miércoles, 11 de enero de 2012

El riesgo de existir.


Entre muchos cuentos se pasan los años, entre imaginaciones, realidades, sueños, fantasías, tropezones se gastan los días de los hombres, nacemos, tenemos juguetes, todos nos sonríen, pero conocemos el horror cuando lloramos. Dicen que cuando somos niños somos magos, porque hasta lo que no existe lo podemos hacer existir, logramos ver personas que no se ven, logramos crear mundos de fantasías que incorporan personajes, historias y anécdotas nuevas todos los días, somos magos claro que si, pero cuando crecemos es como si todo el intelecto racional del mundo conspirara para borrar la fantasía, sin embargo, querámoslo o no, esta se vuelve a aparecer, pero a cambio de alegrarnos como cuando éramos niños, ahora nos asustamos, porque tememos ser tildados de locos. Nunca dejamos de ser niños, o bueno algunos si, pero no porque no lo sean mas, sino porque lo duermen, y a cambio prefieren vivir afanados, esclavos del tiempo. En el colegio ser niño es sinónimo de ser inmaduro, de no aprender, de ser limitado, a los 12 queremos parecer de 15, y a los 15 ya de 18, cuando se llegan los 23 la cosa quizá empieza a cambiar un poco, porque se empieza a mirar con nostalgia todo lo que se ha dejado a atrás, por ejemplo “el riesgo”. Para mí el riesgo lo represento ahora con este acto de escribir, porque a pesar de que lo hago con insistencia se me cae la honda fácilmente y lo miro de reojo, como desconociéndolo, y me dan ganas de no seguir, razón por la cual me toca tomar un segundo aliento, y seguir con lo proseguido. Otro riesgo puede ser el de pelear, el de irse a los puños con un niño del salón, sembrar la manzana de la discordia, que se apiche hasta los años maduros cuando salen las canas y las arrugas también, ese mismo riesgo seguramente nos daría el valor para reconciliarnos, así sea muchos años después. Pero bueno, quizá el mayor riesgo para mi en este momento es el de creer que exponiendo un pensamiento abierto y sincero podría estar haciéndome algún perjuicio, eso no va pasar. Haciendo un paralelo entre un proceso evolutivo de millones de años y un proceso “evolutivo” correspondiente a la de un bicho humano mientras nace y muere, se pueden inferir o deducir dos cosas, infiero que en millones de años se puede vivir y aprender lo mismo que en una vida, deduzco que se vive entonces una vez y solo una vez, y que el riesgo de decir que la vida no es tal retahíla de mundos escalonados ni de cambios cualitativos en sus propiedades emergentes, no me pone en la posición de decir que todo salió porque si, ningún ojo puede verse, si no se le quita el mugre, y eso, en síntesis es lo que ha pasado cuando los señores creacionistas se agarran de las mechas por definir el mismo objeto el cual tan solo observan desde puntos de vista diferentes, y bueno por místico o científico también se puede pecar. Que será lo que nos lleva a conclusiones, a interpelar en el nombre de algo raro, como una escuela filosófica, científica o espiritual, es una vicisitud de la vida que se nos vuelve problemática, pero es cierto, si hasta el más timador también se le pasan esas preguntas por la cabeza, y por mas o menos que se arriesgue a resolverlas, no está exento del misterio que cobija todos los hilos de esta historia. Una mas, porque cansado estoy de perder mi tiempo en pensamientos inútiles, se puede buscar, se puede indagar en las cosas profundas de la vida y si gusta, en las no tan profundas también, pero eso no es lo importante, lo importante es llevar la energía a la realización del susurro, a la concreción de la inquietud, a la síntesis de todo, que por lo general es contradicción por todo lado, a la que es sacrificio y felicidad, es el riesgo de existir. Cuando se es niño, todo viene como en divinidad y nada es un riesgo, sin embargo, con la edad se incrementan los limites que nos separan de los riesgos, es cuando se prende esa necesidad de querer ser escuchado, de armar un juego, echarle los perros a la niña del pupitre de al lado, hacer una cagadilla, esa misma energía que se aprende, para bien o para mal, es el cajón de las herramientas que se puede echar mano, obviamente, y esto no pasa cuando somos niños, en el camino nuestro espíritu nos va enseñando la diferencia entre el bien y el mal, y el riesgo y responsabilidad de todas nuestras acciones.

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