“Qué hago?” Aterrizó esa pregunta a las tres de la
mañana, dejándolo despierto por el resto de la noche. Después de dar vueltas en
la cama y convencerse de que no iba a conciliar el sueño, entonces decidió
levantarse a escribir estas letras, pues la preocupación por su existencia no
lo dejaría, a menos que se atreviera a hacer lo que tenía pendiente. “Qué hago?”
se siguió preguntando, de un momento a otro el verbo “hacer” se le había
convertido en el más misterioso de todos, no era la primera vez que le pasaba,
en el pasado ya había tenido enfrentamientos a esta pregunta, ninguna se
resolvió por sí sola, más que cuando aceptó que hacer nada, es también hacerlo todo. "Pero como iba a ser eso posible?" exclamó si hacer involucra
necesariamente una acción con un fin, hacer no podía ser eso de escribir sin
propósito a una hora en la que muchos duermen, hacer es levantarse temprano,
tener una pasión, una responsabilidad, un propósito diario entorno a algo, y
ejecutarlo, eso es hacer, no es perder las horas de sueño nocturno tras unas
letras que nacen muertas, sin pretensiones, ni con la misión de liberarlo de
esas pretensiones, ni generar un alivio a lacabeza que busca salidas, a
todo le encuentra la devuelta.
“Qué hago?”, se siguió preguntando mientras la historia avanzaba, la sensación de alivio que producen los cuentos buenos aun no ha llegado, más aun la mañana se hace cada vez más angustiosa, pronto amanecerá y tendrá que pensar en esperar, en la soledad de las conjuraciones que se cuecen en el tiempo, en los hilos de la fantasía, y en los proyectos que no se realizan, ni se intentan siquiera. Perder el miedo al fracaso es quizá un buen comienzo, renunciar a los sueños y ser realista, aceptar que la vida no fue lo que imaginó algún día y aceptarla como tal, como en una de esas historias donde se privilegia la sencillez del protagonista. Ahí está seguro la respuesta a todo esto, si aun busca hacer algo de verdad, si aun cree en lo que algún día el destino plasmo en su corazón, como un camino inescrutable del cual solo se saldría si pierde la fe en él. No hay nada que temer, o más bien temer podría ser su hacer, temer a morir en vano, temer a no dejar nada en esta vida, temer a arriesgarse. El peor hacer es el que pretende ser "hacer", eso es aun peor que no hacer, eso es disimular. “La meta es el camino”, recordó las palabras de su amigo francés. El hacer podía ser esto, el hacer podía ser honesto y saber que no se sabe qué hacer. Aprovechar la angustia para perder el tiempo, para poder sacar del pecho lo que molesta. “Qué hago?, volvió a preguntarse, “nada”, se respondió.
“Qué hago?”, se siguió preguntando mientras la historia avanzaba, la sensación de alivio que producen los cuentos buenos aun no ha llegado, más aun la mañana se hace cada vez más angustiosa, pronto amanecerá y tendrá que pensar en esperar, en la soledad de las conjuraciones que se cuecen en el tiempo, en los hilos de la fantasía, y en los proyectos que no se realizan, ni se intentan siquiera. Perder el miedo al fracaso es quizá un buen comienzo, renunciar a los sueños y ser realista, aceptar que la vida no fue lo que imaginó algún día y aceptarla como tal, como en una de esas historias donde se privilegia la sencillez del protagonista. Ahí está seguro la respuesta a todo esto, si aun busca hacer algo de verdad, si aun cree en lo que algún día el destino plasmo en su corazón, como un camino inescrutable del cual solo se saldría si pierde la fe en él. No hay nada que temer, o más bien temer podría ser su hacer, temer a morir en vano, temer a no dejar nada en esta vida, temer a arriesgarse. El peor hacer es el que pretende ser "hacer", eso es aun peor que no hacer, eso es disimular. “La meta es el camino”, recordó las palabras de su amigo francés. El hacer podía ser esto, el hacer podía ser honesto y saber que no se sabe qué hacer. Aprovechar la angustia para perder el tiempo, para poder sacar del pecho lo que molesta. “Qué hago?, volvió a preguntarse, “nada”, se respondió.
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