Un
recurrente efecto de la escritura y de la oratoria, es el de emplear tácticas
enunciativas que pongan en falta al emisor hacia algo abstracto, superior y
profundamente interno, hacer sentir el llamado, crear la estrategia de
producción de la creencia, bajo un esquema de signos dispuesto de forma tal,
que la única forma de leerlos es leyéndose así mismo, personalizando la señal. Más
le vale a un religioso o a un científico ser reconocido como profeta que como
escritor, la realidad objetiva solo causa influencia cuando la información se
transforma en simbolismo. Para el religioso no solo es importante contar una
historia, ni para el científico es suficiente con un diagnóstico de resultados,
el sentido de los hechos develan un misterio, anuncian tendencias o marcan
caminos para actuar, como narrando una historia que se vive en el mismo
momento. Este poder es bien conocido por los sacerdotes y estudiosos de las
sagradas escrituras, es el poder que establece una matriz de creencias, capaz
de reproducirse y adaptarse al curso del tiempo. Para algunos lo apocalíptico no es más que un
estilo literario, estimulante y fuertemente adictivo, pero para otros, la misma
escritura es el objeto de la adivinación profética, porque mientras se hace, se
puede llegar a sentir que no es la razón, ni el pensamiento de la persona la
que lo hace, sino un espíritu que llega y profetiza.
domingo, 2 de noviembre de 2014
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