viernes, 5 de marzo de 2010

La Batalla de Tarapacá y otras historias del maniqueísmo nacional.

Una nueva lección de política nacional, una nueva inspiración en estos días cuando en Tarapacá se celebran 77 años de una guerra contra el Perú, y sin el ánimo de desacreditar al General Vasquez Cobo y su tropa que partieron a estas tierras en un buque por Brasil y “sacaron” a los soldados peruanos, quienes quizá solo estaban tomándose una pola, jugando billar o buscando novia, seguramente sin saber que estaban en territorio colombiano, una nueva forma de contar esta historia se me viene a colación. Con el suspiro y vacio que produce leer párrafos de académicos que analizan en 500 páginas lo que se resume en el primer párrafo, y siendo sinceros que tanta hoja para decir lo mismo es igual que la misma farsa que se vive aquí, que disque celebrando una guerra que nunca hubo contra unos harapientos peruanitos que solo buscaban ventura en las tierras del territorio nacional, y vaya saber si la encontraron, pero eso si ocasionaron que un día como hoy, 77 años después del renombrado conflicto, la población se congregue a escuchar y marchar por el orgullo nacional. Mientras la ceremonia ocurre yo escribo estas letras, antes de sentir orgullo me da “oso patrio” y quedo resguardado en las paredes de mi cuarto, buscando a las musas del chiste que me permitan entender el porqué de este folclor que se dice nacional. En un país a donde se escuchan los mejores ritmos, los mejores talentos naturales del arte y el cantar, el himno suena destemplado con gallito y sin convicción, y no es para menos, si la milicia aquí presente proviene mayoritariamente de las agrestes calles de la ciudad de Bogotá, de las laterales del campin, del colegio distrital, de los encuentro en rock al parque, “soldado mutilado, has sido condecorado”. Y que sigue, pues la infaltable presencia de la población civil quien siempre inocente y dura de convencer asiste humildemente por verle la jeta al soldado que se muere de calor con el fusil y el uniforme, o escuchar el tan promocionado himno de Tarapacá. Asi es todo en este país, hace poco nos visito por aquí un buque del Ministerio de Tecnologías Informáticas y Comunicaciones, quien haciendo alarde de su largo nombre atracó cargado de computadores, cuartos para descansar, antropólogas comadronas, y todo lo demás que compone el maniqueísmo nacional, y entonces con sus cámaras usaron de títeres a las poblaciones que llegaban, con un estilo bastante tosco y poco fino en las artes de documentar, se dieron un chapuzón de popularidad, que pena me da como se burlaron de la gente, hacían que disque capacitaciones en internet, duraban una hora y como si fuera poco el cinismo ya alcanzado les daban titulo y graduaban con honores, que ofensa Dios mío, que falta de seriedad y que botada de plata, ese es el reflejo de la clase de gente que está en el gobierno nacional, la misma que convoca a unir las filas de la memoria de un conflicto que fue mas bien una evasiva desertante de unos pinches soldados del ejército del Perú. Una vez más disculpe usted mi estimado lector el tono de desilusión que produce este mal escrito, pero así lo siento hoy, afortunadamente esa no es la historia que se cuenta aquí, simplemente hace parte de la sección de comerciales, chistes para el distrabe y tema para hablar, pues solo de profundeces de la vida no se puede escribir, y siendo esto asi y solo asi, esta historia encantada recompone las filas de la armada convirtiéndola en un escuadron de personas que no creen en toda esa carreta que se teje en los discursos académicos y políticos del suceder, y que si llegan a nuestros oídos pues que lleguen, callar y escuchar, discernir y entender que en una cárcel de odio no podemos vivir, por eso los que gobiernan no lo saben hacer y acuden a las estrategias mas bajas de dominación, al irrespeto por el otro, al pisoteo, lo que no saben ellos es que quien es pisoteado será exaltado y quien pisotea al otro será aplastado como gusano por obra mismísima de la Ley del Equilibrio Universal, mas vale ya olvidar todo esto y si se escribe no es para que perdure sino para que se olvide, “el perdón nos hace libres” y siendo yo también colombiano y habitante de Tarapacá le digo a los soldaditos peruanos que se extraviaron por estas tierras hace 77 años que disculpen la incomodidad de haber llegado con aviones bombarderos y hombres sedientos de matar, hicieron bien en retirarse y salir corriendo, yo hubiera hecho lo mismo, si a la larga se que estaban buscando ventura, echando chistes de cholos o que se yo, en fin siga usted y venga lo proseguido una vez mas.

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