jueves, 8 de mayo de 2014

Pensamientos de Aurelio Gallo después de su enfrentamiento con los científicos piratas.


En una de las pocas aventuras que se puede dar cuenta de la vida de Aurelio Gallo, se cuentan un par de esas en que con alguna malicia, no exenta de menesterosidad, se enfrentó a una tanda de rufianes que defendían unos puntos de vista ajenos a su razonar. Se piensa que no fue justo por parte de Aurelio Gallo operar de la misma manera, pero mucho a él lo embejuca que no se trate con humanidad al ente investigativo, sino como a una computadora a la que se le hace click para que saque resultados, para que diga cosas, y trate con problemas, como si eso en algo le importara a quienes de cerca viven el problema. Pero es que resultase que Aurelio Gallo era más un alquimista que un químico vermicular, prefería este las artes sensoriales y de la experiencia, que lo que en muchas reglas de la lógica y la experimentación se busca formalizar. Como presidente en pleno del Escuadrón General de la Revolución de la Recocha, algunas medidas de facto se tomaron en contra de los piratas que buscaban convencer a un noble auditorio de lo que para ellos era el sano razonar, y forma de administrar las vicisitudes de la vida, olvidándose de la dignidad, olvidándose de lo dulce, en un ritual cruel donde se busca acabar con el expositor. Vendrían batallas quizá más crueles, que de pronto lo sacarían de las ropas y retaría a duelo a los tiranos bucaneros, desenfundaría su ambil mágico, para hechizar y corregir, sin ningún pomperio, con poco de improperios, porque así el corazón arda con la furia, así se quiera cambiar todo de una vez, eso no es así, ni va a suceder, pero hay que tener fe en que las cosas puedan cambiar, y trabajar con inteligencia y corazón en el dia a da de la vida, poniendo mas atención a las cosas importantes, restándole importancia a las informaciones que deben capturar otros pero no el profesor, el profesor Aurelio Gallo, fino maniobrador a la hora del recreo, conjurador de las cosas del destino, para que este sea, así sea, un poquito más lo divertido. Preguntábase muchas cosas, en las iniciaciones alquímicas de la estadística compleja, preguntábase eso pa que servía y si tal conocimiento era el que buscaban realmente los llamados estadistas, pero aun así dudaba, desconfiaba de la veracidad de la información, por no ser simple ni venida del lenguaje común, y aun haciendo un llamado a lo complejo, solo podría encontrar sentido cuando de divertir el sieso se tratase, y de comprender que la única estadística que le debía interesar, era aquellas que era alquimia, que tenía poder, y chance de transformar. Acordose entonces de todos los científicos, de aquellos que pasaron por la tierra y dejaron descubrimientos implacables, su bronca no era con ellos, sino con los impostores que con soberbia disimulaban seguir a tan grandes sabios. Un Einstein, un Lamarck o un Pasteur quizá no fueron solo reconocidos por sus conocimientos científicos, sino por ser personas con mas que una pizca de corazón. En estas y otras conjeturas se encontraba Aurelio Gallo, afinando la paciencia, mordiéndose la lengua, consintiendo el fuego eterno que en el corazón y la verdad se encendía, mesurando un poco la actuación para no ocasionar la afectación, esa que hace ver la escena, como un acto impostado y fastidioso, y que se acrecienta de mucha manera cuando la maniobra se adhiere al fino razonar.

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