domingo, 16 de mayo de 2010

Cartas de las indias

Isla de Creta, Mar Mediterráneo. Noviembre de 1580

Sr. Excelentísimo Virrey
Francisco Samper,
Indias del Sur.

Oh pancracios de la eschafada real, estimados compatriotas que habitan las tierras lejanas del sur, amigos de lo uno y de lo otro, miembros honorarios del club de los ataúdes, os veo desde mi lejanía y pienso muchas cosas, la primera es que no entiendo cómo han podido obviar la razón más simple de su estar alla, pues venga que yo en todos estos viajes los he llevado en mi pensamiento, imaginándomelos con hombres feroces indomados de la selva, y ustedes impartiendo el catequismo para darle alma a esas pobres criaturas.

Hoy he llegado a la isla de Creta, a donde así como a ustedes los rodea el agua y un estremecedor verdor, a mi también, pero acompañado de farallones, gaviotas, cielos azules, y un mar cristalino, se dice que de Atenas prontamente un barco con mujeres arribara a nuestras costas pues los hombres de mi compañía se sacian de algo femenino, para apaciguar sus ímpetus y mantenerlos contentos, mientras tanto el capellán les imparte la hostia para que comulguen con el Papa, y asi libramos la batalla en este frente, a donde su majestad Carlos V vera a los Otomanos correr de nuestros alcances y la cruz lograr su conquista.

La última noticia que tuve de las indias, vino del excelentísimo señor de los ducados de Asturias, quien en su ramillete de flores traia una disecada flor de las indias, dicen los que saben, quienes estudian las ciencias de la botánica y la taxonomía de las plantas y las bestias, que es una orquídea y que hasta el rey de Inglaterra pagaría una trifulca de carabelas para que arriven los piratas a las costas de las indias. Y ni se diga de lo que estará pensando en este momento Henri de Orange, mientras se degusta de un honguito en las calles de Amsterdam.

Mas allá de impartir los caprichos que a mi voluntad le acaellasen, me remito a ustedes para dar instrucciones de su majestad Carlos V, quien por motivos de salud, se ha ausentado algunas semanas de su puesto y ha quedado en su palacio confinado, como esclavo de sus tierras y riquezas, estremecido por la realidad de saber que su reino no deja de ver la luz del sol. El mismísimo rey os envía el mas fraterno saludo, a quienes con sus vidas han demostrado su honor, titulando tierras para el Reino Católico de los tremendos de Asturias y Aragon, quienes además tienen el respaldo de la Casa de Viena, anti reformistas y guardaderos de los mas fieles propósitos de su Santidad Pio V.

Guarde a ustedes la paz de nuestro señor en su misión de pacificar las indias, la cual según nuestros clérigos fue habitada por una de las razas mas pecadoras pues carecen de ley y de escritura, no obstante su condición humana reconocida, son niños que aun no tienen dientes para mascar el mana que cae del cielo, y a pesar de sus increíble forma de vivir y de dominar las bestias de la naturaleza, no hacen lo suficiente por diferenciarse de ellos, tomándose entonces como sus primos cercanos, sobrinos, o algún grado de parentesco que nos haga sospechar que deben estar bajo dominio de algún buen cristiano. En fin, siendo esto así y según la descripción que leímos en carta enviada hace 9 meses por el excelentísimo Virrey Francisco Samper dispóngase y cúmplase a orden del Santo Padre Pio V y su excelencia Carlos V.

I. Que todo indio atrapado por fuera de sus labores sea confinado a 170 azotes, 35 ave marías, 85 padre nuestros, 5 rosarios a nuestra señora de Fátima, y 5 días de calabozo.

II. A los indios que demuestren dotes para la predica y para la propagación de los intereses del reino y la santa sede, sean promovidos dentro de sus cogeneres para que tomen puestos de liderazgo y penetración en las cabezas del poder bestial de sus caciques.

III. Los soldados en aras de saciar sus apetitos sexuales, están autorizados a casarse con las indias, multiplicar y limpiar la sangre de los indios, de esa manera irán entendiendo mejor nuestra lengua y costumbres.

No siendo mas y con el mas respetuoso saludo, os saluda mi persona, servidor incondicional de su Santidad Pio V y Carlos V, seguidor ferviente de los principios destinados desde los mismos comienzos de esta historia, reciban de su santidad Carlos V un respaldo incondicional, quien se hubiese apersonado de este asunto sino fuera por su precario estado de salud que lo acongoja, como me atrevo, de decir lo mismo de su Santidad Pio V, quien también por encontrarse de viaje por tierras del este, se ha hecho ausente en este asunto, no siendo mas, que la ventura bien los lleve, y regocije en su prestigio.

Su Señoría, Rodrigo de Araganés.
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Santa Fe de Bogotá, Marzo de 1581.

