador vídeo. 

Poema del indicador

Sin más me presento 

yo soy un indicador

me dedico a mesurar, 

a valorar y evaluar,

puedo ser cuantitativo 

puedo ser cualitativo

siempre estructurado

y debidamente formulado.

 

Algunos me critican por medir

otros me acusan de reducir 

y hasta me dicen que soy 

instrumento de burocratización,

obsesión del homo sapiens

patrimonio del chicharrón.

 

Imagine lo que quiera,

que indico yo, el indicador;

la acción racional,

o las condiciones de probabilidad

puede ser que ahí si aplique

mi función de indicador.