lunes, 2 de agosto de 2010

Bogotá.


Abrumado por los mocos, con los huesos quebrados y una ligera fiebrecilla, me paro de mi cama y dispongo a comenzar una nueva aventura, esta vez la cosa se pinta por los lados de aquella ciudad que me mostro la rudeza y la fantasía, la que alguna vez me enamoró y también desencantó, si señores, me refiero a nuestra querida Bogotá. Sea lo que sea, todo comenzó siempre allá, y asi se le haya hecho el quite efectivo durante 27 años de los 29 que tengo de vida, quizá se aproxima la hora de enfrentarme a su duro asfalto, a soportar la frialdad de sus ciudadanos y a disfrutar de la mentira en aras de la mismísima verdad. Pero esta vez el performance lo pondrá mi cuerpo y no tengo mucho interés en buscar deleite en el de otros, ya lo he hecho años, en esos otros muchos años en que las goteras de sus avenidas y huecos desafiaron a mi inteligencia y más de una vez me dejaron sin un pesito por ahí, titilando de frio y cagado del sustito. Con cierta ilusión lo espero llegar, pues escribo desde la selva, a donde la fantasía de la ciudad no es mas que un deseo que se disfruta en la pantalla del televisor o del computador, ahí voy fría capital, con la chaqueta puesta y mirando mi camino, que al fin y al cabo Dios alumbra, en la selva y el cemento. Te veras con color de aventura, te asemejaras a una de esas películas del cine surreal, aparecerás como encantada abriendo las puertas, a las cuales se que no debo entrar, tan solo a donde me sea permitido en aras del deber, porque no es una seducción sino más bien una misión, que así para muchos se asemeje a un deleite de los sentidos, no sabrá que el trabajo esta mas allá de lo que se puede ver, a donde los shlamas de la tribus lejanas de Australia o Curupira de estas selvas vendrán para abrir el iris, y de una vez aceptar que todo lo tenemos ahí. Recuerdo aquella vez que fui robado dos veces en el mismo lugar, siendo la segunda la mas chistosa pues mas anunciada no podía estar, en esas épocas se era ciego, mas que ahora, porque asi vea hoy en un mal espejo, antes lo hacía tras una teja de eternit, también recuerdo aquella vez que me amenazaron cerca de Unicentro, que porque yo me parecía a un pinta que iban a amatar, fueron tan desventurados mis raptores que no encontraron en mi maleta más que unas monedas y un legajador de MM3, lo que obviamente ni les interesó. Tantas y tantas cosas han pasado allá, que déjenme contarle la ultima que paso con el elfo Mowgli cuando pasaba por aquí después de su paseo en San Agustín, resultase que como buenos aventureros salimos una noche en busca de algo interesante, siendo lo único una sunda en potencia que casi nos ganamos por hablar el idioma inglés, salimos corriendo y encontramos una pinta que hablaba también aquel idioma, nos engatuso con “we are not thieves” y pues que carajos entramos a una casa en la candelaria que parecía un prostíbulo, a donde dos maricas tenían un grupo de rap y estaban ensayando, la cara de los dos, fue de un clarísimo “oh my God how are we gonna get out of here”, relax y hágale, vimos la presentación de los raperos, quienes lo hacían muy bien y una cierta atmosfera de seguridad se apodero del cuarto, hasta que obviamente de la manera mas sigilosa decidimos salir, y encontramos una extraña resistencia de sus moradores, entre risas y forcejeos salimos del cuarto y al fin, la calle nos protegía una vez más. Se ha vagado en Bogotá, más que cualquier cosa, llego la hora quizá de escribir la otra historia, del que no espera y sale en busca de aventura sino del que quiere y sabe lo que hace, del que busca su destino, como un artista lo hace con su pincel, como quien deja que las cosas fluyan con el debido cuidado de saber decir no, mejor no, ahí no entro yo, porque entrar a Bogotá no quiere decir quedarse.

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