lunes, 15 de febrero de 2016

Quien llegó primero? Una reflexión sobre la Propuesta Pluricultural de Protección de los Sistemas de Conocimiento Tradicional en el contexto de Tarapacá.

      Tarapacá, 2013.    
  
En un taller organizado por un grupo del Sinchi, encargado de hacer un levantamiento biológico, histórico, y cultural sobre las áreas de Ley 2°, o de ordenación forestal, la antropóloga que moderaba el taller hizo la siguiente pregunta: quien llegó primero? Al taller no asistieron los representantes indígenas sino solamente de las asociaciones de colonos, madereros y pescadores. La respuesta, un poco cínica, pero no por eso menos interesante, fue la siguiente: los madereros.
¿Y acaso que pasó con los indígenas? ¿Será que antes del conflicto con el Perú, esto fueron selvas inhóspitas, sin ninguna vida humana en su interior? ¿Cuál es la razón para que una respuesta de ese calibre sea dada en un taller, y que además sea aceptada como verdadera? Por supuesto la cuestión no es solo de imprecisión histórica, la razón es muy simple: el interés que existe por parte de los sectores madereros (incluyendo a CORPOAMAZONIA) y mineros, sobre las áreas de Ley 2°, considerada en Tarapacá la última reserva de la población no indígena.
En Tarapacá existe un debate actualmente: para muchos colonos, a Tarapacá llegaron los indígenas después del conflicto, cuando empezaron las tigrilladas, y la explotación de la madera. Antes de eso ellos vivían lejos, en sus verdaderos territorios tradicionales. Para los indígenas en cambio, si bien muchos saben que sus territorios de origen no están propiamente en Tarapacá, asumen que donde se encuentra el casco urbano existían malocas desde antes de la década de los treinta, e incluso había un asentamiento de los Ocaina en lo que hoy es Santa Clara. Para ellos, su identidad indígena, les permite adjudicarse el derecho de decir que este territorio es ancestral, si en algún momento de la historia algún indígena vivió en estas tierras. 
Las palabras tradicional o ancestral, son escuchadas con algo de rabia por parte de los colonos, pues seguramente con esas palabras la población indígena se les ha metido en el camino, truncando sus proyectos de “desarrollo”. Lo tradicional y lo ancestral son una categoría política en el contexto tarapaqueño, alabado por muchos, detestado por otros. Me pregunto cómo una propuesta de política que se denomina como de protección a los “sistemas de conocimiento tradicional” pueda entenderse en medio de este debate semántico. La respuesta muy seguramente nos pone en la tarea de mirar más de cerca el documento, y entender cuál es el significado de “pluricultural”, y quizá también ir más allá para saber a qué tipo de bienestar busca apuntar.  
Después de la salida al Chocó, se vislumbró un panorama más claro en cuanto a la filosofía y el alcance de la propuesta de política presentada por el equipo del MADS. Contar con el documento físico, permitió que se revisara en detalle cuales son las necesidades que busca atender la política, y cuáles son las aplicaciones que esta puede tener en el contexto amazonense. Lo primero que se notó, es que la propuesta si bien define y delimita lo que es conocimiento tradicional, evita ser una política esencialista, o excluyente de sectores de la población que no se ven a si mismos como tradicionales. Se hace énfasis por supuesto en las subjetividades de los pueblos indígenas, de los pueblos negros, pero sus instrumentos de aplicación no se constriñen a esas poblaciones.
Hago esta salvedad, porque en Tarapacá, como en muchos lugares de Colombia, la amenaza sobre la explotación extractiva de recursos es cada vez más fuerte. En este momento en el corregimiento se está debatiendo sobre los intereses de la zona de ordenación forestal, área en Ley 2, donde los sectores mineros y madereros tienen fuertes intereses. El discurso minero defiende su actividad basado en el hecho que es su último recurso para poder sobrevivir, en un mundo injusto y sin oportunidades para ellos. Por lo general justifican su discurso, culpando a un tercero, en este caso el gobierno, que es el que no da empleo, y ahora no les quiere legalizar su actividad.
En Tarapacá, se tiene la connotación que todo lo que se hace por la conservación de los resguardos, o de los bosques, es únicamente para el beneficio de los indígenas, y que los colonos, son personas incomprendidas que les ha tocado luchar solos, lo que es injusto para ellos, pues de alguna manera sienten que la nación les debe, porque si no fuera por los colonos, esto fuera territorio peruano o brasilero. Entre sus argumentos, son capaces de aseverar que antes de que aquí existieran los indígenas, llegó la bota militar, símbolo de la colonización mestiza y blanca de la amazonia. Como dice un vecino por acá, “en Tarapacá hasta los indígenas también son colonos”.
