En una de las pocas aventuras
que se puede dar cuenta de la vida de Aurelio Gallo, se cuentan un par de esas
en que con alguna malicia, no exenta de menesterosidad, se enfrentó a una tanda
de rufianes que defendían unos puntos de vista ajenos a su razonar. Se piensa
que no fue justo por parte de Aurelio Gallo operar de la misma manera, pero
mucho a él lo embejuca que no se trate con humanidad al ente investigativo,
sino como a una computadora a la que se le hace click para que saque
resultados, para que diga cosas, y trate con problemas, como si eso en algo le
importara a quienes de cerca viven el problema. Pero es que resultase que
Aurelio Gallo era más un alquimista que un químico vermicular, prefería este
las artes sensoriales y de la experiencia, que lo que en muchas reglas de la
lógica y la experimentación se busca formalizar. Como presidente en pleno del
Escuadrón General de la Revolución de la Recocha, algunas medidas de facto se
tomaron en contra de los piratas que buscaban convencer a un noble auditorio de
lo que para ellos era el sano razonar, y forma de administrar las vicisitudes
de la vida, olvidándose de la dignidad, olvidándose de lo dulce, en un ritual
cruel donde se busca acabar con el expositor. Vendrían batallas quizá más
crueles, que de pronto lo sacarían de las ropas y retaría a duelo a los tiranos
bucaneros, desenfundaría su ambil mágico, para hechizar y corregir, sin ningún
pomperio, con poco de improperios, porque así el corazón arda con la furia, así
se quiera cambiar todo de una vez, eso no es así, ni va a suceder, pero hay que
tener fe en que las cosas puedan cambiar, y trabajar con inteligencia y corazón
en el dia a da de la vida, poniendo mas atención a las cosas importantes, restándole importancia a las informaciones que deben capturar otros pero no el profesor,
el profesor Aurelio Gallo, fino maniobrador a la hora del recreo, conjurador de
las cosas del destino, para que este sea, así sea, un poquito más lo divertido.
Preguntábase muchas cosas, en las iniciaciones alquímicas de la estadística
compleja, preguntábase eso pa que servía y si tal conocimiento era el que
buscaban realmente los llamados estadistas, pero aun así dudaba, desconfiaba de
la veracidad de la información, por no ser simple ni venida del lenguaje común,
y aun haciendo un llamado a lo complejo, solo podría encontrar sentido cuando
de divertir el sieso se tratase, y de comprender que la única estadística que
le debía interesar, era aquellas que era alquimia, que tenía poder, y chance de
transformar. Acordose entonces de todos los científicos, de aquellos que
pasaron por la tierra y dejaron descubrimientos implacables, su bronca no era
con ellos, sino con los impostores que con soberbia disimulaban seguir a tan
grandes sabios. Un Einstein, un Lamarck o un Pasteur quizá no fueron solo
reconocidos por sus conocimientos científicos, sino por ser personas con mas
que una pizca de corazón. En estas y otras conjeturas se encontraba Aurelio
Gallo, afinando la paciencia, mordiéndose la lengua, consintiendo el fuego
eterno que en el corazón y la verdad se encendía, mesurando un poco la
actuación para no ocasionar la afectación, esa que hace ver la escena, como un
acto impostado y fastidioso, y que se acrecienta de mucha manera cuando la
maniobra se adhiere al fino razonar.
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