viernes, 31 de octubre de 2008

Ensayo sobre la letoquitis

Es oportuno empezar a escribir un ensayo desde lo mas simple, desde lo mas humano que tenemos para justificar nuestras ideas y nuestros pensamientos, me refiero a nuestros motivos, a los deseos que traducen la necesidad de cambiar algo que nos molesta, a la necesidad de pensar en el sentido de nuestra vida y reflexionar, al menos por un momento, la razón de esta sensación de estar vivo. Es por eso que quiero contarles aquí como nació un pensamiento llamado la teoría de la letoquitis.

Un día cualquiera despierto pensando acerca de mi vida, mi familia, mis amigos, mi país, mi planeta, al parecer es inherente a la naturaleza humana desprenderse de si mismo conservando siempre una fantasía de apreciación “real”. Una noche cualquiera cae el anhelo y la esperanza, mi vida, mi familia, mis amigos, mi país, mi planeta son otros y yo siento no haber cambiado nada en todo esto, solo lo que concierne a mi limitada existencia, casi inexistente, una historia sin recuerdo.

Somos muchos, de muchas formas, pensamientos y creencias, pero seguramente desde el humanismo racionalista todos tenemos un margen de acción en este mundo. Vivo en Bogota, una ciudad de casi diez millones de habitantes donde estoy seguro no conocer ni al 0.1% de su población, soy hijo de una generación fragmentada en sus valores hacia la cual pocas veces me he sentido comprometido directamente, nunca he soñado con cambiar el mundo, ni mi país, tan solo lucho por cambiar mi vida y la de unos pocos que me rodean.

No con esto quiero hacer pensar al lector que no pertenezco a nada, claro que si, la prueba más fehaciente es que estoy vivo y sin la sociedad me seria imposible estarlo. Pero quizá cuando leí la convocatoria y el tema sugerido acerca de cómo participo en las decisiones de “mi comunidad” me sentí tan poco identificado como lo pueden estar millones de jóvenes que sienten no ser escuchados y dudan hasta de su propia existencia. No soy un luchador por ideales altruistas como la justicia, la igualdad, los derechos humanos, ni la democracia, eso no es problema mió, son ideales tan abstractos y manipulables que prefiero dejárselo a los que se confieran el poder de hablar de eso, al fin y al cabo nunca he sido conocido mas allá de los que me rodean, soy solo un miembro filial de una especie poco evolucionada.

A pesar de tan limitado panorama alguna vez salio algo diferente a solucionar el día a día de mi vida, cansado de pensar todos los días acerca de cómo hacia para sentirme mejor en una sociedad que me agredía por el solo hecho de existir, agotado por la depresión de haber nacido en un país que no ofrecía formas elevadas de realización humana, decidí “formatearlo” todo y con la ayuda de la amnesia progresiva y el presente imaginado tuve la valentía de cambiar la inútil inercia de mi acción cotidiana, y poder vivir en el mejor de los presentes posibles: un mundo sin letoquitis.

Alguna vez escribí lo siguiente: “La letoquitis surge allá donde la libertad del hombre se ve coartada por un sentimiento de culpa que le impide hacerse consciente de la razón de su ser puro y material al mismo tiempo. Es ese miedo propio de la cultura que le pone los limites a la razón y a la acción humana, es seguir un camino previamente trazado por algo grande, casi magnánimo.”

Lo que posteriormente llame la teoría de la letoquitis cobró su fuerza no tanto por sus postulados, ni por la base sustancial sobre la cual se pretendía movilizar, es una teoría que solo puede llevarse a cabo en la medida que exista la suficiencia práxica, consistente en una serie de postulados bastante simples: la gente es solo gente y los lugares son tan solo lugares, es decir, nada es nada. Por varios meses pasaba mis días vagando por la calle sin buscar nada, solo me tenia a mi y nada mas, sin miedos ni prevenciones fui acercándome a cualquier personaje que me encontraba con una única misión: acabar con la letoquitis. Muchos mundos se empezaron a abrir de repente las vestiduras de mendigos, empleados, narcotraficantes, esperando ahondar en esos puntos que hacían de la vida un acertijo digno de ser desentrañado, haciendo de la tragedia cotidiana la materia necesaria para encontrarme con el mundo de la verdad pura, la de los seres humanos.

