lunes, 17 de noviembre de 2014

Adiós Roberto

Y porque no mientras se pasan los tiempos echarse una ronda por una historia que hace poco sucedió. Me refiero a la muerte de Roberto Franco, una persona que merece, con todo el honor del mundo, inspirarse y echarse aquí unas rolas de escritura para recordar a este gracioso y divertido personaje que algún día conocí en Tarapacá, a la segunda semana de mi llegada, un domingo del año 2009.

Era mi segunda semana en Tarapacá, aun no entendía donde había llegado. Sentía una clase de contradicción extraña en el estómago, el yo civilizado no renunciaba a morir, mientas el salvaje luchaba por nacer, en ese proceso, esa mañana de Domingo, se bajó del avión Roberto con Javier Ortiz y nos presentamos. 

Como si ya nos conociéramos, así fue que nos conocimos con Roberto. No me acuerdo como, pero a pocos minutos de hablar con él y con Javier, ya yo era parte de la tripulación, de la expedición que partiría a socializar el proyecto en las comunidades del río Cothué. Roberto y Javier se comportaban como vecinos, algunos reconocían a Javier, y a Roberto, saludaban, recordaban nombres y apellidos, como si fuesen una especie más de la fauna amazónica, esa que yo apenas empezaba a vislumbrar.

La comisión que partió para el río Cothué estaba compuesta por Nini, Manuel Miranda, Javier Ortiz, Roberto Franco y mi persona. Los dos primeros funcionarios de parques, los otros del PNUD, y el ultimo el colao del Sinchi. Llegamos a Lorena, a la cabaña de Parques, y encontramos que estaba cerrada con llave, y que “El diablo” u Orlando, funcionario de Parques, no la había dejado. Se escucharon muchos insultos contra “el diablo” en ese momento. Nos resignamos a tener que hacer una operación de apertura de puerta con sacada de tornillos y despegada de angeo para poder entrar. En esas, alguien leyó un letrero que decía, “las yaves están debajo del tapete”.

Ese recorrido incluyó la comunidad de Santa Lucía, Ventura, y Caña Brava, a esta última solo entramos y nos fuimos pues la comunidad estaba totalmente peda de masato y chicha. En Caña Brava Roberto me contó una historia, que hay palabras en algunas familias lingüísticas del Amazonas que tienen raíz en el Tupi Guaraní de los indios del Paraguay. Los primeros misioneros trajeron indígenas del Paraguay, ellos los ayudaban a comunicarse con la gente. Ese dato me pareció increíble. Como lo que sentí cuando supe lo de los “patones”, o “indios bravos” que yo pensaba eran espíritus del monte, pero no, eran seres de carne y hueso, los mismos de los que habló German Castro Caycedo en su relato de Julián Gil, en el libro Perdido en el Amazonas. Ese libro lo leí cuando estaba en el colegio, no como una tarea, sino por casualidad.

Roberto era una persona que sabía letra menuda, no era un historiador de generalidades, a él le importaban los detalles, los nombres, los apellidos, lo que vio, como era, de qué color, de qué forma, de que material, todo tenía sentido en su mundo de reconstrucción histórica, en su etnografía con la cual generaba diálogos de una profundidad que me dejaban de nuevo pensando que Roberto era un amazónico más en el estuche de un rebelde de cuna, un gozón y alegre personaje con un sentido del humor entre fino, grosero y negro.  Una verdadera caja de sorpresas.

La historia tenía que seguir. En el año 2012 me incorporé al equipo del Sinchi que trabajaría junto con el Ministerio de Ambiente el proyecto de Conocimiento Tradicional en Tarapacá. El día de la llegada, conocí a María Constanza. Era la jefa por el lado del ministerio. Nos fuimos de aventura por el río Cothué hasta buenos aires a hablar del proyecto, en esas, María Constanza pasó largas horas leyendo un libro llamado Cariba Malo, su autor: Roberto Franco. El mismo con el que había tenido la dicha de compartir otra pintoresca travesía por el río Cothué.

No se si María Constanza terminó de leer el libro en ese viaje, el hecho es que antes de irse me lo dejó con un autógrafo legalizado tras una llamada de celular a Roberto y firmado con la transmutación manual de María Constanza. El libro quedó en Tarapacá, leí la primera parte, se lo pasé a Sonia, y nos fuimos para el río Cothué. El libro desapareció, pasó al Septimo Cielo, y tuvo que volver más tarde para que lo pudiera leer, asi es la vida, demora lo que nos interesa.

El segundo encuentro con Roberto Franco sucedió cuando conocí a Patricia, su esposa, que trabajaba en el proyecto del conocimiento tradicional. Artemio fue el que me dijo, “es la esposa de Roberto Franco, el de los aislados”. La esposa de Roberto? Pensé. Que interesante, me respondí, arremedando mentalmente al compañero Harold. Nos conocimos con Patricia, le conté que al otro día viajaba Cucunubá con Paulis, y ella dijo que iba para Tinjaca, podríamos irnos juntos. Por supuesto, asentí, podríamos irnos juntos.

Esa mañana, nos despertamos con Paulis en la casa de mi abuela, era un sábado, Roberto y Patricia pasaron exactamente por la calle 92 con 16 y muy amablemente nos recogieron para llevarnos hasta Ubaté. Durante ese viaje no se si hablamos de los aislados, o qué, pero la pasamos muy bueno, con Roberto al volante, emulando los mejores momento de Airton Sena en las pistas de la fórmula Uno. Contó que en unos meses viajaría a Tarapacá.

Esa vez Roberto llegó con una comisión de Parques Naturales, y logramos conversar más a profundidad como era la historia de esos manes que vivían entre la selva, sin procurar la cercanía física de nadie mas sino ellos. El cuento de los aislados me puso a pensar muchas cosas, a mí y a todos los que estábamos en Tarapacá, a Harold, a Iván, Jair, Teo, Fausto, Victoria, y a todos los que andábamos por ahí.

Al año siguiente  Roberto vuelve a Tarapacá, ya había salido un borrador de una propuesta de Ley aprobada para la protección de los aislados, el libro de Roberto tuvo un impacto importante entre grupos  y organizaciones que se dedican a temas indígenas, políticos, de defensa de la autonomía de los pueblos, a ser respetados por lo que ellos decidan sobre sus vidas. El tema fue ganando atención y mayor conciencia sobre el hilo que separa a los Yuri y Passé de nuestras vidas. Esa barrera debe ser respetada y no ser objeto de fisgoneo. El hilo es frágil, aprendamos y no repitamos las mismas cagadas.

En la comunidad de Puerto Nuevo obtuve noticia que el curaca, quien había sido guerrillero en los años noventa, tenía una historia que contar acerca de los yuri y Passé. Aprovechando que Roberto estaba en Tarapacá, acordamos un encuentro y una pequeña entrevista en la cual participé, escuché de parte del curaca como estos pueblos usan las mismas trampas para cazar dantas y borugas para alejar a los intrusos.  

No siendo poco, una tarde Roberto me pide el computador prestado para abrir un mail, se lo presto, se conecta a internet y lo baja, deja una copia de seguridad en las descargas y obviamente yo, con mi curiosidad y las ganas de buscar lo que no se me ha perdido lo abrí, era un informe con las coordenadas exactas de las malocas, imágenes de satélites, y una ruta de transeptos para monitoreo. Encontrar ese documento me puso nervioso, porque lo creía un documento secreto, (ahora sé que eso está a la mano de quien pague un servicio de fotos por satélite), en ese momento sentí estar desentrañando los archivos secretos de la KGB y la CIA juntos.

Mi asombro fue tal que tuve que hacer una llamadita de rigor, necesitaba hacer partícipe a alguien de mi hallazgo, gracia a Dios tengo a quien, a un amigo, a William, para no solo contarle sino también enviarle el documento, William era la única persona en la que yo podía confiar para manejar esa información, su corazón abierto sería una ayuda para los Yuris y Passés a vivir como les venga en gana, sin metérseles al rancho.  Willisito lo garantizaba, y se lo compartí para vivir la emoción de una manera más jocosa y divertida.

Parte de las tareas de Roberto en Tarapacá y La Pedrera era dialogar con las organizaciones y autoridades indígenas sobre la tarea de crear una red de organizaciones indígenas encargadas de velar por la protección de sus áreas de influencia, manteniéndola despejada de colonos, cazadores, pescadores, antropólogos, misioneros que quisieran acercarse a sus territorios. El cinturón encargado de vigilar el territorio estaría entre el rio Putumayo y Caquetá, entre la Chorrera, Araracuara, La Pedrera y Tarapacá.

