domingo, 2 de noviembre de 2014

Creo pero no creo.

Creo pero no creo. Es la mejor manera que he encontrado para definir una sensación que me alberga, y es la idea del fin, no de la vida, sino de la humanidad. Puedo empezar por despojarme de mis propias creencias, o más bien prejuicios, como los que siento cuando escucho hablar del fin de los tiempos a algún religioso, o místico, me alberga una sensación de rechazo, quizá por la naturaleza de cada quien en preservarse, y evitar cualquier cosa que le recuerde que la vida no se trata solo de vivir, sino que de pronto hay una historia en todo esto, suena aterrador, sobre todo para quienes no lo asumen como tal. Otro prejuicio que me alberga es el de los científicos, cuando hablan de la transformación de la materia y ejercen su conocimiento, con un velo tal que no dimensionan lo que dicen, como si aquello que descubren nada tuviera que ver con ellos. Hay risas arrogantes, de todos los lados, de los que creen y de los que no, dejando la pregunta más profunda aun, que será verdad en todo esto? Pero de todos estos, el más grave de todos no es el del religioso ni el científico, sino del que escucha, acepta, entiende, y aun rechaza todo tipo de verdad. No sé por qué escribo de estas cosas con tan poca precisión, como si quisiera decir algo, pero aun no lo hago por cuidar la manera en que lo voy a decir, pero lo voy a decir, el mundo se va acabar, y nosotros nos vamos acabar con él, nuestros cuerpos morirán y la suerte será indistinta a todo, incluso a los mismos actos de los hombres, pero resulta que lo que se muere es el cuerpo, incluso la naturaleza lo puede hacer, pero entonces me pregunto que va pasar con toda esta energía, acaso la vida se reduce a lo que vemos, o lo que los biólogos definen como organismos vivos? Yo creo que no, la vida va mucho mas allá de eso, y por eso me sigue albergando la pregunta que pasará después de todo esto, seguiremos los mismos, de otro modo, en otro lugar, sobreviviendo y cuestionándonos, o todo será resuelto, la injusticia no existirá y todo será tan justo que no habrá nada mas por lo que moverse, o la voluntad se irá a la conciencia divina, o ahí estaremos nosotros para verlo, que estúpida e importante pregunta es esta. Pero dejémosla hay porque la verdad no tiene solución, a cualquiera solo puedo responder, creo pero no creo. Más bien la cuestión de vivir esta ahora mismo. Si, es muy fácil decirlo, no nos vamos a sentar a esperar la muerte, porque nada de esto tiene sentido, eso no lo creo, pero en algo si creo, y es que solo por creer que se hace lo justo, no necesariamente se está haciendo lo justo, debe haber algo mas, que afirme la justicia no por sus actos sino en su mismo ser, que es eterno. Así como una gota de agua es la prueba que el océano existe, así mismo el hombre es la prueba de que Dios existe. Digo yo creo en el amor, pero no en el amor por si mismo, sino en su principio divino, por amor estamos acá, Dios nos ama, vinimos a aprender a amar, el amor es la energía divina, la de la armonía, la belleza, la justicia, la caridad, la piedad, la compasión, la enseñanza, el amor viene de la gracia, de quien es amor en sí mismo, y Dios es amor. Bendito tú seas Dios, o por quien más podemos vivir, más que por realizar tu amor en esta vida, en este cuerpo humano que nos has dado, perfecto, y mortal. Si, Dios está en nosotros, a través de su Hijo. 

Escrituras apocalípticas.

Un recurrente efecto de la escritura y de la oratoria, es el de emplear tácticas enunciativas que pongan en falta al emisor hacia algo abstracto, superior y profundamente interno, hacer sentir el llamado, crear la estrategia de producción de la creencia, bajo un esquema de signos dispuesto de forma tal, que la única forma de leerlos es leyéndose así mismo, personalizando la señal. Más le vale a un religioso o a un científico ser reconocido como profeta que como escritor, la realidad objetiva solo causa influencia cuando la información se transforma en simbolismo. Para el religioso no solo es importante contar una historia, ni para el científico es suficiente con un diagnóstico de resultados, el sentido de los hechos develan un misterio, anuncian tendencias o marcan caminos para actuar, como narrando una historia que se vive en el mismo momento. Este poder es bien conocido por los sacerdotes y estudiosos de las sagradas escrituras, es el poder que establece una matriz de creencias, capaz de reproducirse y adaptarse al curso del tiempo. Para algunos lo apocalíptico no es más que un estilo literario, estimulante y fuertemente adictivo, pero para otros, la misma escritura es el objeto de la adivinación profética, porque mientras se hace, se puede llegar a sentir que no es la razón, ni el pensamiento de la persona la que lo hace, sino un espíritu que llega y profetiza.