lunes, 29 de octubre de 2018

El vuelo del lagarto, el que despega a las lejanías


Se fue y se comprobó, re reafirmaron los mitos y los peores estereotipos de la imaginación sociológica barata, la del “allá todo es una chimba, y acá una mierda”. Es duro de enfrentar esto, sobre todo si se comparten aspiraciones sea por contagio o por lo que sea. Berlín fue una chimba, nada más que decir. Los parques en los que jugaba Tomasito eran un monumento a lo bien hecho, pese al vandalismo que también azota a esta urbe. Los tubos en su lugar, las maderas bien curadas y sosteniendo telarañas que se cruzan como en un bosque con jardineras salvajes alrededor, de donde salen patos y liebres. El trampolín en acero inoxidable y en perfecto estado del parque de la Forckstrasse en Wilmersdorf. Nada que hacer. Seré hincha de todos los equipos latinoamericanos en un mundial pero lo que se vive en una sociedad que cuida de lo común es algo increíble. Y eso casi no pasa en Latinoamérica. Nuestras ciudades son un monumento al desorden, los parques están oxidados y la rueda rueda de pan y canela amenaza con salirse de su eje. Eso por hablar solo de los parques, porque no terminaría de escribir nunca porque vivir en Berlín es más sano que vivir en cualquier otra ciudad Latinoamericana como Lima, Buenos Aires, Río, Sao Paulo…y por supuesto Bogotá. La urbanización sin saber pa donde se va. Todo es muy bonito en Berlín. Definitivamente el desarrollo es algo que es inventado por los europeos, tienen esa razón, allá se ve claritico. Ser Alemán significa rentar en tiempo presente el valor del trabajo de su constelación genética, los alemanes de antes tributan a los de ahora, es el perfecto paso de la riqueza. El trabajo de los Latinoamericanos en cambio poco se queda, es más disperso, menos cohesionado, sociedades que no se encuentran, que se roban a si mismas.

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