sábado, 10 de abril de 2010

Navegando a Puerto Ezequiel.

Atado al lazo y extasiado por un deseo, como esperando encontrar la felicidad asi no mas, como responsabilizando al dinero por nuestro malestar, perdido en la selva, lo deslumbro todo así, y en tiempos en que la cosa me quiere agarrar solo me queda decir, “discúlpenme, pero yo ya me solté, y me le debo a algo mas”. La similitud se asoma al camino y en su frente lo deja ver, los destinos se retuercen en el estomago y queda esa extraña sensación de no saber, que es lo que se quiere, que es lo que se hace en este mundo humano, esa sensación que si asegura renunciar a toda ilusión, cualquier cosa que escoja es también otra ilusión. Que es lo real cuando se sabe, o que puede ser cuando no, cual es la clara diferencia entre la presunción y la ignorancia, si además de crear intentos y nuevas expectativas, todo vuelve siempre al mismo punto en que comienza. Sacar la cabeza por la ventana y ver los cables seguir el camino, unos suben otros bajan, continuidad interrumpida función partida en segmentos impredecibles, y los pájaros vuelan al lado, acompañan el recorrido, cargan el correo del viento, la comunicación y el aliento. Que importa el estilo si se quiere es sacar, el nudo que aprieta, la corbata que ahorca, que importa decir las cosas bonitas cuando las luchas se crecen, y se enfrentan a espíritus inmundos en terrenos temidos por muchos, pero ahí estuve, y por obra del Espíritu los vencí, salí cansado y perturbado, pero victorioso porque no sucumbí a los deseos inmundos de los que dominan tras su traje.
Agarrado de la soga voy, por fuera del barco pero arrastrado por él, tratando pescar en aguas muy turbias, renunciando a la comodidad de un camarote, exponiéndome a deseos que me hagan soltar, a pirañas que me quieran morder, al deseo de soltarme y sucumbir, todo eso sucede y pasa por mi cabeza, pero una fuerza superior refuerza mis manos, engruesa la soga y sigo ahí en el mismo punto, atado al barco, al cuerpo de vida, y sin pretender entender, lo acepto y trabajo, pescar con arpón, anzuelo, o una red. La tripulación abordo entona coros y los alcanzo a escuchar, canto con ellos y hasta los bailo, pero no subo a bordo, algo no me lo permite, lo voy a intentar una vez más, arrojarme a las aguas del Putumayo y navegar hasta Puerto Ezequiel, a donde se calma la impaciencia de los hijos perdidos, de los que se arrastran en el barco y aun temen subir, tener una cama y levantar una vela.

No hay comentarios: