miércoles, 27 de julio de 2011

Las florentinadas

Siendo mucho lo serioso los temas que por accidente se vienen a mi cabeza, decido apartarme de tal insinuación de mucha profundes, también de sabiduría y por supuesto no de majadería. Porque a los albores de esta historia no le es nunca suficiente recordar las aventuras mas diáfanas tenidas con las ñañas en tiempos del colegio, los paseos con Paulis a las montañas y mares, y bueno, por supuesto, las inspiración del Menticol Alvarez el ahora y eternamente recordado como el novio de la protagonista. En fin, y sin mucho sentenciar acerca de lo sucedáneo, en el punto de no olvidar el color verde ni el papel mantequilla, me venía a la cabeza la forma, estrategia, invocación o conjuración en que se le puede dar rienda suelta a esta historia, que insisto no se queda ni mucho menos en una historia escrita, porque es heredera de una sociedad iletrada y letrada al mismo tiempo, imprimiéndole a la oralidad y la magia del mito, la fuerza de una transmisión quizá diferente, pero no menos fuerte que lo hace la letra impresa. Resultase que en los profundos orígenes del cuento había un personaje llamado el Fiori, el cual cuando se levantaba enguayabado por la mañana, en una sala de casa familiar, y por lo general con mas de tres amigotes alrededor con los cuales había enjutado un montón de moscatel y manzanilla, del cual es parte este el escribiente, hacia este preguntas con respuestas prolongadas y sin ningún sentido, sino simplemente traer a la cabeza el recuerdo del que carajos se hizo a noche, cuanto trago se bebió, y quien sabe que otra pilatuna se hizo por ahí, porque que dolor tan jijuejulia. Esas eran recordadas como las florentinadas.

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