viernes, 5 de marzo de 2010

De donde se narran algunos aspectos de la vida del profesor Aurelio Gallo.

Entre meditaciones pascalianas, e idealismos hegelianos se la pasaba el profesor Aurelio Gallo discurriendo, siendo presa continua de intempestivos pensamientos que le recordaban a su amor de los amores, Merceditas de Guarnizo, indiscutida dama de la aristocracia, y mujer elegante que hacía ya más de veinte años se había casado con el tirano Juvenal Guarnizo, hacendado y narcotraficante, capaz de dar a Merceditas lo que Aurelio nunca le daría. Apabullado entonces y sin nada que ofrecer, más que suspiros y burlas a los vecinos de su casa, el profesor se refugiaba entre sus libros, aprendiendo la circularidad del cuadrado y la relación cuántica de la matemática moderna con la filosofía trascendental, cuanta ciencia acumulaba su cabeza, cuantos saberes se rebosaban en sus pensamientos, tarde y noches completas descifrando secretos, descubriendo lenguajes, pensando en Merceditas, “algún día”, pensaba, “algún día ella sabrá de mi, abandonara a Juvenal para formar un nido de amor, con pajaritos y arco iris, piquitos domingueros y polvillos mañaneros, a donde las rosas adornen, y su olor todo lo embadurne”, cuanto romance anhelaba el profesor. La vida de Aurelio era bastante rutinaria de Lunes a Viernes, dejando los Sábados para caminar por las praderas, invitar a alguna vecina y declamarle sus versos, producir el amor más grande posible, hacer tronar los cielos, caer rayos de fuego y aleluya aleluya, ella estaba en sus brazos, muy cortésmente un piquito le daba, le bajaba la manito y levantaba la faldita, luego volvía al poema, para terminar con un sello como dedicado a los cielos. Y si que si, el profesor solo pensaba en Merceditas, pero el tal desvergonzado no perdía el tiempo con las mas jovencitas de su pueblo, a quien invitaba cada sábado a contemplar el horizonte, extenderles sus servicios y ganarse algunos amorcitos. A diferencia de otros hombres, Aurelio no le interesaba ser un gigoló, sus relaciones no pasaban mas allá de amistades y de roses, caricias y sonrisas, todo en el era tan cursi y solemne, que muchos se acercaban a su casa para mamarle gallo con preguntas, que no tenían nada de real, pero que seguramente Aurelio se la buscaría. Julito, un adolescente de su pueblo, bastante vivo y travieso era quien más gustaba hacerle bromas, aparecía en su casa con una pregunta que podía ser tan absurda como quien quisiera saber a qué escuela literaria pertenecía Elver Gómez Torba, y en presencia de sus amigos simulando seriedad, escuchaban la respuesta del descjabetado profesor, para después explotar de la risa y contar a todos sus locuras. Así era la vida del desventurado Aurelio, a quien a pesar de todo la fortuna nunca lo abandonaba, y más bien sí que lo consentía, cuando sus destinos le dieron vida a las historias que se hablan y cuentan de él, que nunca siendo todas muy bien relatadas, se dice que también fue comediante en otro país, científico en los mares y conquistador de tierras nuevas, que aprendió los secretos del Gaishini y los del Huantapacote, que practico la magia y fue emblema de una pollería. En fin, muchas leyendas se escuchan de él, no quedando ninguna registrada ni por las letras de alguien ni por el lente de una cámara, así posiblemente moriría, sabio pero ignorante, famoso y olvidado, conquistador y solitario, oh Aurelio amigo mío, cuanta angustia siento escribir estas palabras, las cuales no siendo yo quien pueda decir más que lo que ya se sabe, no me queda mas que cortar el cuento y no prometer si habrá algo mas, quizá ya ha muerto, o aun vive en alguna aldea, una ciudad, como pobre o millonario.

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