El mundo da la vuelta y vuelve a
traer lo que paso, lo que fue anunciado se cumple, lo que se presiente luego se
siente, y nada es por siempre. Vi tres hojas pender del árbol en el patio de la
casa, una amarilla amenazaba con caer, pero no caía; la otra verde como un
olivo, se veía fuerte pegada a la rama, pero se cayó; y la última estaba seca en
el suelo. En el ángulo opuesto dormía Timoteo, mi perro de Chia, él gustaba
mucho de no hacer nada, o al menos así se le veía en la casa todos los días, de
vez en cuando ladraba, obviamente echado. Su lugar favorito para dormir era la
primera sala de la casa, lo arrullaba la música clásica que ponía mi mama, y no
lo espantaba Ultrageno. Timoteo tenía una doble vida, la del perro bueno de
casa, con cara de guaimarón, amable, manso, le ladraba a los extraños, aunque
no muy en serio. Su otra identidad era la de Pirulo, nombre que tenia en la mal
llamada calle de los diablos, el sector mas humilde del barrio 20 de Julio de Chía,
contaba con una numerosa descendencia, perros a quienes le había heredado su
fisionomía asalchichada y sus colores dobermanescos.
En una colina del jardín hay un niño
acostado, quien salió con su walkman a matar su solitaria tarde, escucha el
Dynamo de Soda Stereo y parece perderse en ensoñaciones. En el otro cuarto se
escucha un narrador de fútbol, o mas bien, la voz de un niño narrando un partido
de futbol, “la lleva Zidane y se la pasa a Simeone, centra al Tino, y Goycochea
no puede estirarse, que golazo, la Juventus tiene tres puntos mas en la tabla”.
Mientras tanto en los otros tantos metros de una casa grande no pasaba mucho,
pues lo espacios se consumían en la soledad de la vida de suburbio, a donde se
duerme, pero no se permanece. De la cocina salen exquisitos olores, con dos mil
pesos, los alquimistas del hogar hacen verdaderos milagros.
Tres formas dibuja el cielo en verano
y otras tres lo hace en invierno. Cuando el sol es brillante se puede ver una
circunferencia perfecta al medio día, una media luna en las horas de la tarde,
y un resplandor caer sobre el rocío de la mañana. Llueve y lo ideal se
transforma en realidad, la circunferencia se deforma en nubes amorfas de tonos
grises, asemeja al fin del mundo hasta que por fin abre un hueco por la tarde,
y es cuando se ve la segunda, el sol sale entre nubes proyectando su rayo sobre
un área muy bien delimitada, como el cielo hablando, invitando a todos a subir,
cae la tarde y se vuelve a cerrar, dejando la lluvia perderse en líneas
perfectas que caen contra el pasto. En el jardín, en verano o en invierno.
muchas cosas se pueden jugar; futbol, tirando centros por encima del tejado;
guerra de pepas de mirto; se pueden construir laberintos y poner los gusanos
del árbol de hojas moradas para que busquen la salida; jugar a las escondidas
por las noches; guerra de capalobos; destrozar la casa vacía del vecino;
subirse a un árbol; jugar a profesión peligro (yo interpretaba a la mona, la
reconocida actriz porno, pues siempre me unía cuando los personajes estaban
escogidos); acampar, hacer fogata, tomar trago, invitar a la amiga a pasar la
tarde, soñar, como lo hago ahora, cuando las palabras traen del recuerdo lo que
pasó, definitivamente el mundo da la vuelta.
Escapé por la ventana de mi cuarto,
habían rejas, y un platillo volador me llevo a dar un paseo, subimos tanto que
apenas pude distinguir como se encogía la Valvanera y la peña de Juaica. La
energía misteriosa, seguramente proveniente de los glifos lemurianos me
mostraron un televisor y un celular para decirme cada cosa que después del
viaje me iba a pasar, vi el mundo, le di la vuelta, vi la selva, permanecí en
ella, vi yogurt, y me lo comí, vi armas que no dispare; vi muñecos reír, sentí
burlas y mi ego estallaba, solo reconocí la soledad en un mundo que creía estar
burlándose de mi. Regresé molesto, inquieto, queriendo enfrentar lo que se me
había presentado. El mundo dio una vuelta, otra y así siguió, trayendo lo que
fue, lo anunciado sucedió y por alguna razón he empezado a ser liberado. Todo
prosiguió y por simple mamera de contarlo entonces desperté, y antes que
escribirlo preferí vivirlo. Las tres hojas del árbol ya no estaban, en cambio
este se veía más grande y más fuerte, pero yo ya no estaba ahí.
Quizá un cuento encuentra su mejor materia prima de los peores momentos,
una palabra puede ahogar a su escritor o rescatarlo, si este escoge morir
entonces muy seguramente se llevara a sus lectores, aunque este resucite y
encuentre la esperanza. Anécdotas hay muchas, sentimientos encontrados y
conflictos internos, un amasijo de historias que se entretejen una con otra y
en la cual nos encontramos, como futbolistas, espadachines, aventureros o
hermanos. Las otras fuerzas que se mueven suspiran formas que no somos,
especulaciones y sueños prestados, resignaciones y frustraciones, un montón de
ataduras que no dejan el espíritu ser quien es, y lo obligan, como un dominio
mal intencionado, a actuar como lo que cautivo a sus ojos tras el encuentro con
el Tv cable o el canal MTV, a las gafas y al analista, quien no solo acierta a
decir que todo es una porquería sino que además es parte de ella, pues nada
hace por ser diferente. Falsos profetas diría la escritura, como ellos nos
educamos y además nos lo creímos. Pero el mundo da la vuelta, por fortuna de
todos, y la libre elección está siempre esperando a ser usada, cual será
entonces la correcta decisión?
1 comentario:
Y mientras leo esto me parece escucharte contarlo, y me transporto a una zona selvática, una maloca, y una bióloga y un sociólogo, dos seres humanos sentados en un sitio fresco, cargado de magia, contándose historias.
Publicar un comentario