domingo, 12 de marzo de 2023

Recordar

En el viaje de la conciencia son muchos los eventos que suceden, siendo los mas interesantes aquellos que figuran de entretenidos y menesterosos, donde se escriben verdaderas epoeyas, prestas a ser recordadas por los años que duren los años, después, quien sabe. Por ahora solo queda que en el camino se cocinen las energías y fuerzas del arte, la impro y el teatro, que no se pierda ese sabio acompañamiento a los trabajos que realizo de sociólogo internacional, que mas da.

Allá en el Abyss seguro que nos vemos

Volando lejos, volando voy, encima de países y continentes mucho lo nuevos para mi, ahora sobre India, antes fue Bangladesh, pronto pasaremos cerca a esa pequeña isla que habitan los Sentilenses, esa tribu que resiste al paso del tiempo, a la globalización y a las consecuencias de la unión de las pangeas. Con ese espíritu de esa gente me lleno, porque voy a un encuentro sobre conocimientos indigenas, veinticinco horas volando que deben tener su razón de ser, y así mismo lo canalizo y conjuro para que se hagan cosas de provecho y menesterosas por la salud planetaria. Sin expectativas el pájaro de hierro se acerca a su destino, mientras afino la energía y la tarea. Que deparará este muy corto y muy extraño viaje no lo sé, pero invocó lo mejor, me concentro, y condenso la energía con decisión. En el viaje dos películas interesantes me llegaron, una sobre la vida de Elvis Presly y la otra sobre Bruce Lee, los dos murieron jóvenes. El primero, según la película, de amor, y el otro de un dolor de cabeza. Morir por amor incluía grandes dosis de vida desordenada, mientras Bruce Lee, el ejemplo de la salud y el ejercicio, murió de repente, a los 32 años por un dolor de cabeza. Moraleja, seamos quienes seamos vamos a morir, segundo, ojala muramos cumpliéndole al destino y no escondiéndonos de nosotros mismos, y tercero, buen viaje porque allá en el Abyss seguro que nos vemos.

Chi

Que se traerán las huestes mismas del destino cuando decidieron por alguna razón llevar al escribiente a un destino lejano: Chiang Mai, Tailandia. No lo sé realmente, pero no es la primera vez que mi destino se ve atravesado por el Chi. Crecí en Chía, viví en Chiapas, en Chile, en Chiguayante, mi vida en parte ha sido una reminiscencia constante de lugares que me recuerdan los olores que sentí en mi infancia, en Chía, un pueblo cercano a la ciudad de Bogotá, en la sabana de los muiscas. Las aventuras se abren y nuevas fronteras conozco, que se hagan cosas mucho lo bellas por esas tierras, que se de buen fruto y comparta palabra de vida. Parto con mi familia en mi corazón, con la confianza que el viaje sea provechoso y algo bueno quede, algo que jale a ese reencantamiento responsable y realista de la vida, que se junten los corazones, que se afirme las voluntades para la regeneración planetaria. Vuela el águila y observa, no olvida los detalles y pone cuidado a su paso, viendo el ancho de sus alas y a quienes vuelan en otras direcciones, en otras líneas que se recorren. Bienvenido a este Chi, a esta energía vital, newen que guía y da fuerza a cada paso, al cruce de los mundos y la alegría del encuentro.

Mientras algún soplo nos lleva

De viaje por la vida, en el paseo de la conciencia, regreso a la caverna, hablo con mis sombras. Los muros de adobe, el cactus de la montaña, la arena y la piedra acompañan nuestro caminar. Volver a Cucunubá, a la misma casa a la que llegué un día de octubre de 2008, proveniente de Australia, a la que muchas veces me recibía en mis tiempos fuera de la Amazonía, a la misma casa en donde reposaron los miles de metros de escriturología, ahora guardadas y esperando el momento paleontológico de su salida a la luz, de su conocimiento tempestivo por fuera de los limites de esta ya famosa historia. Se siente bien, como en casa, ya no con mi papa y mi mama sino con Guillermo y Helena, desde aquí se cocina el próximo Zeppelin que montara a la familia en una nueva nave justa e inspiradora para lo que se ha de vivir. El presente es intenso, trae muchas cosas a cada segundo, abruma en señales que muestran un destino quizá siempre no imaginado, hasta que llegue la hora del caifas. Pero bueno, por ahora, celebro, volver al camino de Santa Barbara, o la Capilla de Lourdes, cualquiera que sea, todo cucunubense sabe que es la misma historia con diferente nombre, parto desde lo que se dejó en esta tierra, apoya mis días, mientras algún soplo nos lleva.

Volver

Volver a la misma casa a la que varias veces volví, dormir sobre un colchón en que muchas veces dormí, caminar por calles que conozco, ver caras conocidas más viejas que la última vez que las vi, como la mía, que también cambia y envejece. Sin mucha claridad hacia el destino, Abril y Tomás aterrizan en Cucunubá, es como volver a la matriz, donde yo nací, donde Paulis nació, para engendrar un camino que paso a paso mostrará la mejor pisada.