Esta “empresa” del ocio que empezaba a generarse alcanzo a calar en la mente de varias personas, cada uno lo vivenció desde su propia experiencia personal otorgándole un significado y movilidad de acción según las necesidades del “paciente”. Fue mucho lo que paso alrededor de una sola idea, paseos sin destino, amigos “mendigos”, amigos “narcos”, amigos sin rotulo ni etiqueta, todos eran personas dignas y existentes, todos tenían historia y vida propia, no eran una acción ni una fachada, eran una infinitud increíble de experiencias y percepciones, ese era el camino que nos mostraba la teoría de la letoquitis, un mundo posible de existir, hecho a la medida de los hombres y no de los sistemas, ni de la educación, el sistema bancario, la política, el gobierno, la guerra, el ejercito, el terrorismo, la fama, los desempleados, el deber, nada de eso existía, tan solo era momento para la invocación del hombre por el hombre, donde todos éramos no en nuestra condición sino por nuestro ser mismo.

No se si pertenezco a alguna comunidad, nunca he tenido la intención de ser un agente activo de la sociedad, no me interesa el liderazgo porque considero que el poder corroe el alma humana. La sociedad de la cual soy hijo me dice algunas cosas importantes, como mantener el alma pura, me obliga a no creer todo lo que me dicen, a desconfiar y a sonreír únicamente cuando lo siento. La letoquitis nace allí en esos lugares de perpetuación culposa, donde el hombre se agrede a si mismo y genera sistemas entrenados para hacerlo sistemáticamente, eso considero yo que hace el Banco Mundial, un ejemplo cualquiera de letoquitis organizada.

Creemos que dar limosna a los otros significa amar al prójimo, que rezar por los demás es conveniente para la salud y la bienaventuranza, que sonreír ante el disgusto es brindar amor a cambio de pasarse las envidias, o aun decir que somos sinceros cuando creemos tener la verdad sobre el otro. Cuando fluimos sobre la comedia de este mundo las invenciones y las culpas están a la orden de la capacidad humana, nos enredamos ante un mundo que nos deslumbra cuando nos atrapa y que nos escupe cuando desencanta, solo es un mundo, solo es pensar que estamos ante algo tan grande como nuestra imaginación, es simplemente entender lo infinito, no procurando llegar hasta el fin para comprobar que verdaderamente no tiene fin, es solo entender la magia y el misterio como expresión necesariamente inacabada e incompleta, para que todo el tiempo seamos creados y a la vez podamos crear nuevas cosas. Cuando el ser humano deviene ante si mismo como el principio y el fin del universo piensa las cosas como responsabilidad de su imagen, piensa que todo esta hay para ser juzgado, todo es algo y que nada también es algo.

Esta nueva corriente de pensamiento con toda su lógica inherente y sus postulados inventados y revaluados llevó a una honesta travesía por la mente humana, por mentes que mas concretamente se definen en la sociedad como desviadas, ya que la gente era solo gente y los lugares tan solo lugares, penetramos terrenos estigmatizados por la pobreza, la drogadicción, la delincuencia, la prostitución, el homosexualismo, y que paso? Nada. Eso fue lo más gratificante, que mientras recorríamos senderos infinitos de descubrimientos la respuesta y la conclusión era la más sensata, solo son personas, más simple que toda la psicología, sociología y filosofía escrita que pueda existir sobre la faz de la tierra.

La comunidad a la que pertenezco recibió mi nuevo mensaje, sin ninguna pretensión de hacer el bien, ni de tener la razón sobre todo, tan solo les recordé el derecho de todos a poseer una utopía, a dejar que viva en nuestros corazones la esperanza de que podemos ser quien queramos, sin culpas, sin barreras, viviendo la vida y nada mas. Un mundo sin letoquitis es posible solo cuando se consolida la unión de un mundo construido para los hombres en el cual cabemos y soñamos todos sin miedo a una sociedad mas allá de nuestras fuerzas que nos guía como a burros que siguen el camino del bien y del mal.

Lo que paso después me es insuficiente contarlo aquí por el solo hecho de no haber acompañado a quienes fueron receptores de la teoría de la letoquitis. La verdad acerca de la razón de la vida sigue en disputa y la teoría de la letoquitis solo fue una respuesta para una serie de circunstancias contempladas en un grupo de jóvenes desvanecidos por la fuerza de su capacidad infinitamente creadora y su intolerancia ante cuestiones como la idea de Dios, del bien, del mal, del infinito, de la vida y del hombre. Todas esas preguntas continúan abiertas aun hoy mas que antes, pero lo mas valioso es el intento por encontrar al hombre tranquilo y pensante que actúa y reflexiona sobre su propia existencia, lejos de la angustia o la ansiedad dando paso a la lucha por la libertad y la felicidad.

No hay comentarios: