jueves, 27 de noviembre de 2025

Es inexplicable

(2015)


Dieciséis años después de graduados del Colegio Refous, aún me pregunto cómo un día nos salvamos de haber quedado de patitas en la calle buscando colegio. Corría el año de 1998 y Monsieur Jeangros nos mandó a llamar a Piñeres, William, Ceballos y otros compañeros (conocidos como las Ñañas) que prefiero no nombrar, pues no estoy seguro si están de acuerdo con esta confesión. Monsieur Jeangros tenía acusaciones bastante serias, que una tarde después de Educación Física, se habían encontrado botellas de licor y estragos materiales en el salón donde nos cambiábamos. Ante tremenda inculpación todos quedamos perplejos, nadie decía nada, ni si ni no, nada… pues lo cierto es que éramos culpables, exactamente de todo, e incluso más cosas, y nos merecíamos la sanción más fuerte del colegio, la expulsión. Y aprovecho este momento que Monsieur se ha ido a descansar para confesar esta verdad, y que estoy seguro que M. Jeangros sabía, pero por alguna extraña razón decidió cerrar el caso y confiar en la única respuesta que le dimos cuando nos preguntó que como explicábamos que estudiantes y personal de aseo, nos había visto realizando pogol en el salón (en resumen, pogol era un ritual adolescente que consistía en jugar futbol en un salón y cuando se anotaba un gol se celebraba con un pogo) y luego encontrar vestigios de botellas de licor. El único que se atrevió a contestar fue Piñeres, y le dijo: “es inexplicable”. En ese momento yo sentí que estábamos más perdidos que nunca, quizá el silencio parecía una mejor estrategia, pero decir “es inexplicable” era un boleto directico a buscar otro colegio. Pero lo que pasó fue no menos asombroso, pues Monsieur Jeangros dijo, “es una buena respuesta, es inexplicable”, y nos despachó al salón con el culillo aún vivo de haber estado cerca de una expulsión bien merecida. ¿Por qué pasó lo que pasó? Difícil saberlo, de pronto más valía una reflexión personal que una expulsión masiva de estudiantes. Lo cierto es que la severidad de Monsieur Jeangros a veces contrastaba con gestos de confianza y entendimiento profundo a esa fase de la vida llamada adolescencia, y como buenos adolescentes hacíamos pendejadas, y muchas, así éramos algunos, otros un poco más ñoños, pero a mí me toco militar en las filas de quienes preferíamos romper una que otra regla para darle sentido a los días de colegio. Estas son mis interpretaciones, el hecho es que, estimado Monsieur, esté donde esté, gracias por confiar en nosotros y no haber aplicado el peso de la ley que muy bien nos merecíamos.

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