viernes, 9 de marzo de 2012

Travesía en Transmilenio


En la ciudad de las luces todo destellaba, mientras gotas escurrían sobre los paraguas mojados, y como en una coreografía se iban cerrando cuando la multitud se adentraba en la estación del transporte masivo. El zapateo insistente amenazaba con tumbar el puente, el afán y el frio nos hacia caminar mas rápido, poco a poco se acercaba el final del túnel, a donde en medio del tumulto los que no tenían sombrilla se hacían debajo de los que iban solos con la suya, afianzando así una solidaridad efímera pero importante para aguantar y soportar el ajetreo de montarse en un Transmilenio a las 6 de la tarde en Bogotá. A pesar de la incomodidad, la resignación y la esperanza de estar volviendo a casa parecía ser superior a cualquier tipo de maltrato urbano, llámesele destino inevitable de las grandes ciudades, o rabia contra nosotros mismos por no ser capaces aun de construir una ciudad mas amable. No se escuchaban protestas, mas bien algunos gemidos, que se acentuaban en el cuello mas estrecho del embotellamiento al cruzarse con los pasajeros que buscaban a contracorriente salir de la estación, desafiando un río de sombrillas que apretaban cada vez mas por hacerse dueño de un espacio. Las largas temporadas en la selva me hicieron olvidar lo estúpido que es ponerse una cita con una amiga del colegio a las 6 y 30 pm, calculé cumplir el tramo Virrey-Marly en media hora, pero oh sorpresa cuando dure media hora solo hasta los héroes, lastima, las promesas de rapidez del Trasnmilenio se me habían ido al piso, y con ello la inevitable pregunta de cómo puede ser la manera mas fácil de moverse en Bogotá. Rápidamente hice la evaluación, llegando a las siguientes conclusiones.

a.    Carro: Que mamera, el trancón es definitivamente peor.
b.    Transmilenio: Nota al pie: Absténgase de montar en las horas pico, de resto todo bien.
c.    Bicicleta de 100.000 pesos: No se la deje robar antes de los primeros tres meses, después despreocúpese, seguramente ya recupero la inversión.
d.    Moto: “Eso es un ataúd con dos ruedas” viejo adagio que me enseño Gustavo en San José.
e.    Caminando: Si el tramo no es muy largo, es definitivamente la mejor opción.
f.     Buseta: Siempre una excitante opción, llena de imprevistos, mercados de miseria, cultura, frenazos, competencias, trancones interminables.

Terminaba la travesía, y llegando a las 7 y 30 pm a mi destino, todo se me había olvidado y no lo sentía para nada tan negativo, de solo pensar que para llegar a la misma dirección hace unos quince años hubiera tenido que tomar el siempre temible Directo Caracas, que paraba solo en los extremos de los paraderos, pues bajarse en la mitad de uno de esos calabozos lo hacia a uno presa fácil del choro de turno. Desconozco como se maneje la chequera del Distrito y toda la burocracia que hay en medio de mover un centavo para atender una necesidad en la ciudad capital, pero quizá, si le ponemos empeño todos los habitantes de esta selva de asfalto para que algún día Bogotá tenga un metro y un sistema de Transporte integrado mas eficiente y humano, seguramente los espesos momentos de manoseo en el Transmilenio se vivan con mas calma y hasta con algo de entusiasmo, siempre y cuando se vea que se esta haciendo lo mejor, para que tengamos lo mejor. Ninguna sociedad es tan troglodita para siempre creo yo, y en algún momento, cuando todo está perdido renace una conciencia colectiva que lleva a la ciudad a tomar correctas decisiones y a ser dueña de su propio destino.

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