sábado, 2 de marzo de 2024

No al agua no, sálvense ustedes.

 Escrito en 2004

No recuerdo exactamente cuándo experimenté esto por primera vez. Las noches se veían envueltas en descargas de vacíos desesperados. Fue una noche cuando desperté y comencé a gritar como un loco, mientras sentía cómo mi familia hacía lo imposible por calmarme de tan espantoso suceso. Para recordar esto, me inspiré en la película "Efecto Mariposa", que vi hace unos minutos. No quiero sugerir que me identifico tanto con la película, pero sí reconozco que fue lo que trajo a mi mente la necesidad de esclarecer lo sucedido esa primera noche, cuando me levanté gritando y quería arrojarme hacia ese vacío y tomar la pastilla que se me había caído de las manos.

¿Por qué intentar recordar unos instantes que parecen borrados de mi mente? ¿Qué significó eso para mí y la posterior inclinación a la escritura compulsiva que me permitía releerme cada vez que me perdía? No puedo saberlo, y menos ahora que no veo la manera de llegar a esos sucesos y temo que mi cabeza empiece a desvariar, o más bien, a darse cuenta y tomar conciencia de nuevo de la verdadera realidad.

Empezar por recordar y describir la sensación puede ser un buen principio. Esta no me ha abandonado del todo, y de vez en cuando hace sus apariciones. Se siente como si fuera a estallar de repente, como si perdiera el control de todo, como si estuviera recordando algo que ya pasó y que ya no podría cambiar, sentir lo inevitable del presente sumido en una fuerte desesperación por algo que no debió haber pasado y, sin embargo, era como si me estuviera persiguiendo para recordarme.

Quiero aclarar por qué estoy haciendo esto. No deseo abrir la puerta a un infierno en el cual pueda sucumbir a una creencia maldita. Reconozco que el poder de la creencia y de la mente humana puede traspasar los límites de lo que consideramos realidad y posarse en una fuente mágica de mundos que nos mantienen en vilo. Esto es personal y no pretende sacar conclusiones sobre los grandes dilemas que han perseguido mi vida.

Una de las cosas que más me asombra hoy en día es que gran parte de lo sucedido en 1991 y parte de 1992 ha sido olvidado por mi memoria. No son sucesos que recuerde todo el tiempo como algunos aún más viejos y otros más recientes. Trato de recordar yo solo cómo se daban esos momentos y sobre qué se soportaban cuando iban a pasar, pero evocar la sensación no sé si es un riesgo que estoy dispuesto a correr y con qué objetivo lo haría.

Podría preguntarle a mi mamá, mi papá, mi hermano que me recuerden cómo se daban esas situaciones, qué hacía, qué decía, cuáles eran mis miedos, que me ayudaran a recordar algunas frases que marcaban esos sucesos los cuales hoy no recuerdo. Una de las frases que titula este escrito es de las pocas que puedo recordar: “No al agua no, sálvense ustedes”. Aunque la recuerdo porque una vez en la camioneta que me llevaba al colegio, Mario se burlaba de eso que yo había dicho, era seguro que mi hermano contaba en el colegio lo que me pasaba en las noches y por eso sentía que algunos de mis compañeros empezaban a tratarme diferente. Cuando dije eso, mi papá intentaba bañarme en medio del delirio, él intentaba meterme a la ducha y yo no quería. No sé qué no pretendía que pasara, seguramente algo que ya no tenía remedio. Cuando despertaba gritando, me bañaban, ya que siempre se creyó que eran delirios causados por una fiebre muy alta. Muchas veces recobraba el conocimiento con un chorro de agua caliente sobre mi cuerpo y me daba cuenta de que la pijama estaba mojada, que mi papá estaba mojado, mi hermano aterrorizado y mi mamá había llamado al vecino y a mi tío Richard que venía desde Bogotá y llegaba cuando yo estaba en el hospital de Chía. Era extraño porque no sabía lo que había pasado, pero estaba seguro de que había sido muy estruendoso. No veo las teclas bien porque el solo recuerdo empaña mis ojos y afecta mi escritura. También me levantaba gritando "Puta! Puta!", siendo la palabra que más repetía.

Un día, no hace mucho, mi hermano me contó que los delirios siguieron pasando y que la manera que encontraron de que se me quitaran era no contármelos a la mañana siguiente. No sé si esto sea cierto o no porque siempre, de una u otra forma, yo era consciente al final o durante el delirio de que algo estaba pasando. Pero quizá puede ser cierto por el hecho de que poco a poco empezó a desaparecer de mi memoria, hasta el punto de convertirse en un suceso neutro de mi vida, quizá como mecanismo de defensa o de sobreponerme a tal situación.

Ahora no es más lo que puedo decir acerca del momento concreto, no fui testigo de eso que me pasó y no estoy en condiciones de hacer una transportación autoendopática sobre un pasado, que al parecer, pudo haber cambiado mi propia existencia. 

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