Excelentísimo Emperador
Carlos V
E.S.M

En su respuesta atenta a las inquietudes de las indias, y siempre alentado por la importancia que la corona de a sus nuevos territorios, abogo yo en nombre de un pueblo, que cada vez mas empieza a sufrir las exodias patricas, y las querellas venidas por un superior caballero, o miembro del clero. Las ultimas visitas que hemos tenido por parte de oficiales enviados directamente por el Rey y la Reina no han sido muy bien acogidas, pues a pesar de que aun somos pocos los españoles asentados en estars tierras, por la dificultad de conocerla y lo infinito de sus riquezas vale la pena que su señoria Carlos V lo viera con sus propios ojos y dejase de lado los chismorreos de palacio, a donde se disputan reinos, sin riqueza como son los de Austria y Las Galias. Aquí en este altiplano rodeado de montañas, lugar que sus nativos nombran como Bacata, en nombre del Rey de España se han titulado las tierras del Guaviare, Jurisdicciones de los mares internos, alla a donde el Rey Paulo Cesar de Portugal viene escriturándolas también.
En vista de la solicitud echa por vuestra merced en su carta dirigida al Virrey Francisco Samper, me remito contestarle a sus siempre prudentes políticas para mantener el nombre limpio de la corona de quienes quieren hacerle daño, sean indios de estas tierras, o coronas protestantes sin vergüenza alguna, es considerado por este Virreynato como una afrenta a su naturaleza, estando siempre dispuestos a dar hombres para las espadas que protejan cualquier frontera del imperio a donde quiera que este se encuentre. Con ese mismo orgullo, le solicitamos al rey Carlos V haga presencia en estas tierras y se constate con sus propios ojos la magnitud del imperio, pacificar a los indios rebeldes del sur, y traer la santa iglesia católica.

Como podrá ver son muchos los requerimiento que lo acusan en estas tierras y a donde su nombre se oye gritar con ese honor que se le pone a uno la piel de gallina, recordando a ese tal Amadis de Gaula del frito iconoclasta nacional creador de aquella historia. Extrañamos también las viandas de nuestra tierra, pues las olivas de Granada se han vuelto camu camu del Amazonas, las cerezas rojizas de Cantabria, se han vuelto extraños alimentos envueltos en hojas y cocinados, la razón por la que nos hemos quedado acá en estas tierras y decidir nombrarlo la capital del virreinato, es la sazón con la que quedan las cosas cuando se le pone sal de las tierras del cacique Zipa, con quien se ha hecho una amnistía de no agresión , siempre y cuando le preste algunos hombres para darle una sunda a un cacique rebelde llamado Zaque.

La mayoría de nativos muestran señas favorables la enseñanza de la verdadera Fe, rápidamente se les ve saltar de alegría, lo que si nos preocupa mi estimado Rey, es que esos jesuitas que mandaron ustedes de la compañía de Jesús, están hartando cada vez más a los buenos católicos que vamos a la iglesia cada domingo y rezamos por el alma de todas estas criaturas. Esos barbudos encapuchados han llegado a incurrir en graves afrentas contra la iglesia pues afirman de frente que los indios si tienen alma, y que son hijos de Dios, como lo somos nosotros lo de sangre blanca. Por eso mismo mi queridísimo Rey, os lo pido que los expulséis como desvergonzados y herejes de la verdadera fe, no vengan a meternos los dedos en el buche con esos indios que a veces merecen castigo y menos consentidera.

Preguntaba su señoría por las costumbres de estas tierras, pues déjeme decirle que tienen costumbres tan bárbaras como las que se dicen de las tierras de África, algunos de ellos fuman una extraña yerba verde en papa, en circulo invocoso de yo no se que cosas, pero ahí se la pasan, haciendo fuegos y danzando, aquí no se tienen noticias de sacrificios humanos, y pues a decirle lo cierto si lo comparamos con las tierras de Cortes o de Pizarro, acá yo estoy en un paraíso, pues las afrentas entre los indios son menores y sus viandas numerosas. Mi señora se encuentra a gusto con un sequito de 20 criadas quienes rápidamente aprenden el castellano y se adaptan a nuestras costumbres cristianas, el convento de monjas se mantiene en pie, creciendo y llenándose de mujeres con vocación para esas cosas.

En sus holgados aposentos reciba usted un saludo fraterno de su servidor, el virrey Francisco Samper, dejando a su ingenio y discreción las querellas antes mencionadas, por las cuales el vulgo puede optar por ponernos en presión y amenaza de rebelión, y de que le serviría al honroso Rey un Virrey colgado, o asesinado en alguno de esos encuentros de hechicería de los fumadores de la papita, mismo ingrediente de las sopas indias del amniaco, exquisitez traída a punta de maíz y papa, algún ave, y venga a al mesa, me despido de mi rey, por siempre servidor, y miembro honorario de sus huestes.

Virrey, Francisco Samper
………………………….
Popayán, Julio de 1582.

Señor Virrey,
Francisco Samper
Santa Fe.

No siendo suscinto tanto las respuestas obtenidas por su señor Virrey de la Nueva Granada Don Francisco Samper, que me complace informarle que la poblacion nativa que se encontraba en alarma de revuelta, ha sido pacificada por nuestros capellanes quienes han ido a sus tierras a celebrar la santa misa, y estando nosotros en tanto regocijo, parece que la dicha no es completa, pues siempre deja a la vista cinco maravedíes, que hacen falta pa’la vaca. Uno de ellos se refiere a la situación de nuestro Oidor de la Capitania de Lima, Don Alberto Fujimoroso, quien en los poderes que le ha concedido la corona ha incurrido en serias afrentas contra su majestad Pio V, dícese que este caballero venido a menos de las tierras de Murcia, viene soslayando situaciones a filo de su espada sin contar con la aprobación de las demás capitanías, y tomando mas alla la palabra de lo que autoriza la santa sede, frecuenta casas de hechicería nativas a donde fuma con ellos y al parecer celebra orgias. Y como al primer Maravedi, no le dan sino la primera pintadita, vengase la segunda que hace referencia al caso de las riquezas que se han encontrado recientemente a nombre de su majestad Carlos V, que como cual toro que frecuenta a la vaca por las noches, se ha maravillado y mirado las estrellitas mientras se cuentan cerros de oro, divinas coronas, collares nunca imaginados, brazaletes enchapados en perlas y pintados con filigrana de diamantes, todo eso para nuestro Rey y la Santa Sede.

Siendo la secuencia de tal modo que se intercalen noticias malas con buenas, me da pena adelantarle que el siguiente turno es para la mala, de pronto por la precariedad del Maravedi con que se trata de comprar a las almas impías de los nativos, pero ya han sido muchos los casos de barbudos encapuchados queriendo aprender la lengua demoniaca de estas tribus, esparciendo locas ideaas de igualdad ante Dios y los hombres, hablando de la Libertad con tal arrogancia que el Papa ya debería intervenir en este asunto, pues ellos toman poder y terminaran por desconocer a su Majestad. Y entre sienes de mil pisadas, y trazos de un compas cuadrado, se viene siempre dando saltos, la cuarta moneda de los Maravedis y la ultima buena, del objeto de esta carta, la ultima le concierne a su hija y al Caballero que la esposo aquí en estas tierras.
Resultase que la semana pasada salí a tomarme un paseo por las acharcadas calles de la ciudad, mientras contemplaba el hermoso trabajo del Arquitecto Pedro Antonio Caballero, y la alegría del capellán al saber que pronto se celebrara la Santa Misa en la capitanía de Popayán, cuando oh sorpresa por la calle se aproximaba un angelito. Era nada mas ni nada menos que Doña Araceli de la Esprilla, rozagante y fulminosa como siempre, elegante y guardadora de los mas altos valores, titilante de enzimas sacarosas sobre la hiel de mi bilis, fibrillas que resuenan y llegan al Corazón con preciados versos:

Oh Aracelli de la Esprilla
Tu mirada me seduce,
Tus ojos me enloquecen.
Como quisiera ser yo quien te lleve hasta al altar
Fecundemos esta especie
Y le demos nuestros frutos.
¿Desea Vuestra Merced casarse con este noble caballero?

Así le pregunte y valga la dicha que era mía, pues a tanta mojaderia se le suma la secaderia, en fina y asombrosa contemplación quedamos los dos, todo lo demás desapareció y el tiempo se congelo, cuando en mi mejilla se acerca el cosquilleo mas profundo que he sentido, en destellos estelares todo estallo entonces. En un mes desde el presente albor, contraeré matrimonio una vez se inaugure la capilla, y aunque la lejanía nos separe, extiendo la invitación a su señor Virrey para que le de la altura al matrimonio que este así se merece.

No hay quinto malo dice el adagio, y no hay quien no acepte tal, pues a lo que se creía de cuatro ruedas le salió una mas, así como al gato se le encontró alguna vez la quinta pata. Mi queridísima Araceli de la Esprilla es intima amiga de su hija, la que envió al convento, sabiendo usted lo sucedido con aquella en esos meses tuvo que dejarlo y yo la acogí en mi casa por respeto a su Señoría y a su apellido, pues bien la niña que antes se veía para monja ahora se le ve mas cerca a los nativos que trabajan en la casa, haciendo de ellos sus mas extremos confidentes, y pues como nosotros no queremos hablar por hablar, ni decir las cosas que no nos competen, me excusa la confianza que nuestras familias han abrazado desde tierras de Murcia, a donde la presión de los moros no sofoco la valentía y el teson de nuestros abuelos.

No siendo mas, y en espera de su presencia en la capitanía de Popayán, se despide de usted, Don Sebastian de Belalcazar, su servidor.

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