Por: Aurelio Gallo
“La libertad, Sancho, es uno de los mas preciosos tesoros que a los hombres dieron los cielos;
con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre;
por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario,
el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.
Miguel De Cervantes; Don Quijote de la Mancha. II Edición IV Centenario. Pgs. 984-985
En una de tantas clases que tuve cuando me desempeñe como profesor en la carrera de Economía de la Universidad de Mullumbimby, recuerdo una muy especial, terminaba la clase de Redacción, y una alumna con la cara un poco triste se acercó a explicarme porque no había podido terminar el Ensayo que se había pedido para ese día, todos los alumnos lo entregaron sin problema, algunos demostraban nerviosismo, y otros, tan solo salían de lo que consideraban un tedioso ejercicio sin ninguna importancia en su vida. No recuerdo muy bien cual era el tema que los alumnos debían desarrollar, pero si recuerdo a la niña con los ojos llorosos, con una de esas miradas que conmueven y transmiten una energía de alguien que tiene mucho que decir. “No entregué el ensayo profesor”, me dijo, se quedó mirándome fijamente como queriendo decir algo que no era capaz de decir, como reflejando un mensaje escondido, un algo guardado muy adentro, intimo, secreto. “Qué es lo que pasa Tracy?”, le pregunté, “nada profesor, simplemente anoche me senté frente al computador, pensé en el tema que usted nos había dejado, pensé como podía empezar, entonces escribía, luego leía, y me sentía muy inconforme con lo que escribía, no podía soportarlo, me daba la sensación de estar leyendo algo de otra persona muy diferente a mi, entonces lo borraba y volvía a empezar, leía de nuevo y otra vez volvía ese sentimiento de insatisfacción, duré en esas dos horas y media, y al final nada de nada, si no iba a ser yo quien iba a estar reflejada en lo que escribía, lo mejor era no seguir escribiendo”.
Antes de continuar esta historia que sucedió unos años atrás, en un curso de los primeros semestres, permítanme continuar con la primera parte de esta historia. La clase de Redacción tenia como objetivo “enseñar a escribir” a los estudiantes de los primeros semestres de la carrera de Economía en la Universidad de Mullumbimby, al final del curso los alumnos debían ser capaces de elaborar ensayos críticos acerca de cualquier tema de las ciencias económicas. Vaya problema, elaborar un ensayo. Pero no se preocupe estimado lector o lectora que el propósito de esta carta no es explicar como se elabora un ensayo. Un ensayo, como un poema, un cuento, una crónica o una historia, ante todo es escritura, por lo tanto vamos hablar mejor de lo que es el acto mismo de la escritura.
Uno de los aspectos mas difíciles de explicar o hacer entender a un alumno es “por que escribir”, muchos estudiantes de Ingeniería de Sistemas, Economía o Ciencias Naturales me preguntaban para qué sirve eso de escribir, y plasmar en un papel un sentimiento, una rabia, un desahogo, un simple poema, o una frase suelta. Uno de los mas grandes problemas de la sociedad moderna es que las carreras universitarias son asumidas como cárceles del conocimiento, es decir, un estudiante de Ingeniería, por ejemplo, muchas veces siente inútil formarse en literatura, o un estudiante de Literatura siente inútil formarse en Matemáticas, este es un problema grave porque en vez de estar entrando en una esfera de libertad y conocimiento universal, se está favoreciendo un triste tecnicismo y una fría relación con el conocimiento y con la vida. Que puede estar detrás de todo esto, no lo se, muchos pensadores le echan la culpa al capitalismo y a la mercantilización de la educación, yo prefiero no buscar culpables, sino centrarme en lo que verdaderamente es la esencia de la educación: La libertad espiritual.
Resultase que el hombre desarrolló la escritura en la antigüedad no para aprender a componer ensayos, ni para formular leyes, sino para empezar a tener una relación mas cercana con las fuerzas sagradas de la naturaleza, nació como un medio de comunicación puramente espiritual, como un código de entendimiento entre el hombre terrenal y las fuerzas supraterrenales, así nacieron los mitos, las leyendas y las historias de héroes y dioses, para recrear y permanecer en el tiempo, para transmitir una visión del mundo, una creencia o una enseñanza.
