viernes, 7 de noviembre de 2008

De la salida de Alkalawi con Jerónima de las Setentas a tierras sopeñas, las peripecias del filibustero de Aburra y a mi compadre Don Quijote, allá en

Dícese de una bella joven a quien todos pretendían en la región de las setentas, dícese, según los gendarmes que vigilan a altas horas de la noche, que muchos hombres llegan a su ventana a jurarle amor eterno, ella les abre la puerta, les dice que los quiere pero no puede estar con ninguno porque su destino es de una mujer solicita y no gustante a la compañía varonesca. En una de esas llego Alkalawi, con la pancha hundida y la mirada rozagante, jurole acompañarla en cuanto suceso y aventura decidiese pa su vida y no escatimaría en preparativos para su mejor destino. Los años pasaron y Alkalawi no obtuvo respuesta de Jerónima, y este sin renunciar al amor que le tenia y sin despreciar la bienaventuranza de mujeres tan pinchadas y exquisitas como Ananina de los Melones, Hilaria de las Charanas, o Hiunsinga de las Oceanias, mantuvo el amor por ella, no dándoles a otras la afectez necesaria para trascender cualquier arreglo por follar y diera al tiesto con el venerado virtuosismo de Jeronima de las Setentas, quien en su sabiduría al dialogar, daba lo mejor de sus maneras y suspiraba por su gigante de las mareas y sus mas estrepitosas aventuras en tierras lejanas, de quien no perdió la pista de su haciendo en las indochinas, las Cucunubainas de las Americas o las insulas perdidas de la providencia.

Mas de una mujer feció enamorada de su escuálida y elegante figura de príncipe de las fantasías y de las grandes aventuras, con quienes consumaba el amor que sentia por Jerónima de las Setentas evocando desde su ungüento la mirada de Ananina, los edores de azafran de Hinsinga, y los petuches de las Oceanias que dejaba en su alma una exquisita fragancia de silencios y armonías. Solo teníala como retrato de su corazón, admiradora de sus sueños, y única garante del buen nombre del reino de las Cucunubainas, demostrando ante la divina Providencia y a los arcángeles celestiticos provenientes de lugares inimaginables y cuentos de dragones, dar la prueba fehaciente del amor mas puro y la certeza de siempre estar cobijado por el hálito mas fuerte, como el de la dulcísima Jerónima de las Setentas.

Una tarde soleada de las Cotas, aguardaba la llegada de su princesa encantada mientras leía las historias de su tío, quien estuvo viviendo en la selva con indios caníbales y bestias, y con su poder y magia hizose amigo de todos, ordeno a los caciques tratar bien a su pueblo, y de esa manera, tomar de nuevo del aguardiente de la comarca. Enseñó los furiosos trucos de magia negra de Huipoco, el sopuño que de su Yahe dio a este aventurero para que dejase los sufrimientos de la vida…, eso enseño a su sobrino Alkalawi, quien rindió culto a su memoria y buena historia. Aprendio a abrazar a su familia siempre con el mayor amor y agradecer para siempre la hermosa aventura de su vida. Todo eso, y mucho mas, había en palabras del diario del tío el Filibustero de Aburra, que dejó un diario completo con las leyendas que contaba a todo mundo, entre los cuales estaba Las fortunas del Inodoro pastuso, el encuentro con el sabio Malquimalfu y sus aventuras con la Menchi y William Guillermo, que en sus viajes a tierras del norte, donde el frío congela las inspiraciones del espíritu para exaltar las de la templanza y buen aguante, la atravesó como un esquimal siberiano y visualizo la venta de helados para todo caminante alguno que pernoctara una noche en jurisdicciones de las Cucunubainas.

Dicese de su tio que era un hombre bonachón atrayente de las furias del rinoceronte y las alegrias del mico Titi, pasábase por reinos habitados por el vulgo y la gleba donde regocijaba hasta los fondos la alegría de cada uno, solo ahí encontraba la sabiduría alegre del humano sensato, rechazando todo tipo de protocolo o acomedido detalle, luego se marchó a tierras del fraile Marun, donde dicese que murio esperando la reacción que produciría una jota de anforita sobre tres gotas de silucaina, buscando una cura para el mal de amores, estaba en esas y por encantamiento se le apareció ante sus ojos la mirada de su padre muerto hacía diesitantos años en un baño térmico sobre rocas en los reinos griegos, el filibustero de Aburra, encogiéndose sobre su mirada, no pudo creer cuando le fue sucedida la revelación, siendo tranquilizado con tabaco que traia su padre desde la ultima aparición en La española, en tierras castradas a la opulencia y las creencias de los Católicos. Le contó el fraile Marun a Alkalawi como lo persuadía a diario por hacer entender a su inquilino lo deschavetado que parecía, sumiéndose en esos versos de rufián y truhán desagradecido, imaginando poner fin a la obra que de su vida se empezaba a contar.

En estas elucubraciones apareciose ante Alkalawi la figura de un hombre grueso, barba blanca, tunica marron y un bastón empuñado, asegurando ser el mismísimo Fraile Marun, única compañía de su tío en los días antes de su muerte y a quien entrego el libro de memorias y relatos de aventuras que jamas se hayan oído en algún rincón de las cucunubainas, y gracias al artificio de sus mas famosos trucos, teníase ahora de las manos de Alkalawi, mientras aguardaba la llegada de su mas grande luz, Jerónima de las Setentas. Deciale entre dientes quien fué su tío, y porque había decidido habitar en los monasterios de los pueblos, buscando entre sacerdotes, espiritistas, magos y brujos, todo eso que el amor producía sobre los hombres, y no siéndole poco en sus empresas, animábase a visitar reinos, buscando hopos y mujeres apuestas que paseaban sus figuras en elegantes pasajes. Contole de igual manera la dinastía de apariciones consumadas por obra del mismísimo mas allá, contactando con figuras ya desaparecidas de la materialidad alquimica y de los cuatro elementos fundamentales, que por azar habían hecho pasar a la tierra por la madre, al fuego por la luz, al agua por la vida y al aire por dios.

En muchas de estas y otras pláticas encerraron a Alkalawi y al fraile Marun en un riel inalcanzable de sucesos y recuerdos sobre sus mas queridos años, trayendo felizmente a la memoria a su tío, el Filibustero de Aburra, fiera de las trochas de las Cafesias, reino de hombres gruesos y frente tersa.

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