Cuenta Aurelio Gallo, inventor y
escribiente de esta historia, que en esas mismas que se facía lo facerido, despertó
temprano en la mañana queriendo entender porque en cosas del teatro se conversa
con tantos espíritus a la vez, como si no hubiese manera de escapar a la
interpretación de algo que sale solito, sin mucho esfuerzo. Ni sobra ni falta
de aquello que se conoce como el tacto del acomedido, que la imposición muchas
veces en las tablas debe ser dominante y contraria al yo que se cree que es yo,
solo así puede haber un personaje de teatro, que no lo es por el solo hecho de
estar ahí montado, ni porque tenga publico alrededor, sino más bien por la
puerta que abre en la corona a las muchas manifestaciones que el espíritu pueda
tener. El clown, es algo parecido, pero mucho menos expuesto a lo impredecible,
así su esencia sea la sorpresa y el dejarse llevar, la delicadeza con la que el
clown penetra en los ojos de otras personas, no lo puede convertir en un rol
implacable que se quiere comer todo el escenario, a todo el público y a él,
mismo, deja jugar, baraja la situación y la propone a una lentitud tal, que pareciese
que en el hacer nada está hecho. Siendo Aurelio Gallo no docto de estas áreas
del teatro ni del clown, su opinión se hacía poco importante y mucho lo
confusa, pues en su análisis castraba el lenguaje de destino que tenia eso para
sus vidas, en una sopa que se conjuraría como un cucharon cuando revuelve un
sancocho, como una brujita su pócima mágica, o un encantador a los ojos de lo
conquistado, además, Aurelio Gallo, nunca tuvo noticias de esas artes sino
fuese por su primo Silvigilio Jasopa, quien contole la historia de Rosquejin, y
del farsante de teatro, que supuestamente mejoraba la salud, y armonizaba la
comunidad cuando sus disparatadas obras presentaba en el escenario. Sobre esto
y muchas otras cosas íbase tratando la historia, tratando de encontrar el
norte, pero solo al sur se dirigía su camino, pasaba al lado oriente, y al
occidente, como sin rumbo, pero con la confianza de que en el sin rumbo, un
claro destino de esperanza se le dibujaba, puede que estuviera loco, pero ya
era demasiado tarde, ni los ejercicios de la razón sinqcuaninperfecta podían
evitarla, y ya eran parte constitutiva y viva de esta historia, esa que pensaba
que la maestría no era un estudio docto ni una retórica de académicos
desocupados, sino aquello que se hace con el corazón, y nada más que con las
ganas de hacerlo, y así mismo se convierte, pero con la clara aclaración que
nunca sería posible si no se rompe el cascaron, y se lanza nuevamente a alguna
de las aventuras que mas le gustaba vivir, esas que además dejan extremos
sentires, y sucesos graciosos, cargados de simpleza y honestidad en las palabras.
Cual sería la idea, la luz del bombillo que sus augurios prenderían, la manera
no de escapar sino de transformar las cosas que ahora a su alrededor
mágicamente aparecían, los embates de salud son señales que recuerdan esas
cosas que están anotadas en la libreta de tareas de la vida, como un devoir,
pour vendredi, samedi, o dimanche, no hay día ni hora para prenderle la turbina
a lo que se debe hacer en estas, y todas las tierras, que se han de visitar.
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