viernes, 6 de marzo de 2009

La muerte me mama gallo una vez más.

Mientras camino por terrenos fangosos paro por un segundo y observo que tanto de mi bota esta enterrado, un pie permanece en el aire buscando el punto de equilibrio para el cuerpo, el otro se hunde cada vez mas, ya la suela esta escondida, y pronto no veré la punta. Así mismo, los dos pies no se vencen en su intento de sobrevivir, uno hecha para atrás, articulando la rodilla y tomando impulso, el otro tambalea anhelando un empujón que lo saque de ahí, mírese entonces que tan enterrado esta el pie, la punta no se ve y pronto del cordón no se sabrá nada mas. Estático en ese fango, parado en una pata, pienso que se hace en los momentos en que el cuerpo se hunde y hunde, llegaré al núcleo de la tierra, pienso, se me derretirán los pies, moriré despacio, por falta de aire, desesperado, atacado, y nadie sabrá a donde me he ido. Se dice que eso por allá en el centro de la tierra es muy caliente, moriré calcinado, cocinado, rostizado. Veo alrededor y no hay nadie, quiero gritar, pero nadie me escucharía, quiero llorar, pero eso haría mas rápida la inmersión en la tierra, que hacer entonces cuando todo se hunde?
Caminando por una montaña una noche en que salí corriendo de la vida que me ha tocado, desesperado por no saber para que estaba yo ahí viviendo, corrí y corrí, pase pantanos, quebradas y cascadas, hasta que encontré este fango en el cual me hundo ahora lentamente, el cordón de la bota ya ha sido tapado por el lodo, mientras el otro pie parece renunciar a la búsqueda del equilibrio y poco a poco se incorpora al plan de muerte que me espera. Paro por un instante y pienso, en todo lo que he hecho, y en todo lo que no, en los seres que mas quiero, en la vida que me espera, todo viene a mi conciencia como pidiendo permiso, abriéndose paso y resolviendo acertijos. La mortaja se esta haciendo, y como una tela me caigo sobre ella para volar hacia algún lugar a donde tanta angustia tenga un fin.
Que se sentirá morir cuando aun no se ha llegado al fin, como será ese paso de respirar a no respirar, que quedará de mi, que pasará con este cuerpo, se lo comerán los gusanos y mi alma flotará hacia un destino que ahora desconozco. Pensaba alguna vez que destinear era algo así como morir, porque era no esperar, sino simplemente dejar pasar, que la cosa se la lleve lentamente, por caminos escondidos jamás antes recorridos, morir es destinear definitivamente, porque cada vez que puse un pie fuera de mi casa encontraba lo impredecible, lo nunca pensado, el dulce sabor de la no letoquitis. Ahora que estoy en mi casa, siento que no puedo morir, y lo peor, que no puedo vivir, no se porque he parado de hundirme, no se porque el fango ha llegado solo hasta el cordón y el pie que mantenía el equilibrio, ni la suela se ensució.
Entonces, siento sobre el pie una superficie sólida capaz de catapultar un brinco de unos metros hacia el frente, adonde esta el recebo puesto por los habitantes del lugar para que ningún pie y ninguna llanta encallaran en las profundidades del lodo. Flexiono la rodilla, y con una fuerza increíble salto hacia el frente, alcanzo la orilla, la bota se ha quedado enterrada en el fango y ahora tengo la media mojada como una esponjilla, me la quito y decido caminar descalzo, la angustia se ha esfumado, la muerte me ha mamado gallo, quien sabe a donde se fue, y quien sabe porque no me ha llevado.

No hay comentarios: