lunes, 2 de agosto de 2010

Escribir o caminar.

En el camino de la selva su rastro se extravió, los guías lo dejaron y a merced de su sentido se quedó, con el llevaba comida, hamaca, lápiz y papel, desesperado buscaba encontrar cual era el final que iba a escribir. Entonces vió el sol, ubicó el norte y el sur, y caminó hacia el sur en línea recta hasta que el cansancio se lo impidió, en una serie de dudas, varias escenas en su mente aparecían: enfermedad, recuerdo, pasado, nostalgia, se preguntaba porque todo final traía esos ingredientes, pero uno parecido a estos se encontró, que no le parecía nada mal: la soledad. Entonces saco su libreta, lápiz y escribió.

“En el piso tercero de la pensión, un circulo de hombres lo recibió, jugaban al poker y decían groserías, mientras fumaban cigarrillos y tomaban aguardiente, sigiloso entró, sin querer hacerse notar de inmediato, pero de reojo el Mueli lo miró, y de su cara se rio, ‘a quien busca el señorito’ con burla preguntó, ‘no busco a nadie, solo entre aquí pensando que un trago encontraría’, ‘pues venga niño bonito éntrele a un guaro y siéntese a jugar al poker, no se si de donde usted venga estas cosas sean así’. Entonces se sentó bajo la mirada fija del Mueli, los demás parecían indiferentes y solo se concentraban en sus cartas. ‘Flor de diamantes’, ‘no voy’, otro contestó, y como en sospechas todo se fundaba, desfundo su arma y su cabeza encañonó, ‘no voy?’, entonces el amedrentado de una se bajó, tenía una escalera y de inmediato perdió.”

No muy convencido paró entonces de escribir, se acordó que estaba solo en la selva sin saber para donde coger, entonces prefirió salir a caminar, buscar algunas frutas y comer para aguantar, alguien llegaría a su rescate, eso pensaba nuestro personaje, alguien lo sacaría solo hasta que por fin haya encontrado el final que necesitaba. Comió y siguió su marcha hacia el sur, sabia que al Amazonas algún día llegaría, no desesperar, no desesperar, se repetía varias veces mientras los rastros de sus pisadas se encontraban con otras huellas. ‘Un tigre paso por aquí, no hace mucho’, estaba fresco el barro y su bota se enterró, ‘sino llego que me coma el tigre, si no llego que al menos quede un final escrito, no se que será mejor si escribir o caminar’.

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