Se fue y se comprobó, re reafirmaron los mitos y los
peores estereotipos de la imaginación sociológica barata, la del “allá todo es
una chimba, y acá una mierda”. Es duro de enfrentar esto, sobre todo si se
comparten aspiraciones sea por contagio o por lo que sea. Berlín fue una
chimba, nada más que decir. Los parques en los que jugaba Tomasito eran un
monumento a lo bien hecho, pese al vandalismo que también azota a esta urbe.
Los tubos en su lugar, las maderas bien curadas y sosteniendo telarañas que se
cruzan como en un bosque con jardineras salvajes alrededor, de donde salen
patos y liebres. El trampolín en acero inoxidable y en perfecto estado del
parque de la Forckstrasse en Wilmersdorf. Nada que hacer. Seré hincha de todos
los equipos latinoamericanos en un mundial pero lo que se vive en una sociedad
que cuida de lo común es algo increíble. Y eso casi no pasa en Latinoamérica.
Nuestras ciudades son un monumento al desorden, los parques están oxidados y la
rueda rueda de pan y canela amenaza con salirse de su eje. Eso por hablar solo
de los parques, porque no terminaría de escribir nunca porque vivir en Berlín
es más sano que vivir en cualquier otra ciudad Latinoamericana como Lima,
Buenos Aires, Río, Sao Paulo…y por supuesto Bogotá. La urbanización sin saber
pa donde se va. Todo es muy bonito en Berlín. Definitivamente el desarrollo es
algo que es inventado por los europeos, tienen esa razón, allá se ve claritico.
Ser Alemán significa rentar en tiempo presente el valor del trabajo de su
constelación genética, los alemanes de antes tributan a los de ahora, es el
perfecto paso de la riqueza. El trabajo de los Latinoamericanos en cambio poco
se queda, es más disperso, menos cohesionado, sociedades que no se encuentran,
que se roban a si mismas.
lunes, 29 de octubre de 2018
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