lunes, 19 de diciembre de 2022

Cuando todo pasa por la cabeza

 Se ve como un hilo, que empieza en el centro y se enrolla hacia sí mismo, llega, no sé a dónde, pero parece posarse sobre algo que prefiere no decir, trae recuerdos del pasado, cuando las palabras tenían el color de las que tienen ahora, emocionales, sentimentales, sensibles, enroscadas hacia sí mismas. Luego me separo un poco más, y veo que el hilo hace vueltas que dilatan la percepción y la vibración. Para que sentir, pensar, creer, crear, sino está el trascender, hay que buscarlo, hay que aprender algo nuevo que ayude a ello, hay que amar el trascender, para que pase, solo se puede por medio ya no del enrosque hacia sí mismo, sino en el desenrosque de la emocionalidad y la concentración en la realización, en el despliegue de las mejores facultades, en el despertar de la energía y el alineamiento de los centros energéticos. Así se salta de esa voz emocional y afectada a una más bien sensible y tranquila, capaz de tomar decisiones difíciles, capaz de amar la verdad, de sentir con el amor, y permanecer ahí. Antes de escribirle, escribo, yo, escribo no se para quien, ni se porque me lo pregunto, pero escribo, y no paro, cuando para, no pasa la escena a la siguiente, y me siento como repitiendo un año, otra vez, con barba y pasado de años, con niños al lado en un salón de la campiña Rejus. Pero todo ha pasado, incluso esa campíña pasará y al final llegaremos a una suerte de trascender si o si, pues es quizá destino, o mas bien el sin sentido de la física, cualquiera que sea ahí vamos. No quedarme tanto en las formas sino en el fluido natural que lleva a, sin dramatismos de que tal que mañana bla bla bla, sin la anestesia de la incompasión que me hace actuar como si nada pasara, porque no es asi, es importante y hay que darle el tratamiento de algo importante, hay que darle tratamiento. El frio va cumpliendo su misión y ahora hace falta encender el fuego, con la responsabilidad de que no salga el humo que nos ahoque. Me voy en idealizaciones y sucesos, en pensamientos de hoy sobre un pasado que inventé, pero que no inventé solo claro que no, sino con otros y otras que estuvimos ahí, compartiendo la existencia y aprendiendo el uno del otro. 

Cuando todo pasa por la cabeza, cuando se recuerda con intensidad, cuando se escribe en un invierno chileno, parece que las palabras se saltan del cerebro directo al teclado. Como fue que todo esto devino, no lo sé, solo sé que así fue que empezó todo, con él a mi lado, con mi hermano. Fuimos hechos de la misma madre y el mismo padre, nacimos con un año y algo de diferencia, crecimos juntos, bajo el mismo techo hasta algo así como los 24, 25, más o menos. Tan solo la posibilidad de pensar que algún día el pudiera leer estas palabras, que si están aquí en el internet quizá la posibilidad exista, un poco, al menos, me hace sobresaltarme y encender el pecho de emociones, bajo un presente difícil al cual nunca quise llegar, pero seguro colaboré. Soy humano, y así como tengo todos los defectos que mi hermano conoce de mí, tengo muchos otros más que él ni conoce, así que no abogo ningún tipo de superioridad moral en nada, tan solo opero como voy APRENDIENDO EN LA VIDA, perdón por si alguna vez mi vida lo ha hecho sentir amenazado, o debilitado, o lo que sea que no corresponda al sentimiento amoroso que permanece.

Mi mamá llamó, desde Santa Marta, me mostró el trópico, el centro histórico de la ciudad, me dice que está feliz, que espera a mi papa. Ojala llegue, para que al menos algo de final feliz tenga esto, ojala llegue y se acompañen. 

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