sábado, 10 de abril de 2010

Sopa de huevonada.

Sopa de huevonada para dejar la pensadera, para redimir al solo mientras piensa que lo está, para aniquilar el mal habito de cuestionar, para engendrar la tarea del estar, y mientras busco yo una salida y un motivo, me miro desde adentro y decido renunciar a todo lo que soy, a todo lo que escribo, porque hoy no quiero ser mas yo. Entonces con un cuchillo hago una incisión, en una mano tengo las palabras en la otra lo invisible, aquello del cuerpo puede estar o no, pues no es una cuestión de empaque sino de contenido. Escindido y cortado, partido en trocitos voy a la cocina, saco una olla grande, prendo el fogón a fuego alto, pongo agua en la olla y la dejo hervir hasta que haijijuelita el dedito ya no aguante. Pico mis gustos, y los profano con salsa de tomate, escojo el vallenato y desecho el rock n roll, en un colador remojo las creencias para que tanta redundancia se drene y nunca vuelva, a cada poema le asigno un pequeño trinchazo para que se toteen y saquen todo el jugo, a las mujeres que me gustan les cambio la cara y también el nombre, con eso me aseguro un nuevo gusto, me pongo un delantal de cocinero con el escudo del Nacional, me dejo un bigote paisa y añado unos cuantos frijolitos, eh ave maria ya es hora de verter los ingredientes de esta sopa de huevonada. Aun no se ha terminado, pues no se ha decidido, que hacer con el queso mozarela y la mermelada de piña, quizá sea bueno dejárselo a las niñas, para que lo unten a su pan y dejen quieto el masapan. La cocina de hoy se llama, “a la olla con tanta huevonada”, que a este desvalido “man que escribe” le sabe amargoso, dejémoslo cocer bajo hasta el grado 12 a ver si dejo de soñar que soy viejo y pierdo el año. Dejémoslo que se haga y que bulla a fuego alto, que cambie su composición molecular, metámosle en silencio una dosis de cariño, el acostumbrado nerviecillo del que espera que todo cambie de repente, la ilusión de estar cocinando una verdadera transformación. Sopita que cocinas el conjuro de estos tiempos, sopita que se sirve en el centro mismo del huracán, cuando todo esta en aparente calma, se sabe que falta el sopetazo que revuelque a la mujer con nueva cara y nuevo nombre, con las creencias escurridas, que se machaque cada palabra, y que me recoja una cuchara, para llevarme a algún intestino y sentir de nuevo la humanidad que me saque del mareo de escribir y escribir, sin propósito y sin gustarme, casi que por una extraña inercia que se apodera de mis dedos y empieza a ocupar líneas pues nada hay mas que hacer, y mucho quiero que ahora cambie.

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