sábado, 10 de abril de 2010

El día que morí.

Cual es la noche, cual es la abundancia, el secreto multiplicador, el murmullo del hacedor, palabras mágicas o suerte, destino o simple casualidad, nadie lo sabe ni los espíritus lo pueden, si de humanos, plantas y animales, querubines, ángeles o dimensiones, nada, nada está en la conciencia única del Creador, asi que sea cual sea el pronóstico esta demás querer averiguarlo, si el resultado no se sabe hasta que no termine el partidito, se lo digo a esta curiosidad que me empuja a querer saber lo que es pura ilusión y vanidad, no hay nada nuevo bajo el sol. Y en espiral se crece, pues a medida que se conoce se experimenta lo nuevo, aparecen las formas dibujadas con pinceles de recuerdos y memorias ya lejanas, con atuendos luminosos, en vagones cósmicos desorbitados. Y a donde ira tremendo caos, tremenda recocha de partículas pogueando, chocando y colisionando, como quien simula la mismísima oscilación de las estrellas silentes, del universo infinito, movimiento que no termina, descubrimientos del mundo, aspiraciones de la galaxia, a donde te has ido conciencia oculta, has hecho la magia del hacedor de los milagros. Me despido de todo, me despido de mi, me dejo botado y abandono al vacio, ya lo puedo sentir, ya lo puedo tocar, si entiendo esta melodía me la pasare muy bien, adiós que estén bien, de un empujón me fui a correr, anduve por las calles, corrí las alamedas, me detuve en un árbol y me subí a sus ramas, ahí me quede, hasta que de pronto me di cuenta que ninguna religión decía la mentira, sino que por el contrario echaba el cuento de verdad, entonces ante tal descubrimiento le jale a todas por si de pronto no me salía el chico en una me salía por el otro, fui un monje tibetano, fui uno del pueblo de Dios, fui un seguidor de Mahoma, un mambeador, un guamaroneador, y al final concluí que nada de eso había servido porque en ese mismo momento en que decidí tal cosa yo no conocía el precepto que tenía el destino para mi. Baje del árbol y seguí corriendo, pase por una heladería, pedí doble de chocolate, luego vi salir a un niño con doble bola de fresa y desprecie el chocolate, para que quiero doble bola de uno cuando puedo tener uno de cada uno, me comí una y bote la otra, frustrado y con rabia seguí mi camino, el tren pasaba por ahí y me fui a correr a su lado, me tome del guardabarros y entre en un vagón, en el puesto de atrás, en el ultimo de todos, escuche una canción que decía así: “te encontré en un tren dejando atrás toda la locura”, entonces viaje con ella en el momento en que este andaba, también podía acomodar las letras para que todo fuera una perfecta escena en escritura y movimiento, conjuro, hechizo del tiempo, “próxima estación, mucho mas alla del sol, convoy espacial, que tan lejos nos llevaras”. Primera parada, el asilo de los ancianos, que aventura depara a donde hombres ya hechos arrugas aguardan su partida, que se pensara en un lugar como esos, seguramente mucha cosa maja se puede aquí escuchar, pero que sorpresa cuando entré, pues de lo último que oí hablar fue de la muerte, el enfermero parecía el único interesado en tal evento, el abandono del cuerpo y la huida eterna al no sé dónde. Levanta la pierna y se abre la escalera, los números se siguen y van de uno en uno, pasan a dos en dos, y se vuelven una raíz cuadrada factorial, se conjugan los números y me hacen creer que todo es un numero y que asi se puede entender, pero para serles franco nunca entendí tal, pues si hubo lógica no la hubo para mi, cuando cerraba el algebra de Baldor todo volvía a su naturaleza, sin números, mas que los perfectos, sin conjuntos ni escaleras que no llegaban a un fin, así lo preferí entonces inventarlo, y vivirlo a cada segundo, que por erróneo que este por lo menos es más divertido, paso derecho y el izquierdo se resbala, me caigo hasta el primer piso y me parto la testa, un hombre me levanta, pero pronto me salgo del cuerpo y lo veo todo desde el tercer ojo, me fui, primero que todos los viejos, el convoy cósmico aquí me dejo, me trajo a morir a donde los que no han muerto aun, me trajo a abandonar el cuerpo que ya no habito, ahora que sigue, nunca me enseñaron esto en el colegio, o será que no entre a clase de Muerte I, y que paso con Muerte II, será que el Gui de Gua o el Piña estaban jodiendo mientras explicaban esta leccioncita, no, ellos son inocentes, y afortunadamente en este reproche no hay culpables sino un poco de drama de unas letras que nacen despiertas pero se preguntan dormidas, como será todo allá, cuando el espíritu se vaya y abandone esto terrenal.

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