Cuando en las escuelas de bachillerato se introduce a los alumnos en el ejercicio de la escritura, se les introduce bajo una serie de reglas gramaticales, que si bien son necesarias para la composición de un texto coherente, no lo son para iniciarse en un acto tan íntimo y espiritual como escribir. Así, en los colegios se busca que los alumnos aprendan qué es un adjetivo, un sustantivo, un verso o un predicado, ocultando, hasta cierto punto, la verdadera naturaleza del acto de escribir como una energía creativa que viene de lo más sagrado que llevamos dentro. El resultado, es toda una generación de estudiantes que salen del colegio a una carrera universitaria sin una experiencia vivida de escritura, mas inclinados a la búsqueda de parámetros aceptados, hipnotizados por una ilusión laboral, o a la caza de un poco más de prestigio social.
En esta vida todos estamos vivos, valga la pena la redundancia, todo esto que nos hace seres humanos, con un cuerpo, razón, sentimiento y emociones, es un cúmulo energético eterno, al que se le conoce como espíritu, ese espíritu es prácticamente el que llama desde adentro y se intenta comunicar, es como un algo superior que hay en nosotros que lucha día a día por ser cada vez mas libre y que en los sueños, parece encontrar su momento mas perfecto de expresión. Pues bien, la esencia misma del acto de escribir obedece a un intento comunicativo del espíritu, por lo tanto, el único requisito para ser capaz de escribir es estar vivos.
Personalmente me molesta bastante como la educación, tanto de las escuelas, como de la familia, en países como Colombia, se ha convertido en una “veneración excesiva” a las formas y a las normas, olvidando el contenido y la esencia de las cosas, es decir, es mas importante mantener unas normas de cortesía, unas actitudes apostilladas o prefabricadas, y manejarlas al detalle, que adentrarse en un proceso propio de creación, este es un fenómeno típico en las sociedades donde los muchachos los educan mas para el “que dirán” que para el ser. “Vístase bien”, “hable bien”, “no le da pena?” expresiones cargadas de censura hacia lo diferente, hacia la espontaneidad, y una devoción enorme a lo que se considera “bien visto”. En fin, todo esto puede desbocar en una generación tímida, con miedo a la autenticidad y a la libre expresión, temerosa de tomar un esfero y simplemente escribir, de lo que le plazca y como le plazca, sin formulas ni reglas, simplemente dejar que el esfero se convierta en una extensión de la propia alma y decir todo eso que se lleva en el corazón.
La escritura como el arte, son procesos creativos, tanto el artista como el escritor vivifican lo que plasman en sus obras, se vuelven actores de sus propias creaciones, se vuelven vasallos de una historia que los absorbe sin siquiera preguntarles. Es que resulta, mis estimados estudiantes, que la palabra es creación, es decir, se virtualiza. Si algún día han tomado el esfero para escribir un poema o una frase de manera espontánea (por lo general en la parte de atrás de un cuaderno) hagan el ejercicio de leerla de nuevo, sentirán un extraño reflejo, a veces placentero, otras veces molesto, pero seguramente sentirán como esa frase, ese poema, o sentimiento que plasmaron en letras se ha virtualizado en su propia vida, es decir, se lo han encontrado en alguna situación. Hoy en día se habla de animación virtual por computador, se ha acuñado la palabra desde el mundo de la informática como algo novedoso, pero resulta que la especie humana, desde mucho antes de que se inventaran los computadores, ya había descubierto que la palabra no era un simple signo impreso en un papel, la palabra es movimiento creativo, es decir que por medio de ella podemos “conjurar” los inesperados saltos del destino.
Echémosle cabeza porque el apóstol Juan escribe en el principio de su evangelio lo siguiente:
“Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Ella existía al principio junto a Dios.
Todo existió por medio de ella,
y sin ella nada existió de cuanto existe”[1].
Seguramente ustedes conocen a alguna persona que asegura haber encontrado a Dios por medio de la lectura de la Biblia, pues bien, las personas que aseguran esto no lo dicen solo por el acto mismo de leerla, sino porque eso que leen se lo encuentran a diario en su vida cotidiana, la palabra de Dios se virtualiza, y por lo tanto, empiezan a sentir y a ver de la misma manera. La leen muy intensamente, repiten los mismos libros, capítulos y versos, y cada vez sienten y evocan algo diferente, a la Biblia lo llaman el Libro Sin Fin, se viene leyendo hace unos 1500 años atrás y cada vez parece más vigente. Pero no solo la Biblia es un ejemplo, el Quijote, la historia de un noble venido a menos que se autoproclama caballero, y sale sin destino al encuentro de cuanta chistosa aventura con el fin de defender los valores de la Caballería Andante, es un claro ejemplo de este fenómeno de virtualización de la palabra. Leer el Quijote, no es leer una historia, leer el Quijote es empezar a vivir las propias historias del Quijote. Ah! y por si el alumno no lo sabia, el Quijote es un libro de humor y muchos chistes, no es ese libro aburrido que nos nombran en el colegio.