La noche concertada para la reunión prometía grandes emociones, por un lado ASOAINTAM hacia parte activa de la discusión, Harold, Teo, Falcón, Chucho, Tortugo y los Pipo conjeturábamos al respecto, siempre compartiendo el asombro y la admiración por personas que tomaban la decisión de permanecer por fuera de la babilonia, donde estamos el resto (entre comillas). Pero en fin, de las historias que cuenta Roberto es que los aislados hacen llover a quienes se acercan a sus territorios, su trabajo espiritual también atiende las misiones de defensa del territorio colocando espíritus protectores a sus alrededor.

Comenzó la reunión con una proyección de fotos que Roberto pasaba a una velocidad acelerada, cuando todos queríamos verlas lentamente, en medio de la reunión, se viene un aguacero durísimo, “cortico pero sabroso”, un aguacero que hizo difícil el dialogo esa noche en un recinto cubierto por teja de Zinc, los aislados no querían que habláramos de ellos, y nos lo hicieron sentir. Pero como somos testarudos, igual se habló, se escuchó a Roberto, terminó la reunión y nos quedamos con los pesos pesados de ASOAINTAM, en una confrontación sincera sobre todo lo que había atrás, de la manera como se han sucedido las cosas.

Sin pretender predecir la suerte de los Yuri y Passé, para donde van, más vale la prudencia y el respeto. Las organizaciones y comunidades deben ser conscientes y emprender campañas de enseñanza en pro de la protección de los Yuri y Passé, lo que significa velar porque no se meta nadie, si ellos quieren salir algún día, que no sea por presión de este lado, que sea una decisión plena y consciente, no producto de una tragedia de enfermedades, presión por recursos, grupos armados, mineros, investigadores o misioneros que los presionen. Nada de eso, la historia no se puede repetir.

Pasando a otro tema, cuando Roberto iba a Tarapacá siempre salían divertidos Passéos compuestos por la fauna sinchistica de la comarca, Passéos al pozo, por la pista, cuando las cosas se ponían mas graciosas, Roberto siempre remataba con un apunte que decía: “nos divertimos barato”. Recuerdo con mucha risa como Roberto se le escabullía a una señora que le proponía cada cinco minutos que fueran a misa, ver la cara de Roberto, de horror y de espanto, era muy gracioso, igualito a Lee Marvin (La leyenda de la Ciudad sin nombre, con Clint Eastwood, buenísima, con el perdón de Clint).

Hace pocas semanas me enteré que Roberto murió en un accidente de avión entre Araracuara y Florencia. La noticia me la dio la tía Gladis. Recordé una vez que Roberto me contó sobre una travesía en avioneta de seis horas, historia que culminó con una exclamación “que susto tan hijueputa”. Una avioneta con una pinche hélice adelante, sobrevolando la selva, el territorio Yuri Passé. Roberto me contó la historia de un investigador que murió buscando tribus aisladas en la selva, con un tono que hacía notar el susto de solo pensar en ello. También le escuché a Roberto varias veces hablar sobre como los Yuri y Passé acuden a su manejo espiritual para alejar a quienes se acercan a ellos, con trampas, arreciando tormentas, usando la mente y el manejo de fuerzas de la selva, Roberto sabía que él estaba cerca.

Aburrido quedé cuando lo supe, pero al fin y al cabo me demostró que el destino es el destino y lo único posible es cumplirlo. Ya no habrán más paseos con Roberto por Tarapacá, me complace pensar que lo poco que lo conocí nos divertimos, la estima y el respeto fueron recíprocos. Ya no habrán más historias sobre la amazonia al estilo de Roberto: el dato menudo, al relato apasionante, con testigos con nombre y apellido (si se podían revelar), fuentes históricas, recorridos de campo, todo para que quienes por alguna razón estamos trabajando en la amazonia, cerca del territorio Yuri y Passé y quien sabe cuántos pueblos más en aislamiento y resistencia voluntaria, seamos conscientes de la responsabilidad que tiene ser vecinos de los indios bravos, aislados, patones…, sean quienes sean, son humanos.



Adiós Roberto muchas gracias, a donde quiera que esté, gracias.

No hay comentarios: