lunes, 30 de marzo de 2015

Mantener el equilibrio.

Caer, respirar, aceptar, no entender, pero volver aceptar. Cuando ese espíritu domina, cuando todo son sensaciones e imágenes en piel, hay que dejarlo pasar, hay que darle curso, ser misericordioso con el propio cuerpo. Pero dado que la conciencia mira al punto del equilibrio y no de la complacencia, la severidad se debe hacer presente para atajar lo que ya es demasiado e infructuoso, sobre todo cuando la conexión es profunda, y lo que se piense y haga desde acá, tiene influencia allá. Es la responsabilidad y el valor de reconocer que en el lado femenino, lo que tiene Netzach, Yesod y Hod, debe ser contenido y únicamente ofrecido al ser que me acompaña. Esa lección ya me la sabía, de modo intuitivo, y hasta con profundo conocimiento del árbol de la vida, pero no la aplico, y eso es lo que me preocupa. La voluntad realmente es la síntesis de todo, pues cada parte simplemente es un mecanismo de una máquina, pero esta no se mueve de manera coherente, no va donde quiere ir, sino es en la voluntad que se ejercita. Ya pasó, y no hay pecado ni tampoco complacencia, más bien acción, decisión de jugar con sabiduría, porque en este cuerpo estoy empacado temporalmente, y así mismo es sagrado templo de lo venidero, abogo a la alta jerarquía para la templanza, para el equilibrio y la sana práctica de todo arte que pueda ser provechoso para la vida, siendo consiente de cuando se llega a la cuerda floja, o bien aprendo a caminar en ella, o bien me alejo y piso suelo sólido.

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