Muchachos y muchachas, toda esta carreta es para contarles que el acto de escribir y de creación de la palabra es una llave a otra dimensión, es un viaje estelar, es una expansión de la conciencia, de la espiritualidad y la entrada en una esfera de la vida que no quisiera pensar como reservada para pocos. No con esto quiero decir que la escritura sea el único camino, la vida misma es un camino de creación interminable, y la energía que la mueve es la Fe, esa misma energía que irradiamos a cada instante se nos devuelve, si llevamos la vida de mala gana, si somos desagradecidos, de eso mismo vamos a recibir. La suerte, en la forma vulgar que se le valora como buena o mala, no es más que la imagen de lo que nosotros ponemos en nuestros pensamientos, en nuestros actos y deseos, esa suerte en términos del universo no existe, todo sucede por algo. Tal como Ernesto Sábato nos lo dice en uno de sus últimos libros, La Resistencia: “En la vida existe un valor que muchas veces permanece invisible para los demás, pero que el hombre escucha en lo hondo de su alma: es la fidelidad o traición a lo que sentimos como un destino o una vocación a cumplir”[2].
Para terminar les voy a contar como terminó la historia de la estudiante Tracy en la Universidad de Mullumbimby. Sentí un especial interés en las razones que ella me daba pues obedecían a un impulso de perfección, propio de esa clase de espíritus que antes de anteponer cualquier retahíla de excusas evasivas, enfrenta las situaciones con la verdad. Escuché atentamente sus razones, su preocupación por encontrar una escritura propia, y su impotencia ante una obligación académica en la clase de Redacción. Le propuse entonces a Tracy, que presentara un escrito de conjuros a cambio del ensayo que se había pedido al resto del curso, “¿Y que es eso de un escrito de conjuros profesor?”, me preguntó, entonces duramos una tarde completa hablando del tema que presento a continuación.
Lo primero que se nos viene a la cabeza con la palabra conjuro es una bruja hirviendo una sopa, preparando una poción mágica para obtener un propósito. Un escrito de conjuros es una poción de palabras, frases o relatos, invocados en el presente, para reinventar el pasado y conjurar el futuro. Es una narrativa cotidiana muy ceñida a la vida personal que expone de manera espontánea una vivencia específica de nuestra vida, tal como la vemos, sentimos y percibimos. Este tipo de escritura, parte de la base de que todos los seres humanos sentimos un deseo de expresar algo, que de alguna manera se cohíbe por las estructuras formales de la escritura. Esta modalidad nace de la clandestinidad, es un acto que subvierte la manera tradicional de lo que “debe ser” un texto, rompe las reglas de la gramática, del léxico, y no teme usar palabras que se usan en la vida diaria.
Fue muy interesante la experiencia que tuve con los jóvenes de la Universidad de la Salle en Bogota, en sus escritos usaban palabras como “parce”, “si pilla?”, “pailas” y “sisas”. Estos muchachos, estudiantes de veterinaria, confesaron haber tenido ese día un acercamiento a la escritura de un modo vivencial, aprovecharon el espacio para hacer chistes entre ellos, burlarse de la actualidad política e inventar cualquier clase de situaciones, aparecieron “morcillas voladoras”, “la revolución de la recocha”, una “extraña invasión de platillos voladores a la ciudad de Bogotá”, entre muchos otros.
Muchos estudiantes universitarios a donde he tenido la oportunidad de realizar talleres acerca de la escritura de conjuros me han preguntado para qué sirve eso. Entiendo la preocupación de estos jóvenes, pues si algo es cierto es que en ninguna hoja de vida se ha visto como cualidad de una persona saber que es eso de la escritura de conjuros. Las contradicciones que los jóvenes experimentan pasan generalmente entre lo que les produce la inserción en el mundo del trabajo y lo que su “vocación” les indica, en este punto, los que mas se ven confrontados son los jóvenes con vocación artística, el paso a la edad adulta es prácticamente un camino de descubrimiento del propio camino, aquí se definen las lealtades propias y los puntos móviles a seguir. Pues bien, en ese turbulento camino, la escritura de conjuros es una herramienta de navegación bastante efectiva, es la brújula que corrige la dirección de nuestro paso cuando lo perdemos, es un momento íntimo de comunicación con la propia conciencia.
