martes, 20 de octubre de 2015

El fin del mundo

Pasar el umbral de la deforestación, de los residuos que los cuerpos de agua pueden asimilar, de los rellenos sanitarios, del humo en las calles, pasar el umbral de la capacidad del planeta para soportar nuestra presencia es algo que vivimos somos la historia que tiene que asumir las consecuencias de un planeta en crisis. Para muchos es mas facil no pensar en estas cosas, pero tarde que temprano se encontraran con las consecuencias, siendo imposible para todos los seres humanos no darse cuenta de la historia ambiental del planeta.
El destino parece oscuro si vemos que en un mundo cada vez mas plagado de conflictos por el agua, erosión de suelos, minería son pocos quienes se preocupan por ello, y muchos menos quienes están dispuestos a asumir algún costo por ello. Desde la economía ambiental se nos ha enseñado que los daños a los recursos naturales por actividades productivas son cuantificables y por eso mitigables por mecanismos de compensación, y bajo esa premisa se nos ha vendido que es posible un planeta verde, y con tasas ascendentes de crecimiento económico para todos los países.
Pero lo cierto es que la raíz de los problemas ambientales no es un asunto técnico económico, muchos investigadores y estudiosos no se han cansado de mostrar el absurdo sistema económico en que vivimos, donde los recursos naturales se asumen como ilimitados, o por mucho como capitales naturales. Si el planeta esta desordenado, es porque el pensamiento esta desordenado, dicen los indígenas de la amazonia, y eso nos pone en la no muy cómoda posición de aceptar que el proyecto de la modernidad y de la todopoderosa sociedad occidental se ha erosionado hasta puntos donde es imposible mantener el optimismo tecnocrático al cual nos tienen acostumbrados los políticos y tecnófilos que dicen que todo es cuestión de acceder a la información y a la educación, cuando lo que vemos es que es esa educación que no se cansan de defender los modernistas es la que nos ha llevado a este desastre.

La perspectiva pesimista puede ser excusa para muchas cosas, para construir un discurso filosófico que rebata todos los presupuesto del sentido económico que nos ha adoctrinado y que ha sido naturalizado hasta el punto de convertir en mercancía hasta los mismos argumentos que rebaten sus principios, o puede ser una excusa para levantarse como un profeta ecológico aludiendo a la recomposición espiritual del ser humano, y a su vínculo con la madre tierra como la forma de encontrar esa relación sagrada y armónica con Gaia, o como quien se reinventa a la luz de los conocimientos ancestrales resolviendo el problema por las vías de la alquimia. La crisis ecológica en pocas palabras es lo más parecido al fin del mundo.

No hay comentarios: