jueves, 29 de septiembre de 2016

Multiplicado por tres

En ciclos aparece la imagen nerviosa, la que hace dudar, la que hace escapar, asi fueron los tiempos, los ayeres narrados, muchas veces confuso, muchas veces sin uso, pero resulta que ahora los tiempos son otros, no soy el mismo, ni camino en dos pies, por ahora son seis, y eso es asi, asi lo escogí, lo decido vivir, entonces respiro y siento cabeza, no se trata de creer lo que no se ha de ver, sino mas bien de sentir que muchas veces triunfé con la ayuda de Akash, con la ayuda de Allá, entonces respiro y me vuelvo a decir, son seis pies, y seis manos también, sesenta los dedos, y tres los ombligos, con el corazón lo recibo, a mi me perdono, a los otros perdono y sigo en decoro.

Vueltica al Sol del mismo Sol.

Mañana te das una vuelta, haces volar al tren, o caes de bote para atrás, mañana quizá abras los ojos a la ciclícidad del tiempo y sientas que hay algo conocido pero nuevo al mismo tiempo, mañana te parecerá extraño encontrar una vela al frente tuyo, invitándote a soplar y a apagarla con tu aliento, o más bien mañana todas estas cosas no sean más que algo pasado o nunca sucedido, porque de la manera como piensas y percibes la vida es imposible capturarla en las palabras que te escribe papi, sea lo que sea que pase mañana, cuando la Serpiente Cristal te haya visitado, el universo hace un bucle fantasioso llamado cumplir años. A ti Tomás que la vida te envuelva en estelas luminosas, que te de buenos paseítos, y juegos divertidos, cuando se cumple años no se espera nada más que ser feliz y, agradecer estar vivos, abrir la curiosidad a lo que podamos crear, y quizá poco a poco darse cuenta que el tiempo en el cuerpo que habitamos no es eterno, algunos llaman a eso angustia existencial, pero yo te digo que eso no es, sino más bien lo llamaré regocijo creativo, porque la no eternidad del cuerpo es la eternidad del espíritu, de lo que permanece más allá de los conocimientos de esta vida. Parecerá que te escribo mientras escondo algo que no sé qué es, pero desafío a mi mente y llevo la atención al centro del corazón, para proteger tu vida y darte bendiciones, para que vivas lleno de felicidad y sabiduría, feliz cumpleaños Tomás, agradezco tenerte conmigo, y pido a Dios el temple para ser una persona útil en tu vida, que tu vida sea fructífera y abundante en virtudes, que la realización se haga, en cada uno de nosotros, en Paulis, en ti, en mí.

No eramos clientes, eramos estudiantes.

Y ahora que acabo de ver una foto de M. Jeangros por el Facebook, quien se encuentra en la clínica por un problema de salud, me animo a contar una historia que pasó por allá en 1993 cuando cursaba mi primer sexto bachillerato. El Refous que me tocó, el de los años 90, no era el mismo del que escuchaba hablar sobre grandes excursiones al nacimiento del rio Magdalena, y a otros puntos de la remota geografía nacional, quizá por los múltiples conflictos de nuestro país que en esa década estaban en su mayor esplendor, o porque los estudiantes de esa época no éramos los niños de “buenas familias” de otras décadas (como Pombo o Peñalosa que acompañaban a M. Jeangros en la foto del face) y a M. no le parecía justo pedir grandes sumas de dinero para financiar esos viajes. Pero en fin, una tarde de esas M. nos mandó a llamar a dos salones para decirnos que en dos días haríamos una excursión a las montañas de cota, la emoción no se hacía esperar (quizá la misma que sentía un cubano cuando le decían que iba a salir del país). Para esa excursión M. dio las siguientes instrucciones: todos debíamos traer, en una bolsa plástica amarrada al pantalón, un bocadillo, un pan, una fruta y algo de tomar. Llegó el día de la excursión y nos formamos para salir, cuando M. empezó a revisar uno por uno que lo que lleváramos fuera, ni mas ni menos, lo que él había dicho, y como lo había dicho. Obviamente, muchos entendimos su instrucción de una manera metafórica, y las mamás para que su niñito no pasara hambre empacaron bonyures, sanduches, pollos asados, litros de gaseosas, y muchos otros productos que M. fue recogiendo en una canasta llenándola hasta el tope. La canasta, llena de las vanidades y apariencias que M. decía era más para hacer campaña política que para alimentarse fueron donadas inmediatamente a la escuela de Cota, recuerdo que yo llevaba exactamente lo que había pedido, pero la embarré empacándolo en una bolsa de tela, por eso perdí todo, y me fui sin nadita que comer. Algunos si lograron pasar el examen, mas o menos la mitad de los alumnos. Y así nos fuimos, con M. Jeangros a la cabeza, y cuando llegó la hora de comer nos dijo, los que quedaron con bolsita de comida júntense con los que no tienen, afortunadamente mi hermano, quien también venía, se había salvado, y compartimos la comida de su bolsita. Todos comimos, nadie quedo con hambre, ni se veía triste por haber perdido esos productos que más que alimentos eran símbolos de estatus que sirven para trasladar las diferencias de la sociedad al colegio, y es que si algo tenía el Refous es que nosotros éramos estudiantes, y no clientes, y nadie era tratado peor o mejor por lo que poseía o representara, quizá si habían diferencias lo eran por el rendimiento académico, o disciplinario, o por algún componente de la vida estudiantil. Parecerá una historia simple, pero para mí en ese momento significó mucho, seguramente porque sabía por amigos y conocidos, que en muchos otros colegios la dinámica era completamente distinta, que los estudiantes valían por su dinero, por su estatus social, y en muchos casos eran clientes de una institución que debía adaptarse a sus caprichos, y ese era el punto por el que muchos estudiantes y padres de familia no terminaban aguantándose el Refous, porque en algún momento sentían limitada su capacidad de imponer sus normas sobre las de un colegio que proponía unos valores muy diferentes a los que movían a la sociedad de consumo. Pero bueno, esas son mis interpretaciones, lo cierto es que vi en la foto del Facebook a M. Jeangros bastante viejo, y con ellos el pensamiento inevitable de que en cualquier momento se vaya para siempre, realmente agradezco haberlo tenido en el colegio mientras estuve.