La intensidad con la que se vive el debate en Tarapacá entre los grupos indígenas y los más afines a los valores del blanco, o del mestizo, sobre quienes fueron los primeros pobladores de Tarapacá, revela que alrededor de la historia local existen implicaciones ideológicas, y que estas tienen repercusiones directas en la forma como se da la reapropiación social de la naturaleza. Si bien para el indigenismo, la legitimidad que provee lo ancestral, es prácticamente la fuerza política con la que la lucha indígena ha logrado organizarse, y obtener conquistas políticas y territoriales. Por su parte, los imaginarios del colono, siguen buscando su propia legitimidad en valores como la soberanía, la “patria” y el “desarrollo”, este último más en el mundo de las ideas que en los cambios sociales. Detrás de todo esto, está por supuesto el acceso a los recursos naturales, y la manera como se construye su uso desde los distintos actores: servicios ambientales, conservación, reserva maderera, reserva minera, territorios sagrados, etc.
La propuesta de política pública para la protección de los sistemas de conocimiento tradicional, puede convertirse en una herramienta más que lesione los intereses de los grupos no indígenas de la región. Esto puede suceder, por supuesto, si antes de conocer la propuesta, se le juzga por su nombre y lo que se hace es desconocerla. Si revisamos la propuesta, esta contempla también estrategias que dinamizan la economía local de un pueblo, y que además pueden traer interesantes perspectivas de aprovechamiento a futuro.
Considero que la propuesta, a pesar de estar sustentada en los principios más sagrados de los pueblos minoritarios, como es el respeto a la madre tierra, y la protección de los saberes ancestrales de las comunidades, también es condescendiente con las sociedades que de uno u otro modo, no sienten mayor identificación con este discurso. Los principios de la de la sustentabilidad ecológica en el aprovechamiento de la agrobiodiversidad para la búsqueda de alternativas de integración a mercados mayores, es una línea de trabajo que puede llamar la atención de las personas que hasta ahora solo ven en la palabra “explotación” la única posibilidad económica de sus “estancados” gremios madereros o mineros.
La interpretación que las organizaciones de Tarapacá han hecho de la propuesta los ha llevado a iniciar estrategias que pueden convertirse en importantes dinamizadores de las economías locales. El procesamiento de yuca brava para fariña ya es una actividad económica que viene cogiendo fuerza entre las familias de ASOAINTAM y la comunidad de Puerto Nuevo, los cuales, ante la coyuntura actual de escasez, tienen en sus planes convertirse en importantes productores de fariña. Este es un claro ejemplo, como la protección al conocimiento tradicional es también un móvil económico de sobrevivencia. La línea de aprovechamiento de productos promisorios que trabaja ASMUCOTAR, es otro ejemplo de cómo es posible constituir un negocio rentable, con una de las características que resalta la propuesta de política, como lo es, la distribución justa y equitativa de las ganancias.
El proyecto de consolidar un mercado local para el intercambio y comercialización de productos por parte de los mismos chagreros y productores, también es una iniciativa que contempla la necesidad de abrir alternativas económicas. A esta, se pueden sumar otros sectores de la población tarapaqueña, como lo es la naciente Asociación de Campesinos, la Asociación de Pescadores, la Comunidad de Puerto Ezequiel, Gaudencia y la Asociación de Colonos. Lo importante es que la política promueve una ética de aprovechamiento basada en la sustentabilidad ambiental de los conocimientos tradicionales, y si esta política logra calar más en aquellos sectores de la población que por razones de la historia se sienten excluidos de todo lo que llaman tradicional, y se logran reconocer en ella como personas con conocimientos y capacidades para adoptarla, seguramente los sectores que se hacen llamar colonos encuentren alternativas económicas interesantes, que les permitan un mayor desarrollo de su creatividad, antes de estar esperando si el gobierno legaliza o no su actividad minera o maderera.

Todo es cuestión de por donde se mire la cosa, dice el adagio popular, si la mirada pluricultural de la propuesta de política pública para la protección de los sistemas de conocimientos tradicionales, es lo suficientemente fuerte para revertir el esencialismo local en el cual se interpretan las categorías de “colono” e “indígena” en Tarapacá, la propuesta puede hacerse valer como un medio efectivo de garantía de bienestar para todos los sectores de la población. De lo contrario, seguiremos presos en un mundo de falsos imaginarios locales, donde se mira lo tradicional como contrario al desarrollo, lo mestizo como contrario a lo indígena, y quizá nunca dejemos de estar discutiendo por responder a la pregunta, quien llegó primero

1 comentario:

Abel Santos dijo...

de algo estamos seguros que no fueron los colonos.