sábado, 20 de marzo de 2010

Los que sirven y los que no sirven: Un final cowboy.


Siendo domingo en la caliente Tarapacá, desperté a las nueve de la mañana y ni el ruido del avión pude escuchar, todo domingo trae personajes nuevos que vienen de Leticia, Bogotá o a veces de otro país, hoy no fue la diferencia, pues en los aviones comerciales y en chárter privados arribaron algunos candidatos que se postulan como representantes del amazonas ante la cámara de representantes y alguna otra de esas jodas del Estado. Aceptando aquella máxima que dijo el comandante Wiwa, poeta destiniente de Mullumbimby, que a uno la vida lo pone a bailar con su opuesto, así mismo me pasó, y siendo tal mi apatía por esos personajes de la política, me tropiezo con ellos todo el tiempo, y vaya si que es una prueba para este pellejo, quien además de sonreír caya la jeta y no toma parte en ninguna polémica.
Me dirigía a mis aposentos para concentrarme en mis escritos, cuando don Fernando me llamo e invitó entrar en el restaurante a donde desayunaba el candidato del partido liberal Hernando Zambrano. Apenas lo vi, quise darle un puño, ese instinto violento de nosotros los que pensamos que Clint Eastwood no es un actor sino un maestro, pues en la sede de este mismo desagraciado candidato ponían el equipo de sonido tan duro que hicieron de una calle de este bello pueblo el mismísimo infierno: reggaeton, frutiño, tinto y cerveza; no ideas, no debate político, no pensamiento. Pero Clint Eastwood también diría, “just make a deal”, y aproveché la oportunidad para tomarme una limonadita fría que me refrescara el guargüero.
Entonces el desventurado Pablito de la cruz fue invitado a departir con los señores blancos de la política, que invierten en campañas para tomar algunos votos para si y un puestico que les asegure sus prebendas y envestidura real. Vino entonces toda la habladera que viene de la letoquitis, que por ser cuento tan aburrido y parco no lo cuento, y más bien les digo que me concentre en ver al candidato y pensar para mis adentros como este chistorete personaje de gafas y seriedad, se considera un mártir social, incluso confesó alguna vez estar en una revuelta estudiantil, “el perfecto anzuelo para timar a un mechudo sociólogo”. Y además de recordar lo mucho que lo odie las semanas pasadas, el reto estaba en aguantar y sacar así sea algún tema pa’ escribir sobre nuestro prócer, antes de que la limonada se acabara.
Pero la limonada se acabó y mi sed fue saciada, sin mucho preámbulo abandone el lugar y fui a mi cuarto con la intención de escribir estas cosas que usted lee acá, pero a la entrada estaba Ramiro y Edison concentrados arreglando una planta eléctrica Yamaha, desarmándolo y limpiándola con Coca Cola. Les pregunte entonces como aprendieron a arreglar plantas eléctricas, y las respuesta fue: “mirando”, nunca estudiaron, los mire con admiración pues estas personas si saben hacer algo de verdad, antes de presumir sobre sus conocimientos los ponen a funcionar, y el resultado si que se vio: la planta funcionó.
Quedaron entonces en las trazas de la historia dos clases de personajes: el primero, un político, que en chárter privado, y vistiendo una camiseta roja del partido liberal, viene a timar a los pobladores de este pueblo, a darles un tinto por un voto, con las soluciones mágicas en sus promesas, para saber que después su máquina no le va a funcionar. Y los señores arreglantes de la planta, quienes con ojo científico y humildad al aprender, saben con su vida accionar sus conocimientos por el bien de su comunidad, no tendrán geniales ideas como lo presume el uno, pero su planta si les funcionó.
Bien, que haría Clint Eastwood en este momento? Tomaría sus rifles y daría al justo lo que se merece, mientras al injusto: tiros, tiros! No, eso no haría, porque siendo Clint un maestro solo da tiros en caso de que le den tiros, y aquí nadie está dando tiros, quedémonos mejor con el final de la película: el candidato hizo su visita a Tarapacá, logró convocar tanta gente que salió feliz y espero el día de las elecciones, viajo a Bogotá y una curul ocupó, y mientras comía galletas Oreo en su puesto gubernamental una borona se le atoró, cayo al piso asfixiado y murió, ese fue el precio que nuestro mártir pagó. Y mientras tanto, Ramiro y Edinson, siguieron su vida normal, la planta funcionó por un periodo largo de tiempo y además arreglaron otras plantas, con satisfactorios resultados. Y así las cosas confluyeron bajo la inconsciencia de sus protagonistas, el premio lo obtienen los buenos y los malos quedan mamandito, sorprendidos por lo que no se esperaban podía ser un final bastante cowboy.

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