lunes, 29 de noviembre de 2010

El momento antes de la verdad.

Es bastante molesto sentarse a escribir, cada vez que se empieza a escribir porque se ha decidido esta vez escribir, y pues bueno, para no trabar la cosa en malabares de palabras, digamos que simplemente queda una hora de luz acá en Tarapacá, estoy en mi cuarto, bueno en el que le pago a Doña María, y no tengo nada mas que hacer que esto. Estos últimos días en el Amazonas, que quien sabe si serán los últimos, la he pasado con un señor escritor compatriota él, se llama Prospero Morales Pradilla escritor de Los pecados de Inés de Hinojosa, resultase que este virtuosismo cronista moderno de las hipocresías de la colonia, habla de aquellos primeros españoles venidos a América, y como vivían en una villa naciente como en la otrora tiempos Tunja, ciudad reconocida hoy en día, por su no reconocimiento. Entonces entre tantas cosas que habla, alguna vez describía los diálogos de estos señores apostillados como los que se viven en el momento justo antes de la verdad, porque cada cosa que se tratare de hablar tenia un protocolo, por lo general mas importante que el contenido mismo del mensaje. Y no se si sea un puro asunto semiológico o algo mas bien que astrológico, porque siendo este ejemplo divertido y claro, no deja de ser menos cierto que la vida de los hombres, en Patagonia, Australia o Tarapacá es precisamente un momento que se vive como justo antes de la verdad. Y hasta aquí entonces nos metemos con el ser humano, esa extraña especie que no es ni tan especie, ni tan humana porque aparentemente algo siempre tiene de diferente, esa carne que se mueve y habla, y que ha sido asi desde el comienzo mismo del principio. Venga a saber Dios que es lo que a veces se siente quemar el pecho, como que trata de evitar ese momento torturador que lo detiene a vivir a uno en el momento justo antes de la verdad, conjurándole y pidiéndole que se abra un huequito para degustar por un ratico el momento de la verdad. Y hasta aquí, todo pareciese un juego de plena y pura valentía, o bueno también coherencia entre la forma y el contenido, entre la prédica y la obra, o quizá entre la fe y la obra, pero aunque esto si siendo parte, no es el todo, aunque si lo intuya, en el misterio mismo de la vida, y de las razones del porque esto y no lo otro, la vergüenza se volvió virtud, y la virtud vergüenza, y en ese juego se tejieron las mejores historias que se hayan podido escuchar de la época de nuestros antepasados, quienes no solo sometieron a los indígenas sino también dudaron de su alma, esa raza de personas, que se creía persona por saber algo que lo ponía en situación de creérselo vivió (o mas bien vive) en el momento justo antes de la verdad. Como si la historia fuera un juego de los de antes y los de ahora puesta a capricho de quien la presenta, como si en el mismo preciso momento el universo no fuera el mismo para todo el mundo.

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