lunes, 1 de mayo de 2017

Lo inesperado II

Al final parece que todo vuelve, que las luchas del pasado no borraron lo que queríamos dejar atrás y las pruebas se presentan una y otra vez. Será esa la historia de la humanidad, la que recorremos todos quienes por alguna razón llegamos a este planeta, a un paso corto, o largo, injuzgable por el tiempo, únicamente por la eternidad. Quien sabe, ni tampoco creo mucho que así sea, porque a pesar de las dificultades la sapiencia parece renovarse, así mismo la sabiduría, esa que se escapó por primera vez cuando nos transformamos en seres sociales, parece regresar, a medida que pasan los años, el tiempo, el tiempo, el abnegado curso de los pensamientos, las ideas, proyectos, conjeturas, todo se vuelve como un caldo simbiótico en el cual más vale creer que es el único presente, pues lo que esta atrás y lo que vendrá, solo puede ser producto del recuerdo y la imaginación, siempre imperfectos, incompletos, en cambio, el presente es sincero, inacabado, pero andando, siempre presto a lo inesperado, ese driving que lo agarra de repente y lo manda para otro lado, para desahogarse, mientras pasa una mañana que empezó a las 4 am.


Cuando la escritura pretende rasguñar lo eterno se puede convertir en un ejercicio inoficioso, más un monologo de yo para yo que algo que merezca ser leído, o que al menos diga algo, cuando la escritura aterriza en los hechos concretos, para que contarlos, si al fin y al cabo se está juzgando una historia en la cual no estoy solo y temo involucrar a otros. Entonces que escribir, cuando el escarmiento ha llegado y los dedos han meditado demasiado sobre qué hacer y cómo hacerlo, se leen y escriben libros, se escribe por escribir, por solo matar el tiempo, mientras tanto el corazón arde como llamando al sendero de la realización, enfocando a typhareth, y a mantener el dominio de la energía, del conocimiento, del hacer y no desbaratarse en pensamientos que hieren el alma, como las agujas cuando se entierran en la piel. A veces no puedo hacer nada, si primero no me dedico a nada, como esto, navegar sin dirección y responder preguntas que nadie ha formulado, decir lo que no se puede decir, escuchar lo que no ha dicho nadie, solo procesar los titubeos inútiles del día, como creyendo que se vino a esto, a una existencia existencial, como esa a la que se hace alarde cuando se agarra el romanticismo, y se lleva el estribillo por conjeturas que no pasan ni por un pitillo. 

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