Y porque no mientras se pasan los tiempos echarse una ronda
por una historia que hace poco sucedió. Me refiero a la muerte de Roberto
Franco, una persona que merece, con todo el honor del mundo, inspirarse y
echarse aquí unas rolas de escritura para recordar a este gracioso y divertido
personaje que algún día conocí en Tarapacá, a la segunda semana de mi llegada,
un domingo del año 2009.
Era mi segunda semana en Tarapacá, aun no entendía donde
había llegado. Sentía una clase de contradicción extraña en el estómago, el yo
civilizado no renunciaba a morir, mientas el salvaje luchaba por nacer, en ese
proceso, esa mañana de Domingo, se bajó del avión Roberto con Javier Ortiz y
nos presentamos.
Como si ya nos conociéramos, así fue que nos conocimos con
Roberto. No me acuerdo como, pero a pocos minutos de hablar con él y con
Javier, ya yo era parte de la tripulación, de la expedición que partiría a
socializar el proyecto en las comunidades del río Cothué. Roberto y Javier se
comportaban como vecinos, algunos reconocían a Javier, y a Roberto, saludaban,
recordaban nombres y apellidos, como si fuesen una especie más de la fauna
amazónica, esa que yo apenas empezaba a vislumbrar.
La comisión que partió para el río Cothué estaba compuesta
por Nini, Manuel Miranda, Javier Ortiz, Roberto Franco y mi persona. Los dos
primeros funcionarios de parques, los otros del PNUD, y el ultimo el colao del
Sinchi. Llegamos a Lorena, a la cabaña de Parques, y encontramos que estaba
cerrada con llave, y que “El diablo” u Orlando, funcionario de Parques, no la
había dejado. Se escucharon muchos insultos contra “el diablo” en ese momento.
Nos resignamos a tener que hacer una operación de apertura de puerta con sacada
de tornillos y despegada de angeo para poder entrar. En esas, alguien leyó un
letrero que decía, “las yaves están debajo del tapete”.
Ese recorrido incluyó la comunidad de Santa Lucía, Ventura,
y Caña Brava, a esta última solo entramos y nos fuimos pues la comunidad estaba
totalmente peda de masato y chicha. En Caña Brava Roberto me contó una
historia, que hay palabras en algunas familias lingüísticas del Amazonas que
tienen raíz en el Tupi Guaraní de los indios del Paraguay. Los primeros
misioneros trajeron indígenas del Paraguay, ellos los ayudaban a comunicarse
con la gente. Ese dato me pareció increíble. Como lo que sentí cuando supe lo
de los “patones”, o “indios bravos” que yo pensaba eran espíritus del monte,
pero no, eran seres de carne y hueso, los mismos de los que habló German Castro
Caycedo en su relato de Julián Gil, en el libro Perdido en el Amazonas. Ese
libro lo leí cuando estaba en el colegio, no como una tarea, sino por
casualidad.
Roberto era una persona que sabía letra menuda, no era un
historiador de generalidades, a él le importaban los detalles, los nombres, los
apellidos, lo que vio, como era, de qué color, de qué forma, de que material,
todo tenía sentido en su mundo de reconstrucción histórica, en su etnografía
con la cual generaba diálogos de una profundidad que me dejaban de nuevo
pensando que Roberto era un amazónico más en el estuche de un rebelde de cuna,
un gozón y alegre personaje con un sentido del humor entre fino, grosero y
negro. Una verdadera caja de sorpresas.
La historia tenía que seguir. En el año 2012 me incorporé
al equipo del Sinchi que trabajaría junto con el Ministerio de Ambiente el
proyecto de Conocimiento Tradicional en Tarapacá. El día de la llegada, conocí
a María Constanza. Era la jefa por el lado del ministerio. Nos fuimos de
aventura por el río Cothué hasta buenos aires a hablar del proyecto, en esas, María
Constanza pasó largas horas leyendo un libro llamado Cariba Malo, su autor:
Roberto Franco. El mismo con el que había tenido la dicha de compartir otra
pintoresca travesía por el río Cothué.
No se si María Constanza terminó de leer el libro en ese
viaje, el hecho es que antes de irse me lo dejó con un autógrafo legalizado
tras una llamada de celular a Roberto y firmado con la transmutación manual de María
Constanza. El libro quedó en Tarapacá, leí la primera parte, se lo pasé a
Sonia, y nos fuimos para el río Cothué. El libro desapareció, pasó al Septimo
Cielo, y tuvo que volver más tarde para que lo pudiera leer, asi es la vida,
demora lo que nos interesa.
El segundo encuentro con Roberto Franco sucedió cuando
conocí a Patricia, su esposa, que trabajaba en el proyecto del conocimiento
tradicional. Artemio fue el que me dijo, “es la esposa de Roberto Franco, el de
los aislados”. La esposa de Roberto? Pensé. Que interesante, me respondí,
arremedando mentalmente al compañero Harold. Nos conocimos con Patricia, le
conté que al otro día viajaba Cucunubá con Paulis, y ella dijo que iba para
Tinjaca, podríamos irnos juntos. Por supuesto, asentí, podríamos irnos juntos.
Esa mañana, nos despertamos con Paulis en la casa de mi
abuela, era un sábado, Roberto y Patricia pasaron exactamente por la calle 92
con 16 y muy amablemente nos recogieron para llevarnos hasta Ubaté. Durante ese
viaje no se si hablamos de los aislados, o qué, pero la pasamos muy bueno, con
Roberto al volante, emulando los mejores momento de Airton Sena en las pistas
de la fórmula Uno. Contó que en unos meses viajaría a Tarapacá.
Esa vez Roberto llegó con una comisión de Parques
Naturales, y logramos conversar más a profundidad como era la historia de esos
manes que vivían entre la selva, sin procurar la cercanía física de nadie mas
sino ellos. El cuento de los aislados me puso a pensar muchas cosas, a mí y a
todos los que estábamos en Tarapacá, a Harold, a Iván, Jair, Teo, Fausto,
Victoria, y a todos los que andábamos por ahí.
Al año siguiente Roberto vuelve a Tarapacá, ya había
salido un borrador de una propuesta de Ley aprobada para la protección de los
aislados, el libro de Roberto tuvo un impacto importante entre grupos y
organizaciones que se dedican a temas indígenas, políticos, de defensa de la
autonomía de los pueblos, a ser respetados por lo que ellos decidan sobre sus
vidas. El tema fue ganando atención y mayor conciencia sobre el hilo que separa
a los Yuri y Passé de nuestras vidas. Esa barrera debe ser respetada y no ser
objeto de fisgoneo. El hilo es frágil, aprendamos y no repitamos las mismas
cagadas.
En la comunidad de Puerto Nuevo obtuve noticia que el
curaca, quien había sido guerrillero en los años noventa, tenía una historia
que contar acerca de los yuri y Passé. Aprovechando que Roberto estaba en
Tarapacá, acordamos un encuentro y una pequeña entrevista en la cual participé,
escuché de parte del curaca como estos pueblos usan las mismas trampas para
cazar dantas y borugas para alejar a los intrusos.
No siendo poco, una tarde Roberto me pide el computador
prestado para abrir un mail, se lo presto, se conecta a internet y lo baja,
deja una copia de seguridad en las descargas y obviamente yo, con mi curiosidad
y las ganas de buscar lo que no se me ha perdido lo abrí, era un informe con
las coordenadas exactas de las malocas, imágenes de satélites, y una ruta de
transeptos para monitoreo. Encontrar ese documento me puso nervioso, porque lo
creía un documento secreto, (ahora sé que eso está a la mano de quien pague un
servicio de fotos por satélite), en ese momento sentí estar desentrañando los
archivos secretos de la KGB y la CIA juntos.
Mi asombro fue tal que tuve que hacer una llamadita de
rigor, necesitaba hacer partícipe a alguien de mi hallazgo, gracia a Dios tengo
a quien, a un amigo, a William, para no solo contarle sino también enviarle el
documento, William era la única persona en la que yo podía confiar para manejar
esa información, su corazón abierto sería una ayuda para los Yuris y Passés a
vivir como les venga en gana, sin metérseles al rancho. Willisito lo
garantizaba, y se lo compartí para vivir la emoción de una manera más jocosa y
divertida.
Parte de las tareas de Roberto en Tarapacá y La Pedrera era
dialogar con las organizaciones y autoridades indígenas sobre la tarea de crear
una red de organizaciones indígenas encargadas de velar por la protección de
sus áreas de influencia, manteniéndola despejada de colonos, cazadores,
pescadores, antropólogos, misioneros que quisieran acercarse a sus territorios.
El cinturón encargado de vigilar el territorio estaría entre el rio Putumayo y
Caquetá, entre la Chorrera, Araracuara, La Pedrera y Tarapacá.
La noche concertada para la reunión prometía grandes
emociones, por un lado ASOAINTAM hacia parte activa de la discusión, Harold,
Teo, Falcón, Chucho, Tortugo y los Pipo conjeturábamos al respecto, siempre
compartiendo el asombro y la admiración por personas que tomaban la decisión de
permanecer por fuera de la babilonia, donde estamos el resto (entre comillas).
Pero en fin, de las historias que cuenta Roberto es que los aislados hacen
llover a quienes se acercan a sus territorios, su trabajo espiritual también
atiende las misiones de defensa del territorio colocando espíritus protectores
a sus alrededor.
Comenzó la reunión con una proyección de fotos que Roberto
pasaba a una velocidad acelerada, cuando todos queríamos verlas lentamente, en
medio de la reunión, se viene un aguacero durísimo, “cortico pero sabroso”, un
aguacero que hizo difícil el dialogo esa noche en un recinto cubierto por teja
de Zinc, los aislados no querían que habláramos de ellos, y nos lo hicieron
sentir. Pero como somos testarudos, igual se habló, se escuchó a Roberto,
terminó la reunión y nos quedamos con los pesos pesados de ASOAINTAM, en una
confrontación sincera sobre todo lo que había atrás, de la manera como se han
sucedido las cosas.
Sin pretender predecir la suerte de los Yuri y Passé, para
donde van, más vale la prudencia y el respeto. Las organizaciones y comunidades
deben ser conscientes y emprender campañas de enseñanza en pro de la protección
de los Yuri y Passé, lo que significa velar porque no se meta nadie, si ellos quieren
salir algún día, que no sea por presión de este lado, que sea una decisión
plena y consciente, no producto de una tragedia de enfermedades, presión por
recursos, grupos armados, mineros, investigadores o misioneros que los
presionen. Nada de eso, la historia no se puede repetir.
Pasando a otro tema, cuando Roberto iba a Tarapacá siempre
salían divertidos Passéos compuestos por la fauna sinchistica de la comarca, Passéos al pozo, por la pista, cuando
las cosas se ponían mas graciosas, Roberto siempre remataba con un apunte que
decía: “nos divertimos barato”. Recuerdo con mucha risa como Roberto se le
escabullía a una señora que le proponía cada cinco minutos que fueran a misa,
ver la cara de Roberto, de horror y de espanto, era muy gracioso, igualito a
Lee Marvin (La leyenda de la Ciudad sin nombre, con Clint Eastwood, buenísima,
con el perdón de Clint).
Hace pocas semanas me enteré que Roberto murió en un
accidente de avión entre Araracuara y Florencia. La noticia me la dio la tía
Gladis. Recordé una vez que Roberto me contó sobre una travesía en avioneta de
seis horas, historia que culminó con una exclamación “que susto tan hijueputa”.
Una avioneta con una pinche hélice adelante, sobrevolando la selva, el
territorio Yuri Passé. Roberto me contó la historia de un investigador que
murió buscando tribus aisladas en la selva, con un tono que hacía notar el
susto de solo pensar en ello. También le escuché a Roberto varias veces hablar
sobre como los Yuri y Passé acuden a su manejo espiritual para alejar a quienes
se acercan a ellos, con trampas, arreciando tormentas, usando la mente y el
manejo de fuerzas de la selva, Roberto sabía que él estaba cerca.
Aburrido quedé cuando lo supe, pero al fin y al cabo me
demostró que el destino es el destino y lo único posible es cumplirlo. Ya no
habrán más paseos con Roberto por Tarapacá, me complace pensar que lo poco que
lo conocí nos divertimos, la estima y el respeto fueron recíprocos. Ya no
habrán más historias sobre la amazonia al estilo de Roberto: el dato menudo, al
relato apasionante, con testigos con nombre y apellido (si se podían revelar),
fuentes históricas, recorridos de campo, todo para que quienes por alguna razón
estamos trabajando en la amazonia, cerca del territorio Yuri y Passé y quien
sabe cuántos pueblos más en aislamiento y resistencia voluntaria, seamos
conscientes de la responsabilidad que tiene ser vecinos de los indios bravos,
aislados, patones…, sean quienes sean, son humanos.
Adiós
Roberto muchas gracias, a donde quiera que esté, gracias.