Entre
muchos cuentos se pasan los años, entre imaginaciones, realidades, sueños, fantasías,
tropezones se gastan los días de los hombres, nacemos, tenemos juguetes, todos
nos sonríen, pero conocemos el horror cuando lloramos. Dicen que cuando somos
niños somos magos, porque hasta lo que no existe lo podemos hacer existir,
logramos ver personas que no se ven, logramos crear mundos de fantasías que
incorporan personajes, historias y anécdotas nuevas todos los días, somos magos
claro que si, pero cuando crecemos es como si todo el intelecto racional del
mundo conspirara para borrar la fantasía, sin embargo, querámoslo o no, esta se
vuelve a aparecer, pero a cambio de alegrarnos como cuando éramos niños, ahora
nos asustamos, porque tememos ser tildados de locos. Nunca dejamos de ser
niños, o bueno algunos si, pero no porque no lo sean mas, sino porque lo
duermen, y a cambio prefieren vivir afanados, esclavos del tiempo. En el
colegio ser niño es sinónimo de ser inmaduro, de no aprender, de ser limitado,
a los 12 queremos parecer de 15, y a los 15 ya de 18, cuando se llegan los 23
la cosa quizá empieza a cambiar un poco, porque se empieza a mirar con
nostalgia todo lo que se ha dejado a atrás, por ejemplo “el riesgo”. Para mí el
riesgo lo represento ahora con este acto de escribir, porque a pesar de que lo
hago con insistencia se me cae la honda fácilmente y lo miro de reojo, como
desconociéndolo, y me dan ganas de no seguir, razón por la cual me toca tomar
un segundo aliento, y seguir con lo proseguido. Otro riesgo puede ser el de
pelear, el de irse a los puños con un niño del salón, sembrar la manzana de la
discordia, que se apiche hasta los años maduros cuando salen las canas y las
arrugas también, ese mismo riesgo seguramente nos daría el valor para reconciliarnos,
así sea muchos años después. Pero bueno, quizá el mayor riesgo para mi en este
momento es el de creer que exponiendo un pensamiento abierto y sincero podría estar
haciéndome algún perjuicio, eso no va pasar. Haciendo un paralelo entre un
proceso evolutivo de millones de años y un proceso “evolutivo” correspondiente
a la de un bicho humano mientras nace y muere, se pueden inferir o deducir dos
cosas, infiero que en millones de años se puede vivir y aprender lo mismo que
en una vida, deduzco que se vive entonces una vez y solo una vez, y que el
riesgo de decir que la vida no es tal retahíla de mundos escalonados ni de
cambios cualitativos en sus propiedades emergentes, no me pone en la posición
de decir que todo salió porque si, ningún ojo puede verse, si no se le quita el
mugre, y eso, en síntesis es lo que ha pasado cuando los señores creacionistas
se agarran de las mechas por definir el mismo objeto el cual tan solo observan
desde puntos de vista diferentes, y bueno por místico o científico también se
puede pecar. Que será lo que nos lleva a conclusiones, a interpelar en el
nombre de algo raro, como una escuela filosófica, científica o espiritual, es una
vicisitud de la vida que se nos vuelve problemática, pero es cierto, si hasta
el más timador también se le pasan esas preguntas por la cabeza, y por mas o
menos que se arriesgue a resolverlas, no está exento del misterio que cobija
todos los hilos de esta historia. Una mas, porque cansado estoy de perder mi
tiempo en pensamientos inútiles, se puede buscar, se puede indagar en las cosas
profundas de la vida y si gusta, en las no tan profundas también, pero eso no
es lo importante, lo importante es llevar la energía a la realización del susurro,
a la concreción de la inquietud, a la síntesis de todo, que por lo general es contradicción
por todo lado, a la que es sacrificio y felicidad, es el riesgo de existir. Cuando
se es niño, todo viene como en divinidad y nada es un riesgo, sin embargo, con
la edad se incrementan los limites que nos separan de los riesgos, es cuando se
prende esa necesidad de querer ser escuchado, de armar un juego, echarle los
perros a la niña del pupitre de al lado, hacer una cagadilla, esa misma energía
que se aprende, para bien o para mal, es el cajón de las herramientas que se
puede echar mano, obviamente, y esto no pasa cuando somos niños, en el camino
nuestro espíritu nos va enseñando la diferencia entre el bien y el mal, y el
riesgo y responsabilidad de todas nuestras acciones.
miércoles, 11 de enero de 2012
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