lunes, 5 de marzo de 2007

La letoquitis y el amor.

Creemos que dar limosna a los otros significa amar al prójimo, que rezar por los demás es conveniente para la salud y la bienaventuranza, que sonreír ante el disgusto es brindar amor a cambio de pasarse las envidias, o aun decir que somos sinceros cuando creemos tener la verdad sobre el otro. Cuando fluimos sobre la materia de este diente las invenciones y las culpas están a la orden de la capacidad humana, nos enredamos ante un mundo que nos deslumbra cuando nos atrapa y nos escupe cuando desencanta, solo es un mundo, solo es pensar que estamos ante algo tan grande como nuestra imaginación, es simplemente entender lo infinito, no procurando llegar hasta el fin para comprobar que verdaderamente no tiene fin, es solo entender la magia y el misterio como expresión necesariamente inacabada e incompleta, para que todo el tiempo seamos creados y a la vez podamos crear nuevas cosas. Cuando el ser humano deviene ante si mismo como el principio y el fin del universo piensa las cosas como responsabilidad de su imagen, piensa que todo esta hay para ser juzgado, todo es algo y que nada también es algo. Porque va todo esto a la letoquitis y el amor? Ayer le dije a paulis que sentía que no me quería, y ella me dijo que si me quería mucho, pero sentía no poder amarme con toda su capacidad, entonces me pregunte, porque una persona se esfuerza en amar a otra la cual le queda imposible amar? La respuesta es muy simple y la letoquitis nos la puede suministrar, quien no puede liberarse de su culpa por no poder amar y quien no puede liberarse de quien no puede amar esta condenado a seguir las estructuras que lo condenan al pecado, al bien, al mal, a la ética y a la moral, como el burro que sigue el camino que le muestra la zanahoria y no puede liberarse del mundo que lo ahoga y lo tima dejando su espíritu sin alas, sin conocer la libertad ni la imaginación, sin profanar lo sagrado ni ver estallar lo sólido en el aire. Ya Platón nos lo advirtió cuando nos contó que mataron al hombre que salió de la caverna y conoció la verdad, a lo mejor había profetizado la naturalidad letoquítica como si fuera el orden divino, como si fuera lo bueno, cuando se esta erigiendo esa bestia que lo consume todo sobre la normalidad, mostrándonos la libertad como el demonio y al verdadero demonio como lo justo. Pero una reflexión acerca del amor y la letoquitis no puede quedarse en una simple anécdota amorosa, podemos a través de esto hacer inteligible todo un mar de conocimiento que seguramente romperá con la visión acerca de la historia cuando de pronto algún concienzudo historiador explore un fenómeno como el de Jesús o como el de los hippies.

Volvamos de nuevo al problema de la letoquitis como concepto delimitado por la experiencia propia y relativa a dos personas, en un principio la letoquitis nació como una conversación letoquitis donde se cumple el siguiente axioma:

Si A pregunta a B lo que B espera que A le pregunte y si B responde a A lo que A espera que B le responda, entonces es una conversación letoquitis.

La simpleza de este axioma, puede no decirle nada nuevo a una teoría social como la de Parsons, cuando se refiere a las conductas esperadas por medio de la pluralidad de roles que el hombre cumple dentro de la sociedad moderna. Pero aquí el problema es otro, no nos interesa saber que va hacer la gente ni como se va a comportar en el futuro, predecir es inútil, la teoría de la letoquitis precisamente se erige como una teoría de la liberación y no tiene ninguna necesidad de predecir el comportamiento de ningún grupo humano ya que estaríamos faltando ante los principios libertarios de nosotros mismos.

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