sábado, 24 de febrero de 2024

La irracionalidad absoluta

Tengo entendido que hace más de 100 años, cuando mi bisabuelo llegó del Líbano a Colombia, la violencia entre diferentes grupos, ya sean religiosos o políticos, era una constante de aquella época, así como lo es hoy en día y en muchos otros lugares. Especialmente en ese entonces, desde los últimos siglos previos a la modernidad, los motivos religiosos han animado toda suerte de disputas por territorios que para estos grupos son sagrados.

Causa mucho estupor ver cuál es el resultado de una región donde la sacralidad y las creencias se viven, en muchos aspectos, como derechos para dominar a otros por la fuerza, o para marginar al que cree diferente, o a las mujeres por considerarlas impuras, generando fanatismos capaces de sacar a flote el aspecto más terrible del ser humano: su capacidad violenta.

Me resulta extraño que de personas que dicen identificarse con una cultura, creencias y tradiciones supuestamente basadas en la paz y el amor, el resultado sea la guerra. Por supuesto, no todos piensan así. Me cuesta entenderlo y no quisiera entrar en opiniones justificatorias ni criminalizantes, porque lo que estamos viendo que está pasando y ha pasado en Líbano, Palestina, Israel, Siria, Irak, Afganistán, Armenia, realmente me hace reflexionar y cuestionarme sobre cuál es la razón de ser de nuestra existencia en esta realidad encarnada. No le veo sentido a eso, quizá desde mi inocencia, y deseo con todas mis fuerzas que tales cosas no sucedan. Pero han sucedido y están sucediendo.

Cuando escuchaba al general de Israel instando a la población palestina a huir de los bombardeos, me preguntaba cómo se le puede pedir a personas que viven en el campo de concentración más grande que haya podido existir en la historia que huyan porque los van a bombardear. Es como si les dijeran a quienes estuvieron en un campo de concentración nazi que huyan porque los van a gasear. Pero esta es una característica de la guerra: la irracionalidad absoluta y la ira puesta a su servicio. Siguiendo esta línea, invito a todos los que puedan huir, tanto de Palestina como de Israel, a que lo hagan, porque la situación actual solo parece apuntar a un resultado: la eliminación física de una población para que la otra pueda subsistir. En eso ha quedado el amor que se predica.

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