viernes, 17 de febrero de 2012

Tres hojas cuelgan de un árbol.


El mundo da la vuelta y vuelve a traer lo que paso, lo que fue anunciado se cumple, lo que se presiente luego se siente, y nada es por siempre. Vi tres hojas pender del árbol en el patio de la casa, una amarilla amenazaba con caer, pero no caía; la otra verde como un olivo, se veía fuerte pegada a la rama, pero se cayó; y la última estaba seca en el suelo. En el ángulo opuesto dormía Timoteo, mi perro de Chia, él gustaba mucho de no hacer nada, o al menos así se le veía en la casa todos los días, de vez en cuando ladraba, obviamente echado. Su lugar favorito para dormir era la primera sala de la casa, lo arrullaba la música clásica que ponía mi mama, y no lo espantaba Ultrageno. Timoteo tenía una doble vida, la del perro bueno de casa, con cara de guaimarón, amable, manso, le ladraba a los extraños, aunque no muy en serio. Su otra identidad era la de Pirulo, nombre que tenia en la mal llamada calle de los diablos, el sector mas humilde del barrio 20 de Julio de Chía, contaba con una numerosa descendencia, perros a quienes le había heredado su fisionomía asalchichada y sus colores dobermanescos.

En una colina del jardín hay un niño acostado, quien salió con su walkman a matar su solitaria tarde, escucha el Dynamo de Soda Stereo y parece perderse en ensoñaciones. En el otro cuarto se escucha un narrador de fútbol, o mas bien, la voz de un niño narrando un partido de futbol, “la lleva Zidane y se la pasa a Simeone, centra al Tino, y Goycochea no puede estirarse, que golazo, la Juventus tiene tres puntos mas en la tabla”. Mientras tanto en los otros tantos metros de una casa grande no pasaba mucho, pues lo espacios se consumían en la soledad de la vida de suburbio, a donde se duerme, pero no se permanece. De la cocina salen exquisitos olores, con dos mil pesos, los alquimistas del hogar hacen verdaderos milagros.

Tres formas dibuja el cielo en verano y otras tres lo hace en invierno. Cuando el sol es brillante se puede ver una circunferencia perfecta al medio día, una media luna en las horas de la tarde, y un resplandor caer sobre el rocío de la mañana. Llueve y lo ideal se transforma en realidad, la circunferencia se deforma en nubes amorfas de tonos grises, asemeja al fin del mundo hasta que por fin abre un hueco por la tarde, y es cuando se ve la segunda, el sol sale entre nubes proyectando su rayo sobre un área muy bien delimitada, como el cielo hablando, invitando a todos a subir, cae la tarde y se vuelve a cerrar, dejando la lluvia perderse en líneas perfectas que caen contra el pasto. En el jardín, en verano o en invierno. muchas cosas se pueden jugar; futbol, tirando centros por encima del tejado; guerra de pepas de mirto; se pueden construir laberintos y poner los gusanos del árbol de hojas moradas para que busquen la salida; jugar a las escondidas por las noches; guerra de capalobos; destrozar la casa vacía del vecino; subirse a un árbol; jugar a profesión peligro (yo interpretaba a la mona, la reconocida actriz porno, pues siempre me unía cuando los personajes estaban escogidos); acampar, hacer fogata, tomar trago, invitar a la amiga a pasar la tarde, soñar, como lo hago ahora, cuando las palabras traen del recuerdo lo que pasó, definitivamente el mundo da la vuelta.

Escapé por la ventana de mi cuarto, habían rejas, y un platillo volador me llevo a dar un paseo, subimos tanto que apenas pude distinguir como se encogía la Valvanera y la peña de Juaica. La energía misteriosa, seguramente proveniente de los glifos lemurianos me mostraron un televisor y un celular para decirme cada cosa que después del viaje me iba a pasar, vi el mundo, le di la vuelta, vi la selva, permanecí en ella, vi yogurt, y me lo comí, vi armas que no dispare; vi muñecos reír, sentí burlas y mi ego estallaba, solo reconocí la soledad en un mundo que creía estar burlándose de mi. Regresé molesto, inquieto, queriendo enfrentar lo que se me había presentado. El mundo dio una vuelta, otra y así siguió, trayendo lo que fue, lo anunciado sucedió y por alguna razón he empezado a ser liberado. Todo prosiguió y por simple mamera de contarlo entonces desperté, y antes que escribirlo preferí vivirlo. Las tres hojas del árbol ya no estaban, en cambio este se veía más grande y más fuerte, pero yo ya no estaba ahí.

Quizá un cuento encuentra su mejor materia prima de los peores momentos, una palabra puede ahogar a su escritor o rescatarlo, si este escoge morir entonces muy seguramente se llevara a sus lectores, aunque este resucite y encuentre la esperanza. Anécdotas hay muchas, sentimientos encontrados y conflictos internos, un amasijo de historias que se entretejen una con otra y en la cual nos encontramos, como futbolistas, espadachines, aventureros o hermanos. Las otras fuerzas que se mueven suspiran formas que no somos, especulaciones y sueños prestados, resignaciones y frustraciones, un montón de ataduras que no dejan el espíritu ser quien es, y lo obligan, como un dominio mal intencionado, a actuar como lo que cautivo a sus ojos tras el encuentro con el Tv cable o el canal MTV, a las gafas y al analista, quien no solo acierta a decir que todo es una porquería sino que además es parte de ella, pues nada hace por ser diferente. Falsos profetas diría la escritura, como ellos nos educamos y además nos lo creímos. Pero el mundo da la vuelta, por fortuna de todos, y la libre elección está siempre esperando a ser usada, cual será entonces la correcta decisión?

1 comentario:

Andre. dijo...

Y mientras leo esto me parece escucharte contarlo, y me transporto a una zona selvática, una maloca, y una bióloga y un sociólogo, dos seres humanos sentados en un sitio fresco, cargado de magia, contándose historias.