En
la ciudad de las luces todo destellaba, mientras gotas escurrían sobre los
paraguas mojados, y como en una coreografía se iban cerrando cuando la multitud
se adentraba en la estación del transporte masivo. El zapateo insistente
amenazaba con tumbar el puente, el afán y el frio nos hacia caminar mas rápido,
poco a poco se acercaba el final del túnel, a donde en medio del tumulto los
que no tenían sombrilla se hacían debajo de los que iban solos con la suya,
afianzando así una solidaridad efímera pero importante para aguantar y soportar
el ajetreo de montarse en un Transmilenio a las 6 de la tarde en Bogotá. A
pesar de la incomodidad, la resignación y la esperanza de estar volviendo a
casa parecía ser superior a cualquier tipo de maltrato urbano, llámesele
destino inevitable de las grandes ciudades, o rabia contra nosotros mismos por
no ser capaces aun de construir una ciudad mas amable. No se escuchaban
protestas, mas bien algunos gemidos, que se acentuaban en el cuello mas
estrecho del embotellamiento al cruzarse con los pasajeros que buscaban a contracorriente
salir de la estación, desafiando un río de sombrillas que apretaban cada vez
mas por hacerse dueño de un espacio. Las largas temporadas en la selva me
hicieron olvidar lo estúpido que es ponerse una cita con una amiga del colegio
a las 6 y 30 pm, calculé cumplir el tramo Virrey-Marly en media hora, pero oh
sorpresa cuando dure media hora solo hasta los héroes, lastima, las promesas de
rapidez del Trasnmilenio se me habían ido al piso, y con ello la inevitable
pregunta de cómo puede ser la manera mas fácil de moverse en Bogotá.
Rápidamente hice la evaluación, llegando a las siguientes conclusiones.
a. Carro:
Que mamera, el trancón es definitivamente peor.
b. Transmilenio:
Nota al pie: Absténgase de montar en las horas pico, de resto todo bien.
c. Bicicleta
de 100.000 pesos: No se la deje robar antes de los primeros tres meses, después
despreocúpese, seguramente ya recupero la inversión.
d. Moto:
“Eso es un ataúd con dos ruedas” viejo adagio que me enseño Gustavo en San
José.
e. Caminando:
Si el tramo no es muy largo, es definitivamente la mejor opción.
f. Buseta:
Siempre una excitante opción, llena de imprevistos, mercados de miseria,
cultura, frenazos, competencias, trancones interminables.
Terminaba la travesía, y llegando a las
7 y 30 pm a mi destino, todo se me había olvidado y no lo sentía para nada tan
negativo, de solo pensar que para llegar a la misma dirección hace unos quince
años hubiera tenido que tomar el siempre temible Directo Caracas, que paraba
solo en los extremos de los paraderos, pues bajarse en la mitad de uno de esos
calabozos lo hacia a uno presa fácil del choro de turno. Desconozco como se
maneje la chequera del Distrito y toda la burocracia que hay en medio de mover
un centavo para atender una necesidad en la ciudad capital, pero quizá, si le
ponemos empeño todos los habitantes de esta selva de asfalto para que algún día
Bogotá tenga un metro y un sistema de Transporte integrado mas eficiente y
humano, seguramente los espesos momentos de manoseo en el Transmilenio se vivan
con mas calma y hasta con algo de entusiasmo, siempre y cuando se vea que se
esta haciendo lo mejor, para que tengamos lo mejor. Ninguna sociedad es tan
troglodita para siempre creo yo, y en algún momento, cuando todo está perdido
renace una conciencia colectiva que lleva a la ciudad a tomar correctas
decisiones y a ser dueña de su propio destino.
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