Pasar el umbral de la deforestación, de los residuos que los
cuerpos de agua pueden asimilar, de los rellenos sanitarios, del humo en las
calles, pasar el umbral de la capacidad del planeta para soportar nuestra presencia
es algo que vivimos somos la historia que tiene que asumir las consecuencias de
un planeta en crisis. Para muchos es mas facil no pensar en estas cosas, pero
tarde que temprano se encontraran con las consecuencias, siendo imposible para
todos los seres humanos no darse cuenta de la historia ambiental del planeta.
El destino parece oscuro si vemos que en un mundo cada vez
mas plagado de conflictos por el agua, erosión de suelos, minería son pocos
quienes se preocupan por ello, y muchos menos quienes están dispuestos a asumir
algún costo por ello. Desde la economía ambiental se nos ha enseñado que los daños a los recursos naturales por actividades productivas son cuantificables y
por eso mitigables por mecanismos de compensación, y bajo esa premisa se nos ha
vendido que es posible un planeta verde, y con tasas ascendentes de crecimiento
económico para todos los países.
Pero lo cierto es que la raíz de los problemas ambientales no
es un asunto técnico económico, muchos investigadores y estudiosos no se han
cansado de mostrar el absurdo sistema económico en que vivimos, donde los
recursos naturales se asumen como ilimitados, o por mucho como capitales
naturales. Si el planeta esta desordenado, es porque el pensamiento esta
desordenado, dicen los indígenas de la amazonia, y eso nos pone en la no muy cómoda
posición de aceptar que el proyecto de la modernidad y de la todopoderosa
sociedad occidental se ha erosionado hasta puntos donde es imposible mantener
el optimismo tecnocrático al cual nos tienen acostumbrados los políticos y
tecnófilos que dicen que todo es cuestión de acceder a la información y a la
educación, cuando lo que vemos es que es esa educación que no se cansan de
defender los modernistas es la que nos ha llevado a este desastre.
La perspectiva pesimista puede ser excusa para muchas cosas,
para construir un discurso filosófico que rebata todos los presupuesto del
sentido económico que nos ha adoctrinado y que ha sido naturalizado hasta el
punto de convertir en mercancía hasta los mismos argumentos que rebaten sus
principios, o puede ser una excusa para levantarse como un profeta ecológico
aludiendo a la recomposición espiritual del ser humano, y a su vínculo con la
madre tierra como la forma de encontrar esa relación sagrada y armónica con
Gaia, o como quien se reinventa a la luz de los conocimientos ancestrales
resolviendo el problema por las vías de la alquimia. La crisis ecológica en
pocas palabras es lo más parecido al fin del mundo.
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