martes, 30 de abril de 2019

Jolgorio del cuento


Respirar tranquilo, darme cuenta que la historia que escribo es la que sale de este mismo escribiente, que no pudiendo ser otra sino la misma, puede desgastarse en vericuetos sin destino, pero lo cierto es que son la mismísima dirección de la Luz que hay en uno. La linterna pa’ donde apunta alumbra ¿quién puede desviar el calor del sol? Soy la Luz que alumbro mi oscuridad, Yo soy abundancia, Yo soy amor, me lo digo porque me las creo, porque así es y así mismo es el destino. Bendiciones y protección sobre mi familia, sobre Tomás y Paulis, mi espíritu los acompaña, y están en mis pensamientos todo el tiempo, ya ha sido un mes desde que nos vimos, con la ayuda Divina, estaremos viéndonos pronto, aunque el destino es tuyo Dios y solo tú sabes cuándo es que viene el Game Over. 

Por lo pronto, más vale escribir con ahínco, sin esas distracciones chiquitas que se asoman al cerebro y lo distraen, cuando además no se ha concluido la idea que se está tratando de insertar, no sé qué pasa, como paradas intermitentes, como un semáforo que titila diciendo “pare, pero siga”. Pueden ser los saltos de nivel de los cuales necesitaba para lograr una verdadera escritura de recochología, género que en su madurez se vio altamente narrativo y poético, además de su inconfundible estructura de parecencias. Lo anterior, porque resultase que en esas cosas de la vida nos vimos nuevamente en los fluidos del cuento, acordándonos que podemos decir sin temor, que debemos decir la verdad. Una terapia de escritura así lo sentí yo, el jolgorio del cuento es una explosión de sin sentidos.

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