Ejercicios para la escritura de conjuros:
Ejercicio #1
Vamos hacer un ejercicio, tome un lápiz, una hoja blanca y por un momento borre todo lo que pasa por su cabeza, deje atrás el problema de su casa, el parcial de por la tarde, olvídese de que tiene compromisos, borre todo, absolutamente todo de su cabeza, entonces, concéntrese en algo que le de un motivo, que le haga explotar el ser mas instintivo e irracional, el ser que no se detiene a pensar ni por un instante lo que va a empezar a escribir desde ya, no importa la calidad de la letra, los signos de puntuación, ni la ortografía, arrójese como una bestia sobre el papel a decir todo eso que nunca ha podido decir y se le ha atorado en la garganta. Entienda que es ahora o nunca, sienta como se está descargando de algo que lleva adentro y lo aprisiona, no hay una segunda oportunidad, escriba, escriba, desesperadamente, sorpréndase usted mismo de lo que ha escrito.
Una vez sienta que ya lo ha escrito, entonces vuelva a leerlo, acordándose de cada sentimiento que imprimió sobre cada frase, entonces por medio del uso de los signos de puntuación, póngale ritmo al texto para que suene coherente, y para que cuando otro lo lea, reviva lo mas exacto posible el sentimiento suyo. Ahora si es importante que recuerde esas clasecitas de gramática donde le enseñaron para qué servía el punto aparte (.), el punto seguido (.), la coma (,), el punto y coma (;), los dos puntos(:) etc. Para que el vallenato suene a vallenato debe tener unos ritmos, pausas y melodías especiales del vallenato, igualmente su escrito es como una composición musical, con forma y contenido, asegúrese por cualquier medio de que quede sonando de la misma manera como usted lo vivió.
Ejercicio #2
Si por algún motivo se encuentra preocupado, si está pensando que algo no está bien en su vida, entonces tome un lápiz, un papel en blanco y arrójese a escribir. Reconstruya la historia que tanto malestar le produce, tome los personajes (familia, amigos, compañeros, usted mismo, etc.), las situaciones y sus propios pensamientos; luego empiece a escribir algo acerca de esa situación, sea fiel a sus sentimientos y a su percepción, exprese lo mas claro posible qué es lo que sucede y quisiera que cambiara. Para que la historia no se ponga tan dramática introduzca un chiste, que cuente de manera divertida o sarcástica esa misma historia que se le pasa por la cabeza. Este ejercicio es perfecto para las “tusas”, si terminó con su novio o su novia, y no sabe como dejar de pensar en eso, entonces aplíquele este conjuro, un poco de humor le devolverá el control de su propia cabeza. Acuérdese que puede cambiar los nombres de los personajes, inventar nuevos y crear historias, la idea es que invente una historia sobre su historia y que en cierta medida salga bien librado.
No olvide llevar a cabo el proceso de puntuación y revisión del texto, descrito en el ejercicio # 1.
Ejercicio #3
Si no es de su gusto pensar en los aspectos trascendentales de la vida, no se preocupe, la escritura de conjuros no está solo hecha para poetas, filósofos o existencialistas. Piense por ejemplo, en los programas que vio ayer por la televisión o acuérdese de los cuentos que le echaba un borracho anoche en el bar, tome una situación cotidiana de la vida, cualquiera, algo que le cause mucha gracia, y empiece a inventar de manera recochológica la mas disparatada historia que se haya podido oír. Rompa todos los cánones de la lógica y si quiere de la moral, emplee los mejores apuntes y comentarios entre amigos, escriba tal como usted habla y no se detenga, ni por un segundo, a pensar qué escribir.
No olvide llevar a cabo el proceso de puntuación y revisión del texto, descrito en el ejercicio # 1.
Ahora es su turno, escriban, conjuren y vivan…
[1] Evangelio según Juan. Capitulo 1; versículos del 1 al 5. tomado de La Biblia de Nuestro Pueblo. Ediciones mensajero. Bilbao 2006.
[2] Ernesto Sabato, La Resistencia. Seix Barral. Santa fe de Bogotá. 2000. Pág. 27.
1 comentario:
Muy bien señor Gallo, practicaré los ejercicios.... Muy buen documento sumercé.
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