viernes, 12 de diciembre de 2008

Mi estimado profesor.

No es para mi azar alguna vez escuchar historias de migrantes y pensadores del mundo que un día escogieron dejar sus tierras en busca de poder hacer todo lo que salía de su buen corazón, la naturaleza del migrante puso a la historia como artífice de sus historias, contada por los que un día dejaron el mundo conocido por el desconocido, dejando a la aventura como el verdadero sentido de la vida, para la muestra podemos nombrar a quienes sus vidas y aventuras son el único destino de su misión, el Caballero de la Triste Figura, Manu Chau, o Bob Marley, entre otros. Los paradigmas del hoy son muy distintos a los de sus antepasados, si antes ellos eran hidalgos ahora son auto subsistentes, con todos los medios de viajar y seguir viajando cuando se esta quieto, sin esperar las largas olas de la noche en una barcaza que corre por un mundo cargado de falsedades y aparentes propósitos. La visión errada del migrante se divide en dos: los que se van porque lo sintieron como una misión inexorable, plena de sentimientos puramente altruistas sin casarse a apegos ilusorios, y que si se dejasen en otra tierra, una nación resurgiría, o los que por su condición de exclusión poética o económica, son expulsados como estiércol a las goteras de las ciudades latinoamericanas. Mi estimado profesor, el hambre sigue siendo un problema, pero creer en el hambre que se le muestra a un ciudadano que anda imprevisto en la calle, para el cual no es mas que un molesto objeto urbano móvil, que levanta la mano y pide una moneda, asintiendo en los ojos la forma y expresión mas cercana a eso que llaman el mismísimo infierno. Entonces se revuelcan las solapas mojigatas del moralista agradecido, quien en ojos de sospecha, arroja una moneda asegurando estar mas cerca del bien, no podría creer, ni el mas iluso, que puede llamárselo un acto reconstructivo, entendiendo la praxis como la misión propia de creer en una sarta de mentiras, que reproduce por su misma condición, las mismas bases de subsistencia del indigenismo en las calles Bogotanas, Cartageneras, monterianas, Caleñas, de Medellín, como si fuésemos presa de una extraña plaga que se extiende sin preponérselo. Creer tanta insensatez, es tener mas de lo que no queremos mas, de aquello que cualquier sentido humano o piadoso no pueda asentir por el desvalido, quien en sus seres y diversas conciencias, no deja ni la mas mínima minucia de cada suceso suelta, ellos son los seres que por excelencia optaron por solo pensar en el presente, una gran sensibilidad artística que a cambio de hacerlos artistas los hicieron desventurados. Los lenguajes de la desventurades humana pasan del mercadeo fundacionero que se realiza turísticamente, y las visiones apologéticas de que Bogota necesita mas plata y no mas distribución de la riqueza, en fin, de esto se trata mi estimado profesor la pobre insensatez de quien ha sido criado bajo el paradigma sudesarrolladista del economicismo.

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